La guerra de Ucrania ha quitado presión al Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo, Juan Manuel Moreno Bonilla e Isabel Díaz Ayuso, los tres nombres con brillo propio sobre el escenario inaugurado en la derecha española tras la abrupta caída de Pablo Casado. Nunca un líder cayó en tan solo siete días sin que mediara una derrota electoral o un escándalo mayúsculo.

Al contrario que en física, en política la velocidad de caída de un líder es inversamente proporcional a su consistencia, y Casado nunca la tuvo. Ni consistencia ni cabeza: el azar puso a su disposición una granada de mano en forma de contrato corrupto que él solo tenía que lanzar contra su enemiga y ponerse a cubierto, pero el líder del PP logró lo imposible, lanzarla contra sí mismo y al mismo tiempo permitir que Ayuso se pusiera a cubierto. Desde su palacio de la Puerta del Sol, la princesa de Madrid derrama una lágrima de cocodrilo mientras cuenta con fruición los pedacitos de Pablo.

El antiguo PP de Pablo Casado y Teodoro García Egea está a punto de dar paso al nuevo PP de Núñez Feijóo y Moreno Bonilla, una de cuyas incógnitas más relevantes es qué papel desempeñará en él la presidenta madrileña. La incógnita hacia adentro es qué hacer con Isabel; la incógnita hacia fuera es qué hacer con Vox.

Ambas incógnitas están conectadas entre sí, pues si Ayuso es la cara del PP más cercana a Vox, el partido ultra siente a la presidenta madrileña como alguien de los suyos. Si el futuro del Partido Popular estuviera en manos de Ayuso, en Génova se acababa en un santiamén el debate sobre qué hacer con Vox, dado que la líder madrileña no halla contraindicación democrática alguna en gobernar con la extrema derecha, como sí la halla, en cambio, en que otros gobiernen con ‘los comunistas’.

Ayuso es hoy nacionalpopulismo de baja graduación, pero con algo de tiempo y un poco de suerte puede fácilmente convertirse en Gran Reserva. La presidenta madrileña es lo bastante vanidosa, atrevida e iletrada como para echarse en brazos de Vox creyendo sinceramente que es Vox quien se echa en brazos de ella.

Feijóo tendrá que lidiar hacia adentro con Ayuso y hacia fuera con Vox. En teoría, cuenta con la complicidad y el respaldo de Juanma Moreno para refundar un PP sin resabios trumpistas o lepenistas: en teoría, porque al presidente andaluz no se le conoce hasta ahora ningún pronunciamiento explícito –en realidad tampoco implícito– contra la extrema derecha; ni siquiera después de que Vox rompiera el pacto de legislatura que lo hizo presidente se le han escuchado a Moreno reproches ideológicos a sus antiguos socios, a quienes ha censurado su prisa electoral, su actitud poco constructiva o su oportunismo político, pero nunca su hoja de ruta antigualitaria, antifeminista, anticonstitucional o antieuropea.

Para el PP se aproxima la hora de la verdad. Se aproxima la hora de la Voxverdad. Si la posverdad es esa distorsión de la realidad merced a la cual los hechos objetivos quedan supeditados a las emociones y creencias personales inspiradas por bulos y 'fakenews', la Voxverdad es su versión específicamente ultra, una distorsión de la realidad consistente en pensar que la inmigración se resuelve cañoneando pateras, que la seguridad en las calles se garantiza expulsando a menores extranjeros pobres o que el conflicto catalán se soluciona en dos patadas proscribiendo la autonomía de Cataluña y metiendo los tanques por la Diagonal.

Las derechas democráticas europeas y los medios internacionales de referencia –NYT, Financial Times, The Economist o Frankfurter Allgemeine Zeitung– siguen con atención la crisis del PP, a la espera de que Feijóo marque un nuevo rumbo que aleje al partido de los acantilados de acero que representa Santiago Abascal, aliado español de los Orban, los Kaczynski o las Le Pen, encarnación a su vez de la Europa más tenebrosamente antieuropea.

Si Feijóo marca distancias claras con Vox, a Moreno no le será fácil seguir poniéndose de perfil como hasta ahora: si el resultado electoral en Andalucía es parecido al de Castilla y León, ¿qué hará Moreno? Se supone que lo mismo que Mañueco, ¿y qué hará Mañueco? ¿Meterá a Vox en su Gobierno? Mañueco hará lo que diga Feijóo, no porque éste mande sobre aquél sino porque lo que decida el presidente castellano se cargará en la cuenta del gallego. Si Mañueco da entrada a Vox en su Ejecutivo, la interpretación general en Europa será que el PP de Feijóo se ha alineado con la anti Europa.