Feijóo ha ganado en Galicia y Urkullu en el País Vasco. Una frase que se podría haber pronunciado horas antes de que empezaran los comicios a tenor de cómo llegaba cada formación y lo que marcaba la demoscopia. Sin embargo, la cita electoral, enrarecida por los rebrotes y el miedo al coronavirus, ha dejado resultados sorprendentes y ha supuesto un auténtico jarro de agua fría para Podemos.

Los de Iglesias no han entendido la cita y han llegado sin un proyecto capaz de ilusionar a gallegos y vascos. Entre sendas regiones, los morados tenían antes de esta cita electoral 25 diputados (11 en Euskadi y 14 en Galicia). Horas más tarde, se han visto totalmente superados por el Bloque Nacionalista Galego (BNG) y el PSdeG en Galicia y por EH Bildu y el PSE en País Vasco. En la segunda de las plazas han mantenido a cinco diputados, pero en la tierra de las mayorías de Feijóo se han quedado a cero, sin representación, derrumbados en combate.

El líder de la formación, Antón Gómez-Reino, ha sido uno de los primeros en comparecer y dar la cara frente a la prensa. Visiblemente contrariado y apenado. El dirigente ha reconocido la derrota y ha alegado que se analizará lo sucedido y se tomarán medidas en función de las conclusiones: “Los resultados son un fracaso para nuestro espacio político. Son unos resultados inesperados para nosotros y evidentemente nos da pena no poder colaborar de otra forma para acabar con la mayoría de Feijóo y del PP. Son unos resultados muy malos que asumo en primera persona. Vamos a reflexionar de forma profunda y a partir de mañana veremos”.

Más laxa ha sido la jornada para el PSOE. Han salvado los muebles, cosechando 10 diputados en Euskadi y asegurándose la capacidad de pactar con el PNV la gobernabilidad autonómica. Más duro ha sido el revés en Galicia, donde de forma inesperada el Bloque Nacionalista Galego ha superado a los socialistas que se han quedado en los 14 diputados (los mismos que obtuvieron en 2016).

 Y mientras tanto, en Génova, especialmente atenta a lo que sucedía porque sabía que tenía mucho en juego, se respira un sabor agridulce. El PP a nivel nacional ha sido un cero a la izquierda en la campaña gallega. Feijóo es la marca. Galicia el mensaje. El PP no es más que un accesorio en el ritual del presidente de la Xunta, y eso molesta a nivel interno. Los populares están fragmentados en dos almas: la vertiente más aznarista, representada por el propio Casado y por Cayetana Álvarez de Toledo, y el sector más moderado, encabezado por el líder gallego. Frente a las críticas, mayorías. Alberto Núñez Feijóo vuelve a dar un golpe sobre la mesa, dejando a Ciudadanos y Vox fuera del escenario sin necesidad de hacer aspavientos y con un mensaje mucho más calmado que el realizado por las cabezas pensantes en Madrid.

Sirva de ejemplo el caso de Carlos Iturgaiz, quien ha encabezado el experimento de Casado de aglutinar en una misma formación al PP y a Ciudadanos. Iturgaiz pertenece al ala más dura. El PP se ha volcado en esta campaña, a fin de que los comicios fueran positivos y Ciudadanos entregase su alma a largo plazo. El resultado, el contrario: la vuelta al centro de Arrimadas cobra enteros.