Probablemente, Sanna Marin no esperaba convertirse en el tema más discutido del momento como consecuencia del vídeo que se ha difundido en el que se le ve en una fiesta, pero así ha sido. La primera ministra de Finlandia está protagonizando decenas de titulares tras viralizarse esta grabación en la que baila y se divierte junto a algunos amigos, lo que ha generado todo un ‘debate’ sobre si es adecuado que alguien que ostenta un cargo de tal responsabilidad protagonice imágenes como esas.

Tal ha sido la presión recibida que la primera ministra finlandesa se ha visto obligada a defenderse ante los medios. Preguntada por la prensa, Marin ha reconocido que sí consumió alcohol, pero ha negado haber tomado droga alguna. Del mismo modo, ha defendido que “le molestaba” que esos vídeos hubieran salido a la luz. “Son vídeos privados que se han filmado este verano. Tomé alcohol, pero no ninguna droga, que yo sepa. Me estaba divirtiendo con mis amigos, simplemente. Me molesta que se hayan hecho públicos”, ha indicado. 

A esto hay que añadir que, además, Marin ha avanzado que se sometería voluntariamente a un test de detección de sustancias estupefacientes para demostrar que no había consumido ninguna droga ilegal.

Lo más razonable sería pensar que el vídeo es simplemente un documento visual como cualquier otro que alguien podría tomar en una fiesta, con la peculiaridad de que aparece un cargo político. Sin embargo, las críticas no han tardado en llegar por parte de sectores de la derecha y la extrema derecha, que han tachado de irresponsable la actitud de Marin y han aprovechado para enarbolar su machismo.

“Socialdemócrata, mujer y criada por dos mujeres”

Desde ciertos sectores de la izquierda, se está apuntando a que los ataques a la primera ministra de Finlandia obedecen a cuestiones ideológicas y de género. Por ejemplo, Pablo Echenique, portavoz de Podemos en el Congreso de los Diputados, sostiene que “lo de Finlandia es un escándalo porque es mujer, joven y de centro-izquierda”, mientras recuerda que Mariano Rajoy, otrora presidente del Gobierno español, protagonizó en su momento un vídeo similar al de la primera ministra finlandesa.

“Esto es un escándalo porque es mujer, joven y de centro-izquierda. El vídeo de Rajoy bailando Raphael en un hotel es OK porque es un ‘señoro’ de derechas. Los rojos y las tías tenéis que pasarlo mal y sufrir”, ha ironizado a través de su cuenta de Twitter.

Y no ha sido el único en pronunciarse al respecto. También lo han hecho otros diputados de la formación morada como Nacho Escartín y Hugo Martínez Abarca:

“Nadie tiene que defenderse por vivir como le dé la gana sin molestar ni poner en riesgo a nadie. Nadie tiene derecho a verter mierda contra una mujer que disfruta como quiera”, ha redactado Martínez Abarca, mientras Escartín ha indicado: “Acabo de ver los vídeos de la primera ministra de Finlandia de fiesta. ¡Qué escándalo! ¡Baila y se divierte con sus amigas! ¡Es terrible, deberían apresarla! ¿Alguien no ha entendido la diferencia entre la vida y los delitos de corrupción, que son los que hay que perseguir?”.

Los casos de Rajoy y Boris Johnson

Probablemente no son muchos los que recuerden el vídeo de Mariano Rajoy, dada su lejanía en el tiempo, pero existe un caso de mayor actualidad que comparar con la situación de Sanna Marin: el de Boris Johnson, recién cesado como primer ministro del Reino Unido. El político conservador protagonizó escándalos mucho más graves que los de su homóloga finlandesa, cuando se descubrió, entre otras cosas, que organizaba macrofiestas privadas en el contexto de la pandemia por el COVID-19, cuando su propio Gobierno prohibió casi todas las reuniones.

Sin embargo, Johnson no fue objeto de críticas del calibre de las de ahora por parte de la derecha ni de la ultraderecha. Se guardó un silencio sepulcral alrededor de sus actos e, incluso, llegaron a hacerse memes elogiando su actitud.

Proximidad ideológica, género o cualesquiera que sean los motivos que tenga cada uno para juzgar ambas situaciones, lo cierto es que se ha señalado con contundencia a mujer socialdemócrata por, simplemente, divertirse, mientras se han hecho oídos sordos ante los escándalos protagonizados por un político conservador.