Entre banderas de la España constitucional, aspas de Borgoña y enseñas del águila franquista, ha aflorado una nueva bandera en las recientes concentraciones contra la amnistía y contra los pactos del PSOE con los partidos independentistas: la bandera de España, pero sin el escudo heráldico que preside la misma, eliminado mediante un recorte que deja un agujero en la insignia nacional.

Durante estas protestas, se han escuchado cánticos y reivindicaciones de toda clase. Algunos, de hecho, poco o nada han tenido que ver con el móvil de la convocatoria: insultos racistas, xenófobos y cánticos fascistas han ensordecido las calles de Madrid en una serie de manifestaciones que, en una primera instancia, surgieron para protestar contra las negociaciones de los socialistas con los partidos secesionistas, pero que, al final, se han convertido en un clamor colectivo en el que la derecha y la extrema derecha han campado a sus anchas y han expresado sus proclamas sin ningún tipo de censura. Y uno de los objetivos de dichas reivindicaciones, además de Carles Puigdemont, de Pedro Sánchez y de otros políticos de izquierdas, ha sido el jefe del Estado, el rey Felipe VI, al que la derecha y la ultraderecha han pasado a considerar, en el tiempo reciente, como un enemigo más. Pero, ¿a qué se deben los recortes a la bandera y las consignas contra la Casa Real?

'Felipe, masón, defiende tu nación'

La repentina demonización de Felipe VI por parte de la derecha y la ultraderecha procede de su descontento por varios acontecimientos políticos recientes. En primer lugar, por considerar que el jefe del Estado mantiene un discurso social "muy escorado hacia el progresismo", favorable a movimientos políticos como el feminismo y sus reivindicaciones o "cómplice de la inmigración ilegal", acusándole de "fomentar y participar" de las proclamas de la Agenda 2030, a la que las derechas más conspirativas se oponen frontalmente. Algunos, incluso, se atreven a denominarle como "masón" y "contrario a los intereses de España".

En segundo lugar, porque tras haber propuesto al presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, como candidato a la investidura en calidad de candidato más votado y que éste no reuniera los apoyos necesarios para ser investido presidente, fue a Pedro Sánchez a quien propuso en segunda instancia, como segundo candidato más votado en las elecciones y como la figura que parecía poder reunir los votos necesarios para formar Gobierno, o, lo que es lo mismo, cumplir la función de la Jefatura del Estado a este respecto y tratar de encauzar una nueva legislatura.

La proposición de Sánchez como candidato, habiendo quedado en segundo lugar tras las elecciones y viendo cómo estaba el tablero político, que provocaría que fuese necesario negociar con los independentistas para sacar adelante la investidura, no se vio con buenos ojos desde la derecha y la extrema derecha, por lo que Felipe VI comenzó a granjearse la tirria de los mismos que mantenían cierto respeto hacia su figura hace no tanto tiempo. Las redes sociales reclamaban al monarca que "hiciese algo", que "frenase este atropello anticonstitucional" y que "vetase las negociaciones de Sánchez y la ley de amnistía". Sin embargo, el rey sólo hizo lo que le corresponde en sus competencias: proponer, primero, al candidato más votado, y al no conseguir éste los apoyos necesarios para gobernar, proponer al segundo. Si Sánchez no hubiera sido capaz de reunir suficientes apoyos para la investidura, sería entonces cuando se pasaría a una repetición electoral, y no antes de asegurarse que existía un segundo candidato capaz de formar gobierno, con independencia (valiendo el chascarrillo) de cuál era la índole de los pactos y negociaciones llevados a cabo.

Por esta serie de motivos, el rey ha pasado a ser persona non grata entre la extrema derecha, y es por ello que están comenzando a verse banderas con el símbolo real recortado, para manifestar la oposición a su figura. Un rechazo que también se verbalizó en las concentraciones frente a Ferraz, con cánticos como "Felipe, masón, defiende tu nación" o "Los Borbones, a los tiburones". Así, Felipe VI ha pasado, en poco tiempo, de ser el símbolo de la Jefatura del Estado a ser, para las derechas más radicales, un enemigo de la nación por su "inacción" ante las negociaciones entre socialistas y separatistas. Como si el rey tuviera competencia alguna para hacer eso sin incurrir en una vulneración a la separación de poderes, la misma que los manifestantes argumentan que se está produciendo con la ley de amnistía.

Noviembre Nacional: la 'otra' bandera

Además de la 'bandera del agujero', otro símbolo está cobrando cada vez más protagonismo entre los manifestantes. En concreto, una doble 'N' con una cruz en medio, que simboliza las siglas de 'Noviembre Nacional', el nombre con el que la extrema derecha está pretendiendo que se conozca esta oleada de protestas.

Numerosos usuarios en redes sociales están empezando a compartir este símbolo y a ponerlo en sus perfiles, e incluso cargos políticos de relevancia están haciendo lo propio. Ha sido el caso del vicepresidente de Castilla y León, Juan García-Gallardo, quien se ha puesto esta insignia como imagen de perfil en su cuenta de Instagram.

Agujeros en la bandera, 'masonería', símbolos alternativos, acusaciones de complicidad con una presunta ruptura de España... La extrema derecha ha caldeado la calle y la bandera hueca y el rechazo a la figura de Felipe VI (por los motivos expuestos en concreto, que no otros) son consecuencia directa de ello.