El Partido Popular con Alberto Núñez Feijóo a la cabeza selló el pacto para formar gobierno en Castilla y León traspasando una línea roja: meter a la ultraderecha en el Ejecutivo por primera vez desde la Transición. Un día antes, en Francia, se celebraba la primera vuelta de las elecciones presidenciales, en la que Marine Le Pen no hizo más que acortar distancias cosechando un récord en votos y pasando a la segunda vuelta para enfrentarse a Emmanuel Macron.

Mientras en Castilla y León se ha formado gobierno con la ultraderecha y rostros populares como Isabel Díaz Ayuso han intentado quitar hierro al asunto, además del propio Mañueco justificar el precio en derechos y libertades que ha tenido que pagar, en Francia se ha pedido unidad para combatir a la extrema derecha. Fue el propio Macron quien en su discurso tras el triunfo advirtió que nada estaba decidido: “No nos llevemos a error, nada está decidido y el debate que tendremos en las próximas dos semanas es decisivo para nuestro país y para Europa”.

Las encuestan dan ganador a Macron el próximo 24 de abril, aunque con una distancia con Le Pen que no deja de reducirse. Es lo que ha llevado a los principales candidatos, también aquellos que han quedado eliminados en primera vuelta, a unir fuerzas y lanzar un manifiesto a favor de no votar a la ultraderechista y optar por el actual presidente. Destaca el caso en este sentido de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, del partido socialista, pero también de la candidata de la derecha moderada, Valérie Pécresse.

Cruce de acusaciones en Castilla y León

El panorama que se dibujó en Castilla y León tras el 13 de febrero no fue el esperado por el PP cuando a finales del mes de diciembre y en vísperas de Navidad rompió su acuerdo con Ciudadanos y anunció elecciones anticipadas. El gobierno en solitario que deseaban se quedó en la nada cuando Alfonso Fernández Mañueco cosechó el segundo peor resultado de su partido en la comunidad, histórico feudo del PP. Las únicas cuentas que daban eran con Vox, pero el listón que los de Santiago Abascal pusieron para aprovecharse de la situación no estaba bajo. Ley contra la violencia intrafamiliar, frente a la de la violencia de género, ley de Concordia para reemplazar a la memoria histórica y el fomento de una inmigración ordenada son las tres grandes pinceladas sobre las que el PP ha aceptado ceder terreno para seguir sustentando sus sillones.

Pero en estos dos meses las críticas no han faltado. Mientras la oposición trataba de presionar a Mañueco recordando la gravedad de devolver las instituciones a la extrema derecha, el PP salvaba sus espaldas llamando al PSOE a abstenerse y facilitar un gobierno en solitario. La exigencia que los socialistas pusieron sobre la mesa para hacerlo -sabiendo que nunca se realizaría- fue que rompieran en todas las comunidades y regiones donde la ultraderecha sustentase sus Ejecutivos.

“Si quieren hablar de cordón sanitario hablamos, pero no de darles un Gobierno y si quieren hablar de cordón sanitario que lo hagan en Palencia o en Murcia”, pronunciaba Luis Tudanca tras el mal resultado que le dejó como segunda fuerza sin opciones a gobernar. “El PP ya gobierna en este país con la extrema derecha, sin que nada le obligara a hacerlo, nada más que las ansias de gobernar”, añadía. Lo mismo hacía desde el Congreso el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez: “Si explica que la ultraderecha es un peligro para la democracia, a lo mejor nos podemos entender; si explica que hay que poner un cordón sanitario a quienes cuestionan los derechos y libertades de las mujeres y del colectivo LGTBI, a lo mejor nos podemos entender; pero antes haga una cosa: pida a todos aquellos y aquellas que pactan con la ultraderecha en Madrid y fuera de Madrid que rompan esos acuerdos”.

Feijóo reaviva el PP en las encuestas

Tras tomar las riendas del Partido Popular y empezar a salir bien parado en las encuestas, la más reciente el CIS, Alberto Núñez Feijóo, saca pecho y evade responsabilidades en el polémico pacto. “Llevan 20 años pactando con todos menos con el PP”, ha lamentado en una entrevista con El Confidencial, urgiendo a Sánchez a alcanzar un acuerdo para que gobierno “la lista más votada”. “Dijo que pretendía gobernar solo y les llamó para buscar un acuerdo de legislatura, aunque la respuesta fue claramente no”, ha justificado.

La que ha hecho y deshecho sin escrúpulos hacia la ultraderecha es Isabel Díaz Ayuso, figura en torno a la cual se desató la sangrante guerra intenta en la formación. La presidenta madrileña llamaba abiertamente a formar un pacto con los de Abascal, justificándolo, entre otras cuestiones, a los apoyos en el Congreso de partidos independentistas catalanes y nacionalistas vascos. “Que no nos importe lo que piense la izquierda sobre nuestros pactos”, espetaba. “El socialismo sale muy caro y no sé cuánto hubiéramos tenido que añadir a la factura en tener como vecino a un Gobierno del PSOE, Podemos y demás al frente”, remarcaba.

En este panorama, con un notable y evidente auge de la extrema derecha en España y también en Europa, siendo los ejemplos más evidentes Castilla y León en España y Francia y Hungría en Europa, el punto de mira en nuestro país está puesto en Andalucía, comunidad con elecciones a la vista y donde el pasado 2019 ya se experimentó un giro radical en la historia de la región, cuando los populares desbancaron a los socialistas de San Telmo. En este sentido, el equipo de Moreno Bonilla ya aseguró en el Congreso Extraordinario celebrado hace dos semanas en Sevilla que temían el ascenso meteórico de Vox por el voto transversal, las zonas rurales y los jóvenes. Frente a esto, se está tanteando cuándo es el mejor momento para convocar elecciones e intentar salvarse de otro fatídico pacto con la ultraderecha.