De la crisis sanitaria que afecta a todo el planeta deriva una enseñanza también universal, que no habría que olvidar nunca: el valor que tienen los investigadores y los profesionales de la salud. Unos entregan sus conocimientos para cuidarnos y sanar. Y otros dedican su vida a tratar los efectos negativos de la enfermedad y a buscar el remedio.

Lo estamos viendo con el COVID. Hay un batallón de hombres y mujeres trabajando contra esa enfermedad que aún no se sabe cómo eliminar, ni de qué manera paliar sus terribles efectos.

Suelen ser personas enamoradas su tarea, cuyo nombre permanece en el anonimato para el gran público. En ocasiones, salen a la palestra en entrevistas o reportajes por el interés indudable del objetivo que persiguen.

Es el caso de un médico e investigador del hospital público madrileño Gregorio Marañón, el doctor Fernando Anaya, jefe de sección de Nefrología, profesor en Medicina de la Universidad Complutense y nada menos que investigador principal de proyectos científicos de la Unión Europea.

El domingo pasado, lo entrevistaron en Radio-5 de RNE, en el programa de Elena Marquínez. Estaba junto a una de sus pacientes: una joven madre aquejada de esclerosis múltiple cuya vida se había convertido en una pesadilla de dolor y de incertidumbre.

El doctor Anaya relató de manera sencilla su trabajo de 40 años investigando en torno a la técnica de la aféresis terapéutica. Un método que consiste en eliminar, filtrar o absorber de la sangre, mediante diversos procedimientos, las sustancias que condicionan la enfermedad.

Desde 1982 hasta ahora, en el Gregorio Marañón se han realizado más de 19.000 tratamientos de este tipo, para tratar 113 enfermedades diferentes, muchas de ellas neurológicas, agudas y/o crónicas, a 1.899 pacientes. Todo ello en coordinación con la Asociación estadounidense de Aféresis.

La paciente que intervino dejó a los oyentes sobrecogidos con su relato de cómo tener que sufrir continuos y duros ingresos hospitalarios con cada brote de esclerosis que la discapacitaba progresivamente. Gracias a esta fórmula para renovar la corriente sanguínea, consigue atajarlos cuando se anuncian los síntomas y volver a casa tras hora y media de recibir el tratamiento. También decía que, aun cuando su situación es difícilmente recuperable, la importancia de detener el avance de la enfermedad le otorga energía y posibilidades de futuro.

Esa perspectiva diferente es lo que nos aportan los médicos que investigan y buscan nuevos caminos. El doctor Anaya citó los buenos resultados también conseguidos con la fibromialgia, con el rejuvenecimiento de las células, o con pacientes de Alzheimer. Es verdad que no se habla de curación, pero sí de frenar el progreso de esas dolencias. Eso se traduce en esperanza y hoy la esperanza es tan valiosa como la vida. Gracias, doctor.