Durante el pasado fin de semana se ha celebrado en la capital de Níger, Niamei, el Comité Africano de la Internacional de Jóvenes Socialistas. Delegaciones de la mayoría de los partidos socialistas africanos juveniles se han dado cita para compartir una intensa experiencia de trabajo basada en la cooperación, el debate y el compromiso.

No ha sido casualidad que el comité se haya celebrado en un país con grandes retos: uno de los países más pobres del mundo (dos tercios de sus más de quince millones de población sobrevive bajo el umbral de la pobreza).  Su geografía dificulta la posibilidad de desarrollo de una agricultura que permita el abastecimiento alimenticio de su población, y es por ello por lo que Níger sufre hambrunas extremas. Sumada a su mala suerte, en Níger hay oro y petróleo lo que parece condenar el desarrollo social y económico del país al ritmo de la explotación de las potencias internacionales.

Dejaron años atrás las cadenas de la colonización francesa y hoy luchan sin escatimar esfuerzos por desarrollar una democracia estable que permita construir un país que garantice la educación y la sanidad de toda su población.  El presidente Issoufu llegó al poder siendo electo en unos comicios que marcaron el primer paso hacia la apertura del país en 2011, tras una serie de golpes de estado y matanzas de su población. En algo más de un año de gobierno está dándole la vuelta al país generando empleo, infraestructuras, acceso a la educación y a la sanidad y luchando contra el hambre.

"Los socialistas tienen grandes retos, pero la firme convicción de que algún día el mundo se dará cuenta de que los Derechos Humanos han de ser para todos, sin excepción". Estas palabras, en francés, salen acompañadas de una sonrisa perfecta, de una piel negra como el ébano y unos ojos brillantes de un joven activista al despedirnos. Recuerda perfectamente cómo fueron sus primeros zapatos y cuántos años los usó ajustándolos a la medida de sus pies, y utiliza la metáfora para hablar de cómo debe ir adaptándose el país al desarrollo de los derechos de sus ciudadanos. No habla con rencor hacia los que sabe están expoliando sus recursos, su futuro y sus posibilidades de desarrollo económico. Remarca lo de "económico" porque defiende su dignidad. "Seremos pobres, porque nos están explotando; pero no somos subdesarrollados, nuestra dignidad está mucho más desarrollada y plena que la de cualquiera que camina sobre el asfalto en un país dominante" dice mientras no deja de sonreír.

Tres días en los que jóvenes de Mali hablan de paz, de la no respuesta a la guerra con más guerra. Trasladan su preocupación ante la situación de Siria y trabajan juntos durante horas para redactar un documento que pida al mundo entero el cese de la lucha armada. Debaten y escriben sentados codo con codo con compañeros de la juventud del frente Polisario, de las juventudes socialistas de Marruecos, de Uganda, de Burkina Faso... Línea a línea exigen el respeto de la dignidad, de la igualdad de oportunidades, de la justicia social. Y defienden que sus estados trabajen para el bien de todos, que inviertan en educación y sanidad pública. Que las religiones dejen de ser razón para morir o matar.

El respeto, la pausa en sus palabras, el cariño entre sus hermanos y hermanas africanas muestra efectivamente una superioridad: la supremacía del valor de lo humano. Y todos están de acuerdo en que los que se creen "desarrollados" tienen mucho que aprender de ellos. El tiempo transcurre despacio y da espacio para pensar. No quieren copiar lo que saben que mata de hambre, porque conocen bien la causa de su sufrimiento: el individualismo y la falta de humanidad de una pequeña parte del mundo que lleva toda la vida sometiendo al resto de la humanidad. Se preocupan por la crisis que ahora se vive en Europa y al mismo tiempo nos recuerdan que para ellos la vida ha sido desde el inicio de su historia igual: una continua falta de recursos, de libertades y de derechos.

Hablaron de unión, de fuerza, de solidaridad. La energía y la fuerza de sus palabras hacía palpitar la sala de reunión. África está más viva que nunca y lleva la dignidad de sus gentes por bandera. Vienen caminando despacio pero con firmeza y sobre todo tienen algo claro: su generosidad. No le van a pedir cuentas al mundo, sólo quieren libertad.

"Siempre hemos dado lo que teníamos. ¿Para qué queríamos nosotros lo que otros nos robaban? La naturaleza nos da suficiente para todos, tenemos muy claro que si respetásemos los Derechos Humanos nadie moriría de hambre, nadie tendría que jugarse la vida para tratar de llegar a otro lugar".

Línea tras línea, al terminar, nos dimos cuenta de que por lo que queremos luchar se resumía en una sola frase: los Derechos Humanos. Y esto hace tiempo que llevaba ya tiempo escrito. Lo que ahora hace falta es gente valiente dispuesta a defenderlos hasta el final. Y en Níger más de cincuenta delegados de toda África mantuvieron su compromiso para seguir caminando y sumándonos a todos los demás, que en el resto del mundo defendemos las mismas causas bajo el valor de la solidaridad internacional.

Beatriz Talegón es secretaria general de la Unión Internacional de Jóvenes Socialistas
@BeatrizTalegon