El párrafo que a continuación se reproduce forma parte de un editorial de uno de los medios de comunicación, Libertad Digital, más mimado y apreciado por el Partido Popular -hasta el punto de que en el sumario de los papeles de Bárcenas consta una presunta aportación a su favor de unos 400.000 euros procedentes de la caja “B” de esta formación política- que recuerda vehementemente el décimo aniversario del inicio del “caso Faisán”; el que fuera explotado hasta la náusea para desgastar al Gobierno de Zapatero mediante la manipulación informativa de su política antiterrorista aunque, a pesar de todo ello y finalmente, consiguiera el cese de la violencia etarra:

“Para la clase política y la mayor parte de los medios de comunicación, que tan acomodados parecen estar a esta paz envilecida, rememorar todos estos hechos será como evocar agua pasada que no mueve molino. (…) No es agua pasada sino una persistente ofensa a la memoria, a la dignidad y a la justicia que merecen las víctimas del terrorismo. A esa desmemoria, a esa indignidad y a esa injusticia, Libertad Digital no se sumará jamás”.

Pareciera que este periódico condena de forma tan beligerante los actos de violencia terrorista que nunca estaría dispuesto a olvidarlos en atención a quienes fueron sus víctimas, no obstante, en otro editorial de este mismo medio informativo, de octubre de 2008, escrito cuando el juez Baltasar Garzón inició la investigación de los crímenes del franquismo, y que tituló “Recurso contra un disparate a sabiendas”, se pronunciaba del siguiente tenor literal:

“A esta maniobra [la de Baltasar Garzón] que nos distrae de la crisis que padecemos, esperemos que se ponga fin cuanto antes a este injusto esperpento con el que se pretende dilapidar millones de euros del contribuyente y, lo que es peor, dinamitar la reconciliación lograda en nuestra transición a la democracia”.

Es decir, cuando las víctimas del terror no son las “nuestras” lo conveniente es apelar al olvido, a la reconciliación y a no despilfarrar recursos –“¡millones de euros del contribuyente”, decían vilmente!- para recuperar sus restos que, desgraciadamente, reposan todavía en las cunetas de nuestro país y que, desde hace más de cuarenta años que muriera el dictador, están a la espera de esa memoria y dignidad que merecen en justicia todas las víctimas de cualquier violencia incluso la que se produjo, como dijera el exministro de Aznar, Jaime Mayor Oreja, en aquella época de la dictadura que se distinguió por “su extraordinaria placidez”.

¡Cuánto cinismo, cuánta hipocresía y cuánta desfachatez!