Llegó un día antes de lo previsto, aterrizó a la hora indicada y dio muestras de un estado de forma mejorable. No quiso dar declaraciones ni explicaciones. El rey emérito, Juan Carlos I, llegó a España para un fin de semana de regatas y para demostrar a Zarzuela que está por encima del protocolo exigible a su figura, para descontento de un Felipe VI que, pese a recibir a su padre este lunes en Madrid, no ha querido dar pábulo a una visita real que ni se esperaba ni se demandaba.

La imagen de Juan Carlos I está quemada. Sus declaraciones tampoco han ayudado: “¿Explicaciones de qué?", contestaba el emérito a preguntas de la prensa cuando le exigían rendición de cuentas. Sanxenxo ha servido de refugio al otrora monarca, quien ha regresado para una visita fugaz y perfectamente preparada a España tras dos años en Abu Dabi exiliado de la Justicia, del ruido de los medios de comunicación, de los señalamientos públicos y de un pasado plagado de claroscuros, chanchullos y ominosas operaciones tejidas bajo el amparo de una inmunidad cada vez más discutida por la sociedad.

Este lunes el coche del emérito llegaba a Palacio pasadas las 10.00 horas de la mañana. Le esperaban cerca de 50 personas enfundadas en banderas de España y vivas al rey. No eran muchos, pero se hacían escuchar. La estampa ha sido parecida a la que ya se pudo ver el pasado jueves, cuando el jet privado de Juan Carlos aterrizaba en el aeropuerto de Vigo ante una veintena de apoyos y otros tantos periodistas que se peleaban por estar en primera fila tras la alambrada que los separaba de la pista de aterrizaje.

El emérito aterrizó, trató de bajar por su propio pie -tuvo que pedir ayuda en el tramo final-, se abrazó con la infanta Elena de forma calurosa para dar paso a una reverencia de la única hija que decidió recibirlo, se subió en el coche y 45 minutos más tarde entraba saludando al chalet de su buen amigo Pedro Campos, quien ya le espera en junio para el mundial de regatas.

Las muestras de aprobación, que no son muchas para quien ha sido Jefe de Estado durante cerca de 39 años, no han sido muchas más: el Gobierno le ha pedido que dé la cara, que no se esconda tras una decisión judicial no exenta de polémica; Zarzuela, por su parte, ha demostrado su desaprobación a una actitud demasiado vistosa y antagónica al perfil bajo que demandaban desde la Casa del Rey.

No en vano, la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, ha sido la última en opinar sobre la visita más comentada de los últimos días, criticando la visita del rey emérito a Sanxenxo y lamentando que Juan Carlos I haya “perdido la oportunidad de pedir disculpas”. En Zarzuela tampoco parecen del todo contentos con el desarrollo de los hechos. Así las cosas, y según fuentes citadas por El Confidencial, en el Palacio dictan que el desenlace del viaje ha sido una “enorme equivocación” y apuntan a un incumplimiento flagrante de las normas que dictó Felipe VI en enero de 2015 sobre los regalos a los miembros de la Familia Real, entre los que se incluye él mismo.

El Congreso se divide

Los partidos de Gobierno, así como los socios habituales de investidura, no han dudado en arremeter contra el rey Juan Carlos I por su visita. El tono ha sido más duro en función de quién lo pronunciaba, como es habitual, pero la síntesis es compartida: la falta de explicaciones hace muy difícil la defensa del emérito, maltrecho por años de noticias que dejaban en mal lugar a las instituciones españolas.

El portavoz del PSOE, Felipe Sicilia, ha insistido este lunes en que el rey emérito debe dar explicaciones y pedir disculpas a los españoles, pero ha evitado valorar el recibimiento que le han dado los ciudadanos a su llegada a Sanxenxo para participar en las regatas, y las palabras del propio monarca cuando ha exclamado "explicaciones de qué".

Más duros se han mostrado desde Podemos, desde donde no han dudado en aprovechar la visita del emérito para arremeter contra la monarquía y retar a Felipe VI a renunciar a su inviolabilidad. En palabras de la formación morada, la institución está maltrecha y “diseñada para delinquir”: "Bochorno", "vergüenza" y "humillación" han sido los adjetivos utilizados por la secretaria de Acción Institucional de la formación morada, María Teresa Pérez, para definir lo vivido este fin de semana en Galicia.

Con Moncloa, la izquierda y Zarzuela mostrando públicamente su rechazo a la visita, a Juan Carlos I solo le ha quedado la derecha española: desde Vox han sostenido que el emérito tiene derecho a venir “cuando le dé la gana”, Ciudadanos ha pedido al Gobierno que no se y dé explicaciones por las diferentes crisis que ha experimentado en las últimas semanas, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, la popular Isabel Díaz Ayuso, ha teorizado que tras las críticas al exmonarca radica la voluntad de romper los consensos de la Transición Española.