Recuperar en el tablero electoral una posición que atraiga a una mayoría de votantes, ganar el poder, en definitiva, es el principal objetivo de los partidos políticos con opción a ello. Pero ¿dónde está ese nicho ganador? ¿Cómo se consigue acceder a él? Las discrepancias en el seno de las organizaciones acerca de esta cuestión están aflorando con dureza, como ha demostrado el PSOE en España, pero es algo que no solo ocurre aquí.

En todos los lugares hay que partir de una misma certeza: los ciudadanos empezaron a recelar de la clase política en los años 90, cuando la globalización comenzó a mermar su poder adquisitivo, un alejamiento que se ha acentuado con fuerza desde que estalló la crisis económica. Al hundimiento progresivo de los salarios se ha sumado desde entonces una creciente desigualdad entre las capas altas y bajas de la sociedad de la que habitualmente se culpa a los políticos.

Mitigar ese enfado solo será posible si se aplican políticas para deshacer los males que lo provocan, pero antes hay que acceder al poder, es decir, convencer a los votantes. Y así es como se plantea la situación en otros países de nuestro entorno:

Reino Unido

Tony Blair ha salido con fuerza a la palestra. A la vista de lo ocurrido en su partido, en el que se han impuesto por segunda vez las tesis más izquierdistas, el expremier británico y exdirigente laborista dijo la semana pasada en una entrevista a la revista Esquire que "es pronto para decir que el centro ha sido vencido". Lo más destacado en los titulares fue su anuncio de que no descarta volver a la política para intentar restaurar el valor de su propuesta de moderación.

"Es una opción abierta", afirmó, tras la que se esconde la opinión generalizada entre los cuadros del laborismo de que el actual líder, Jeremy Corbyn, no podrá ganar las próximas elecciones, abocando al partido a un largo destierro del poder. Tiene en su contra el haber apoyado a Bush en la guerra de Irak y el enorme descrédito entre la militancia que ello propició, pero el extremismo expresado por los conservadores en su conferencia de la semana pasada podría otorgarle el favor de una parte significativa de los votantes. A él si se decidiera, o algún delfín que fuera capaz de imponerse ante Corbyn.

Francia

En el país vecino la gran novedad electoral es la resurrección de otro dinosaurio, el expresidente Nicolas Sarkozy, que aspira a ganar las primarias del centro derecha y presentarse a las elecciones que se celebrarán en abril o mayo del año próximo. Al otro lado de los Pirineos la posición política de los partidos la marca en este momento la distancia con respecto al Frente Nacional de Marine Le Pen, y en la línea de sus antecesores de la derecha francesa, Giscard y Chirac, Sarkozy manifestó a finales del año que nunca negociaría una alianza con la formación ultraderechista. Sin embargo, las tesis que ha defendido este fin de semana en un mitin en París, de dureza contra la inmigración y los islamistas, le acercan bastante a Le Pen.

Las últimas elecciones regionales demostraron que en Francia el centro político ha escorado claramente hacia la derecha, tanto que incluso sus adversarios del partido Socialista, con el primer ministro Manuel Valls haciendo campaña a favor de un François Hollande cuya popularidad continúa a la baja, se han apuntado a una política de mayor dureza en el terreno laboral, con una reforma muy contestada en la calle, y hacia la inmigración, como ha demostrado el desmantelamiento de la llamada "jungla" de Calais.

Estados Unidos

Con las elecciones presidenciales a unas semanas vista aún persiste el peligro de una posible victoria de Donald Trump. Su brutal irrupción en la política, y sus posibilidades de llegar a la Casa Blanca, tienen dos causas: por un lado, también allí, el enfado hacia la clase política, y por otro, la impopularidad de Hillary Clinton, cuyo apellido dinosaurio no la avala como la mejor candidata de los demócratas. La campaña de las primarias dejó claro el giro de los norteamericanos hacia posiciones extremas, con un Bernie Sanders que se ganó el apoyo de los más jóvenes con sus propuestas izquierdistas y mantuvo su candidatura hasta el final, y con la victoria final del populismo extremo de Trump frente a los republicanos más moderados.

A pesar de todo el votante de centro sigue ahí, afirma en La Vanguardia el catedrático de Economía Antón Costas, y asegura que en España lo avalan las victorias electorales de Urkullu en el País Vasco y Feijóo en Galicia, ambos con propuestas moderadas. Asegura que son los votantes los que mandan, los que colocan a los partidos en el poder, y no los militantes de los partidos. Pero volviendo a las certezas, el cabreo ciudadano sigue vivo y nadie sabe muy bien cuál es la mejor manera de aprovecharlo políticamente.