Hace poco más de cinco años, Isabel Díaz Ayuso era la persona encargada de poner voz y pensamiento a Pecas en redes sociales, el perro con el que Esperanza Aguirre trató de captar votos en las elecciones de 2015 a la alcaldía de Madrid, la cuales terminó por ganar Manuela Carmena.

Un lustro después, Ayuso está al frente de la Comunidad de Madrid y debido a su papel protagonista en la batalla del coronavirus, se ha erigido como una de las figuras más importantes del Partido Popular, rivalizando, incluso, con su presidente y valedor Pablo Casado. De hecho, la verdadera oposición al Gobierno se la hace la Comunidad de Madrid y no los 89 diputados populares que toman asiento semanalmente en el Congreso de los Diputados. 

Es más, Ayuso está  trascendiendo a su propio partido y se está convirtiendo, poco a poco, en un sinónimo de la propia región de Madrid, consiguiendo fusionar su figura con su formación y creando una especie de liderazgo que guarda estrecha relación con otras figuras políticas como las de Manuel Fraga, Jordi Pujol o en la actualidad, Alberto Núñez Feijóo. Nacionalismo populista de manual.

Con su política frente al COVID-19 y su proyecto puramente liberal, Ayuso, al puro estilo Puigdemont, se está apropiando de términos abstractos tales como la libertad. Un ejercicio político maquiavélico e inteligente ¿Quién puede estar en contra de un término tan puro y bello? "Madrid es el territorio más libre. A Madrid se viene a que a uno le dejen en paz. A Madrid se viene a ser catalán, vasco, empresario, estudiante y a empezar de nuevo una y mil veces", ha expresado la presidenta. La propia Ayuso ha definido en repetidas ocasiones su Ejecutivo como "el Gobierno de la libertad". Gota a gota, el mensaje populista va introduciéndose en el imaginario colectivo.

Otro comportamiento similar con el populismo nacionalista es el del victimismo. Véase el "España nos roba" catalán o el papel de TV3 como organo propagandístico del independentismo catalánAl más puro estilo Marta dedos rotos, Isabel Díaz Ayuso también ha ido de víctima en aras de incendiar la conciencia de los ciudadanos madrileños y enfrentarles a un enemigo común, en este caso el Gobierno de Sánchez. Quién iba a pensar que veríamos a un miembro del PP denunciar que el Gobierno pretendía implantar un 155 en la Comunidad de Madrid. José Luis Martínez lo hizo. Como Quim Torra o Carles Puigdemont.

Este ejercicio demagógico se ha evidenciado durante la pugna entre Comunidad y Estado en torno a si confinar o no Madrid en el mes de septiembre. En ese momento se estaban enfrentando dos modelos y Ayuso luchó tenazmente por el suyo y no dudó en denunciar que existía "madrileñofobia". El diputado del PP José Ignacio Echániz llegó a decir en sede parlamentaria al Gobierno que odiaba España y Madrid

Es cierto que algunos ramalazos de provincias por parte de ciertos dirigentes políticos han dado alas a fomentar esa idea. El mismo mes de septiembre, el presidente de Castilla La-Mancha, Emiliano García Page, culpó a la "bomba radiactiva vírica" de Madrid del "80% de los casos" de su Comunidad. Al principio del estado de alarma, Compromís pidió aislar Madrid y durante la desescalada Fernando López Miras, presidente de Murcia, alertaba sobre la situación de Madrid y el peligro que entrañaba la movilidad de sus ciudadanos. Y sin olvidar la televisión pública catalana, que llegó a calificar a Madrid como el origen del virus. El único dirigente en utilizar inteligentemente la situación fue Miguel Ángel Revilla, quien intentó seducir al turismo madrileño abriendo de par en par Cantabria. 

Tras el verano, la relación entre Madrid y el Ejecutivo empeoró. Durante el debate, el Gobierno y el Ministerio de Sanidad argumentaron con conceptos sanitarios. Ayuso abogaba por anteponer intereses económicos, así como esgrimía una estrategia basada en la persecución contra su persona y su 'patria' de cinco estrellas. Según ella, la propuesta ministerial tenía una base ideológica cuya intención era "asfixiar" a Madrid: "El PSOE lleva 25 años intentando gobernar Madrid e intentan intervenir la Comunidad por la puerta de atrás con el pretexto de la salud pública, cuando no les ha importado absolutamente nunca". En septiembre la incidencia acumulada rozó los 800 casos por cada 100.000 habitantes. Ahora, Madrid está por debajo de los 300. Ayuso 'ha ganado' el relato.

Otro de los conceptos de los que pretende apoderarse Ayuso es del término España. Al igual que "Madrid es libertad", ahora "Madrid es España". ¿Está queriendo decir Ayuso que son los madrileños los únicos ciudadanos libres de España? ¿Es Madrid un oasis de libertad frente al terror "socialcomunista" que asola el país? ¿Solo eres verdaderamente español y libre si eres madrileño? Si eres capaz de inocular en la mente de tus votantes que tu proyecto político es sinónimo de "libertad" y "España", ¿a quién no vas a seducir? Desgraciadamente, son términos prostituidos, ya que para el PP de Madrid libertad es sinónimo de liberalismo económico. Sinónimo de destruir los servicios públicos y beneficiar la iniciativa privada. Sinónimo de la desigualdad, la falta de cohesión social y el individualismo. Irónicamente, todo lo contrario de lo que es Españal, un país plural, solidario y en el que prima el colectivo. 

Como acto representativo para dar color a la política de Ayuso, se puede destacar el acto que protagonizó junto a Pedro Sánchez en aras de mostrar un supuesto acuerdo entre la región y el Gobierno. ¿Qué dijeron? Difícil recordarlo porque días después no existía ningún acuerdo. Aquella escena recordó a las reuniones bilaterales Torra-Sánchez, en las que el presidente que dijó que el castellano era "la lengua de las bestias", pretendía adquirir un puesto equivalente al del presidente del Gobierno. Rodeada de banderas de España y de Madrid, Ayuso pudo experimentar esa misma sensación que experimentó el presidente catalán.

En definitiva, la evolución de Ayuso es realmente interesante. De ser Pecas a reinar en Madrid. Y adquiriendo un tinte nacionalista nunca antes visto en la Comunidad. Reflexionar sobre este uso partidista de conceptos abstractos, enervar las mentes de los ciudadanos creando un enemigo imaginario y exaltar una región, sus símbolos y valores, lleva irremediablemente a un término muy alejado de la libertad y que infunde un gran miedo: el fascismo. Enhorabuena a Miguel Ángel Rodríguez.