Es lo primero que dicen quiénes viven en Londres: es una ciudad distinta, casi desconocida. De urbe cosmopolita, abierta y valiente ha pasado a ser en pocos meses un extraño lugar donde se recela del extranjero, una ciudad con miedo a nuevos atentados y en la que un incendio ha causado una catástrofe de proporciones descomunales en la parte pobre de uno de sus barrios más conocidos, Notting Hill.

Empezando por lo más reciente, y solo una semana después de unas elecciones que han dejado un país dividido y abrumado, el fuego en la Torre Grenfell ha abierto aún más la enorme brecha que separa a conservadores y laboristas. Ha sido en la parte más sencilla de la política: acercarse a los ciudadanos con cariño, mostrar el pesar de los dirigentes por lo ocurrido, prometer enmendar el daño pronto y con justicia reparadora. Pues ni de eso ha sido capaz la Primera Ministra, Theresa May, en funciones hasta la formación de un nuevo Gobierno. De la misma forma que eludió participar en el debate televisado con los candidatos de los demás partidos durante la campaña, su visita a la torre siniestrada fue lejana, restringida a un solo lugar desde el que se limitó a observar los daños con ojos de perito y, por supuesto, sin hablar con ningún damnificado.

Todo lo contrario que el líder de la oposición, el renovado y fortalecido Jeremy Corbyn. Su fotografía abrazando a una mujer que vivía en la torre, mientras ojea los documentos que acaba de entregarle en los que se constata la deficiente seguridad del edificio, marca una forma diferente de acercar la política a los ciudadanos. Es muy posible que Corbyn no llegue nunca a ocupar el 10 de Downing Street, pero lo merece mucho más que otros. Más que, por ejemplo, el nuevo jefe de Gabinete de May y ex ministro de Vivienda, Gavin Barwell, que nunca llegó a poner en funcionamiento unas prometidas medidas antiincendios en los edificios de propiedad pública como la Torre Grenfell. May ha ordenado que se abra una investigación, pero para cuando termine es posible que ese político haya cambiado de profesión, por si acaso.

Esa misma gente es la que está intentando formar un nuevo gobierno con lo más rancio de la sociedad británica, el DUP, partido de extrema derecha de Irlanda del Norte, para negociar el Brexit, otra de las principales causas de la gran depresión que abruma al país. Una depresión que puede pasar pronto de mental a económica a la vista de las consecuencias que ya ha empezado a tener la anunciada salida de la Unión Europea. Como la bajada del precio de la libra, de la que también se quejan quiénes viven en el Reino Unido y viajan frecuentemente al extranjero.

Una ciudad vulnerable por culpa de los recortes

El atentado del puente de Londres, sumado al de Westminster en marzo, ha llevado a la ciudad una nueva sensación de vulnerabilidad. Las autoridades aseguran que se han desactivado varios ataques desde 2005, pero los datos aireados durante la campaña han demostrado un grave descenso en el número de agentes de policía en los años de la crisis y los recortes. Cierto es que la lucha antiterrorista es más eficaz en los centros de inteligencia, pero esa reducción de agentes se ha identificado con una menor atención al seguimiento y control de presuntos terroristas, que también es importante.

Con todo, el incendio de Londres podría dejar más víctimas mortales que ambos atentados juntos. Aunque tardará en conocerse la cifra total de fallecidos en la torre, la búsqueda entre los escombros dará nuevas sorpresas y mantendrá la ciudad sumida en su depresión cada vez que miren el rascacielos, visible desde muchas partes de la ciudad.

El revestimiento exterior deslabazado y el color negro producto de las llamas convivirán con las negociaciones del Brexit, que tienen previsto comenzar el lunes sin que haya un plan sobre la mesa y, posiblemente, sin un Gobierno definitivo con una estrategia responsable. Y también estará muy presente el inevitable miedo a nuevos atentados, por lo visto muy difíciles de prevenir.

El incendio, los ataques y las consecuencias de un Brexit que la mayoría de los londinenses rechazaron en el referéndum se abaten sobre la ciudad del Támesis con una fuerza que pone a prueba el aguante de los ciudadanos. La capital del antiguo Imperio británico es ahora una ciudad acosada en un país que no tiene nada claro su futuro. Malas noticias para quiénes la queremos tanto.