¿Con qué estado de ánimo se iría el domingo a dormir el presidente del PP tras el triunfo de Alberto Núñez Feijóo en Galicia? La victoria electoral, por cuarta convocatoria consecutiva, de su compañero de partido pone en duda la política del presidente del PP en los territorios periféricos. No han estado finos en estas elecciones ni Casado ni su jefe José María Aznar. La consigna de la centralización, de llevar el conflicto al extremo o inventarlo, máxime en tiempos de crisis, no son bien recibidos por los ciudadanos.

Feijóo ha sabido presentarse en una línea moderada y de cooperación para sacar adelante la situación social y económica, sin estridencias y con un concepto que ponía en valor la patria chica por delante. “Galicia, Galicia, Galicia”, el lema del candidato, no es sino un guiño a lo nuestro, a nuestras esencias gallegas. El presidente gallego debía ser consciente de que su rival era el nacionalismo, como las urnas han demostrado con los votos obtenidos por el BNG que ha obtenido un segundo y aplastante lugar, seguido por el Partido Socialista de Galicia. Feijóo no ha dado pie a tonterías de ultraderecha. De Podemos ni es necesario hablar.

En Euskadi también se ha premiado la sensatez de Urkullu y la tranquilidad ya conocida del acuerdo de gobierno entre PNV y PSE. En tiempos de crisis, es mejor no hacer mudanzas y ese criterio de serenidad positiva ha primado en los comicios de Euskadi. EH Bildu ha sido la segunda fuerza más votada con una subida considerable. También aquí el nacionalismo y el independentismo marcan la pauta. Hay que entender que la ciudadanía vasca se ha visto en la tesitura de tener que digerir el terrorismo de ETA, intentando vivir con normalidad, algo que resulta muy complicado, pero acaso proporciona madurez política. Lo que han pretendido en Euskadi ha sido la difícil reconstrucción de la paz y la convivencia en sus pueblos y en su gestión diaria, algo muy alejado de las posiciones oportunistas con las que Pablo Casado ha intentado concurrir a esta cita electoral.

No entender cuál es la realidad de una Comunidad Autónoma supone caer en la debacle. Casado se empeñó en corregir la plana a los populares vascos, destituyendo a Alfonso Alonso, quien abogaba por un mensaje ceñido al terreno, y situó a Carlos Iturgáiz al frente de la candidatura, limitándole a transmitir las consignas de Madrid, inviables en Euskadi. Rematando la jugada, se coaligó con Ciudadanos para gozo de Inés Arrimadas que, frente a no tener ninguna esperanza, ahora se encuentra con dos escaños. Para rematar, tanta incongruencia ha dado entrada a la ultraderecha de Vox.

Ante el desaguisado, el papel impecable de Feijóo resalta con brillo propio. A partir de aquí, Casado estará intranquilo: es consciente de que tiene el enemigo en casa.