El duro golpe de las elecciones catalanas ha desembocado en un primer paso rupturista de Pablo Casado con el ‘viejo Partido Popular’ de la corrupción. La formación abandonará Génova y a todas luces supondrá la primera piedra de una reconstrucción que pasa, a su vez, por la absorción de Ciudadanos. La OPA a los liberales se cuece a fuego lento, con acentuado mimo. Un secreto a voces que lo verbalizó el martes Isabel Díaz Ayuso en Twitter por primera vez. "Es el momento de nuevas ideas, pero tambien de fusiones", deslizó. 

A nadie se le escapa que Casado quiere ser el hombre que zurza los harapos fruto de la irrupción de Vox en el tablero. La ultraderecha tambaleó el espectro diestro con vehemencia y su magnetismo atrajo a su vera a Partido Popular y Ciudadanos. La reconstrucción del fracturado espacio del centro derecha pasa por la unión de conservadores y liberales bajo unas mismas siglas o sobre las ya existentes. Casado lo sabe.

Todo formaba parte de un plan a largo plazo. El Partido Popular experimentó en País Vasco con una coalición que no fue a ningún lado. Ensayo y error. La estrategia debía de ser otra y saben que ha de pasar por la integración de Ciudadanos en la dinámica conservadora y recuperar el amplio espectro ideológico que representó en su día Alianza Popular en sus inicios.

Cataluña fue otro campo de pruebas, aunque el resultado no fue el esperado. El pueblo catalán dio la espalda, una cita electoral más, al Partido Popular. No sólo no mejoró sus prestaciones, sino que retrocedió en votos y escaños. Es cierto que la baja participación incidió en el reparto de sufragios, pero el golpe de efecto que buscaron los conservadores con la adhesión de Lorena Roldán (ex candidata de Ciudadanos) fue inocuo.

Resistencia naranja

Los planes del Partido Popular para absorber a Ciudadanos eran un secreto a voces. De hecho, desde Ciudadanos le han negado el pan y la sal a los conservadores, intentando desvincularse levemente de su acción política y augurando un futuro esperanzador para la “única fuerza centrada, moderada y responsable” de España.

Los liberales, pese a la atrofia electoral generalizada, subrayan la “necesidad” de que en el país exista una fuerza con las etiquetas de Ciudadanos. Sin embargo, el batacazo en Cataluña de naranjas y conservadores no frena el plan esbozado por Pablo Casado para la unificación del centro derecha.

Hasta el martes, ningún miembro del Partido Popular ha admitido en público que su futuro pasa por la absorción completa de Ciudadanos. Todo se movía en el anonimato que aporta el off the record. Ante las cámaras, el asunto se zanjaba entre eufemismos generalizados sin mentar a sus rivales. Pero todo ha cambiado tras las elecciones catalanas y el sorprendente anuncio de Casado del cambio de sede.

La verbalización de Ayuso

Casado, tras reunirse con la directiva del partido, ofreció una comparecencia en la que anunció que el PP se marcharía de Génova para evitar la rendición de cuentas “por asuntos que no conocemos”. Las reacciones al mensaje del jefe de los conservadores no tardarían en llegar. De hecho, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, fue la primera en airear su opinión al respecto en redes sociales.

Tuit Ayuso

La jefa del Ejecutivo regional, que según La Razón era la única líder territorial que conocía la decisión antes de la verbalización de Casado, ha sido la primera, también, en dar voz al plan de “fusiones”. Así se pronunció en su cuenta de Twitter oficial. Ayuso se despedía prematuramente de Génova y destapaba que era el momento de “nuevas ideas”, pero también de adhesiones.

Ayuso estableció al Partido Popular como la “casa común” de aquellos que anhelan “vivir en paz y libertad en España”. Supone un antes y un después este matiz de la presidenta madrileña, que deja al descubierto la estrategia de absorción de los liberales. Entre tanto, en Génova – de momento – se aceleran los planes para colocar el certificado de defunción a un Ciudadanos cada vez más debilitado y recuperar la hipertrofia previa a la fracturación de la derecha.