«Creo en una política exterior con la que el nombre de España sea sinónimo de solidaridad, de justicia, de humanidad en todos los rincones del mundo.» Con palabras del presidente Zapatero me reafirmo en cómo la potencia de las políticas de cooperación internacional para el desarrollo fue causa del prestigio de España en el panorama internacional. La Cooperación Española se recuerda en todos los foros como un referente mundial por haber hecho de la solidaridad, ligada al concepto de comunidad, una política de Estado.

Entonces, la llegada de las y los socialistas al Gobierno puso fin a un tiempo de deterioro de las políticas de cooperación en nuestro país. En 2004 hablábamos de la necesidad de orientarnos hacia la hoja de ruta marcada por los Objetivos de Desarrollo del Milenio, de mirar con los ojos del multilateralismo y de la gobernanza global para “pasar de una política de ayuda a una política de desarrollo” sustentada en la coherencia de políticas. La convicción y el compromiso pusieron en marcha un proceso de modernización del sistema valorado muy positivamente en el sector, pero que no pudo culminar por la llegada de la crisis de 2008 y el posterior cambio de Gobierno.

Y como si de un déjà vu se tratara, la cooperación volvió a verse con las gafas de la caridad, perdió su condición de política de Estado y transformó su modernización en desmantelamiento, llevándonos a transitar por una década perdida que invisibilizó toda la relevancia que tuvo durante un tiempo y que nos puso en el vagón de cola de Europa. Una década de estancamiento para la cooperación, pero no para el mundo; de ceguera ante una realidad que nos interpela y nos ha puesto frente al espejo de nuestras debilidades por falta de respuestas comunes.

La crisis climática, que se ha evidenciado como un problema de salud pública o como generadora de gran parte de las causas que están detrás de las crisis migratorias; la fragilidad de los sistemas democráticos, de la que hemos podido ver una de sus manifestaciones más exponenciales en el asalto al Capitolio; el avance de los neofascismos, que encuentra su más denso caldo de cultivo en las brechas provocadas por la desigualdad, son retos reales y grandes amenazas que ponen en peligro nuestra convivencia y supervivencia. Reitero NUESTRA: como humanidad, porque no podremos asegurar un futuro próspero sin perspectiva global, sin unidad de acción, sin entender que las fronteras no son diques de contención. En definitiva, no podemos estar a salvo como individuos, si no lo estamos como comunidad.

Nada de esto nos es desconocido, no en vano, tenemos horizonte y hoja de ruta común que trasciende a las diferencias políticas, territoriales o ideológicas; tenemos un contrato social suscrito por los 193 estados de las Naciones Unidas. La acción política de nuestro país, junto con los 192 restantes, ha de alinearse ahora con la Agenda 2030 para garantizar esa coherencia de políticas que sostiene el desarrollo sostenible a escala mundial y aspira a una globalización justa. En este punto quiero volver a ese tiempo en el que el programa electoral socialista se comprometía con una Cooperación Española que dejara de ser “una política de ayuda para ser una política de desarrollo” a través de una respuesta multilateral de gobernanza global, y muchas son las analogías que hoy podemos encontrar con aquel entonces.

En estos días se ha puesto en marcha en el Congreso de los Diputados la Subcomisión para el estudio de la actualización del marco normativo y del sistema de Cooperación Internacional para el Desarrollo. Se trata de un espacio de reflexión conjunta y de participación de todos los actores que intervienen en el sistema de cooperación, que prioriza el espíritu de consenso necesario para hacer real y sostenible un nuevo sistema de cooperación innovador que permita afrontar un contexto con enormes necesidades.

Vivimos un tiempo excepcional que ha sacudido al planeta. La pandemia nos ha puesto frente a nuestras vulnerabilidades y si algo hemos debido aprender de todo ello es que nuestro mundo es un mundo interconectado, que debe su progreso a la lucha por acabar con las enormes desigualdades como eje vertebrador de un futuro mejor.

Sabemos que es fundamental invertir en desarrollo sostenible a través de una política de Cooperación fuerte, que haga de ésta una verdadera política de Estado dotada de recursos y adaptada a nuestro tiempo. Apostemos por ello, generemos ese gran acuerdo que siente las bases para una globalidad inclusiva, justa y sostenible. El momento es ahora.

Belén Fernández es secretaria de Cooperación y Desarrollo del PSOE y secretaria adjunta del Grupo Parlamentario Socialista