Pocos recuerdan ya el vibrante discurso de Pablo Casado contra Vox en el Congreso de los Diputados, en octubre pasado, cuando desgranó las razones que habían llevado al PP a votar en contra de la moción de censura que el partido ultra había presentado contra el presidente del Gobierno Pedro Sánchez.

Es como si el propio Casado se hubiera ocupado personalmente de que se olvidara aquella intervención que a muchos les pareció labrada en piedra y que a la postre han comprendido, decepcionados, que estaba escrita en la arena.

“No somos cobardes; ni furia ni ruido, no queremos ser como usted. Ha llegado el momento de pasar del enfado a algo constructivo”, le espetó Casado a un Santiago Abascal aturdido personal y políticamente por el fuego graneado de quien hasta hacía muy pocos años había compartido con él militancia en el Partido Popular.

Era el 22 de octubre de 2020. Una jornada que los analistas interpretaron como un punto de inflexión en la trayectoria de Casado, que parecía decidido a marcar distancias nítidas con Vox y a apostar por la institucionalidad y la moderación.

Ocho meses después, el PP está más cerca de Vox de lo que lo había estado nunca: decidido a recuperar el electorado conservador que emigró al territorio comanche de la extrema derecha aunque para lograrlo esté ofreciendo a esos votantes una mercancía ideológica que poco difiere de la vendida por Abascal.

Indicios y pruebas

El PP no es formalmente un partido antisistema pero materialmente actúa como tal. Su posicionamiento en contra de una prórroga del estado de alarma que era de sentido común y que reclamaban las comunidades donde gobierna, sus obstáculos a los fondos europeos contra la pandemia o su cínica negativa a renovar el Consejo General del Poder Judicial, acompañada de acciones de descrédito del Gobierno español ante Bruselas, eran síntomas e indicios de ese paulatino tránsito del PP al lado oscuro de la democracia: un lugar donde vale todo porque se considera al adversario un usurpador.

Pero el punto culminante y la prueba material de la trayectoria antisistema protagonizada por Casado tenía lugar el pasado miércoles 19 de mayo con su alineamiento en contra el Gobierno de España en un delicadísimo momento migratorio, diplomático y humanitario provocado por Marruecos.

Según cualificados observadores, Rabat está contrariado con Madrid no tanto por la acogida en un hospital español del líder del Frente Polisario como por la contestación interna que, en plena efervescencia del conflicto de Oriente Medio, le estaba generando el haber establecido de relaciones diplomáticas con Israel como moneda de cambio por la declaración de Donald Trump a favor de la marroquinidad del Sáhara Occidental. Ni España ni la Unión Europea han secundado el temerario cambio de posición de Trump, adoptado en los minutos basura de su mandato.

Cerrando los ojos a todo ello, Casado ha optado por culpar al Gobierno español de la provocación de Marruecos, que al relajar los controles en su frontera de Ceuta arrojaba en un solo día a la ciudad autónoma a más de 8.000 marroquíes y africanos, muchos de ellos menores.

Carne de Vox

Mientras la Unión Europea se apresuraba a apoyar a España y muchos ciudadanos tenían el alma en vilo por el riesgo de que se produjera una escalada de tensión en la delicada frontera sur, el primer partido de la oposición dejaba solo al Gobierno de su país y, para redondear la maniobra, ultimaba para la semana que viene una batería de agresivas interpelaciones a la vicepresidenta Carmen Calvo y a los ministros de Exteriores, Interior y Migraciones, a quien junto al presidente responsabiliza de lo sucedido.

Da pánico pensar qué habría dicho y hecho Casado si algún miembro del Gobierno se hubiera reunido telemáticamente hace solo unos días, como él mismo hizo, con un ministro de Marruecos y el líder de un partido que reclama la anexión de Ceuta y Melilla por el reino alauita.

El PP teme no que Vox rentabilice políticamente la crisis, sino que la rentabilice solo él. A su estrategia antipatriótica tal vez no sea ajeno este dato del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS): más de la mitad de los españoles piensan que los inmigrantes (pobres) abusan de las prestaciones del sistema sanitario público o disfrutan de más ayudas sociales, familiares o escolares que los nativos. Una porción significativa de ese 50 por ciento es ‘carne electoral de Vox’.

El abismo que separa al Casado del 22 de octubre de 2020 del Casado de 19 de mayo de 2021 dibuja algo peor que un líder sin fuste: prefigura el sombrío horizonte de un partido de gobierno dispuesto a pisar cuantas líneas rojas sea preciso para desalojar de la Moncloa al ‘usurpador’.