Pedro Sánchez se convirtió este viernes en el primer político que en la España constitucional vio rechazada su candidatura en el Congreso de los Diputados. El dirigente socialista sólo obtuvo 131 escaños (PSOE y Ciudadanos más el de Coalición Canaria) que le dejaron lejos de la mayoría que necesitaba para convertirse en presidente del Gobierno. Pese a la innegable derrota, a la salida del debate de investidura, las caras de los dirigentes socialistas eran de satisfacción. Casi reflejaban triunfalismo.
Ya la avisó el portavoz del grupo socialista, Antonio Hernando, pocos minutos antes de que la mayoría del Congreso votase en contra de Sánchez. “Hemos ganado el futuro, y el futuro será el acuerdo”, afirmó con solemnidad. Y es que 75 días después del 20-D y a 58 días para elegir un presidente o que se convoquen unos nuevos comicios, Pedro Sánchez ha reforzado su liderazgo interno en el PSOE y sigue encarnando la única opción viable para sustituir a Mariano Rajoy.
Todos menos el PP dispuestos a apoyar a Sánchez
Podemos votó en contra de su investidura, pero Pablo Iglesias abandonó el discurso incendiario para ofrecer a Sánchez el “pacto del beso”. Joan Baldoví, de Compromís, recalcó que el revés del PSOE no debía ser visto como un fracaso, “sino como una excelente oportunidad para explorar nuevas posibilidades”. Alberto Garzón emplazó a Sánchez a retomar el lunes las conversaciones para “sacar al PP del Gobierno”. Los nacionalistas catalanes manifestaron su intención de permitir al socialista gobernar si facilitaba la celebración de un referéndum y Ciudadanos volvió a evidenciar que está tan cerca del PSOE como lejos lo está del PP.
Y es que si el Partido Popular mantenía la creencia de que tras el fracaso de Sánchez podría alcanzar un acuerdo con Ciudadanos al que el PSOE se acabaría sumando a última hora, el transcurrir de los hechos en esta semana debería haber disipado todas las esperanzas de los populares. Las negociaciones entre Ciudadanos y PP están rotas. Si el miércoles Rivera exigió la retirada de Rajoy, este viernes el dirigente de la formación naranja fue un paso más allá al recalcar que “no es tiempo de conformismo ni pereza” y afear al Partido Popular que vote igual que Podemos o Bildu.
Rajoy y la realidad
Mientras tanto, Rajoy parece seguir haciendo méritos para protagonizar la segunda parte de la película de Los Otros, gracias a su incapacidad para distinguir el mundo de los muertos con el de los vivos. El presidente en funciones actuó este viernes como si todavía dispusiese de una larga vida política y no contase con el rechazo frontal del conjunto de los grupos políticos que cuentan con representación en el hemiciclo. Ya no es que Rajoy confundiese una sesión de investidura con una “farsa”, un “vodevil”, una “comedia de enredo” o una “caricatura de ficción”. Es que en su discurso, el presidente del partido de Luis Bárcenas, Rita Barberá, Rodrigo Rato… consideró que aceptar el mandato del jefe del Estado para formar gobierno es una nueva forma de “corrupción”.
Pero cuando acabó la votación y los diputados se disponían a abandonar el hemiciclo entre una nube de periodistas, Rajo se dio de bruces con la realidad. Cerca de cincuenta redactores y reporteros gráficos esperaban la salida de los políticos. El primero en salir fue Pablo Iglesias, quien observó como al igual que “la gente educada abandona Podemos”, los micrófonos dejaban de prestarle atención cuando por el pasillo avanzaba el presidente del Partido Popular y el secretario general del PSOE.
Rajoy tuvo que refugiarse en una sala secundaria del Congreso. Los periodistas prefirieron escuchar a Pedro Sánchez, que se comprometió a “seguir trabajando para lograr la mayoría que propicie un cambio en nuestro país”. Para el dirigente del PSOE, lo ocurrido este viernes no es más que “un punto y aparte”. Media hora después de su huida, Rajoy volvió a aparecer en escena. Entre la lluvia, sus palabras apenas captaron la atención de los medios de comunicación. Pese a haber ganado las elecciones, la realidad parlamentaria sitúa a los 123 diputados del PP en una situación residual. Por mucho que le pese, todos los focos siguen puestos en el líder del Partido Socialista Obrero Español.