En una secuencia de Los espigadores y la espigadora (2000), Agnès Varda filma el dorso de sus manos mientras su voz en off subraya que “me dicen que pronto llegará el fin”. Cuando rueda el film cuenta setenta y dos años. Y consciente de hallarse en la entrada de su crepúsculo vital, la cineasta, fiel además a esa vitalidad que le ha acompañado hasta el final, proseguirá con su ritmo creativo habitual hasta concebir el título que cierra su filmografía, el largometraje documental Varda por Agnès (2019), que se proyectó por primera vez el 13 de febrero de 2019 en la selección oficial del Festival de Berlín, un mes antes de su fallecimiento en París.

Desde Los espigadores y la espigadora, film con el que inaugura el siglo XXI y cuyo inesperado éxito de taquilla supuso la revalorización del género documental hasta entonces relegado a la pequeña pantalla, Varda realizará seis largometrajes documentales más, es decir, su continuación, Dos años después (2002), en el que vuelve a visitar a los personajes que rodó en aquel para ver como influyó en ellos el eco obtenido. A este le siguió Cinevardaphoto (2004), formado por tres cortos documentales que giraban en torno a fotografías tomadas por la directora de origen belga, dos de ellos rodados tiempo atrás, Salut les cubains (1963) y Ulysse(1984), e Ydessa, les hors etc. que filmó ese mismo año de 2004; Quelques veuves de Noirmoutier (2006), retrato coral de un grupo de viudas que habitan en la isla de Noirmoutier y documental que surge a partir de la videoinstalación L’île et elle que concibió para la Fundación Cartier de París; la autobiográfica Les plages d’Agnés (2008) y Caras y lugares(Visages villages, 2011) en la que junto al fotógrafo JR recorre diferentes lugares de Francia para retratar a sus habitantes, con cuyas instantáneas, ampliadas a gran tamaño, intervienen en muros y fachadas de edificios.

Además, realizó una miniserie documental formada por cinco episodios de 45 minutos de duración, Agnès de ci de la Varda (2011), otra suerte de diario fílmico en el que la veterana cineasta, con su pequeña cámara en mano, va «filmando aquí y allá, caras y palabras, museos, ríos y obras», tal como ella expresa en voz en off a propósito de sus viajes por diferentes lugares del mundo invitada para dar conferencias en filmotecas, universidades y festivales. Lugares como el estudio de su amigo el cineasta Chris Marker o la casa donde vivió el director de cine brasileño Glauber Rocha en Río de Janeiro, o encuentros como el que tuvo con un ya centenario Manoel de Oliveira quien, en un momento dado, realiza una imitación de Charlot ante la cámara de Varda. De este período son también los cortometrajes de ficción Le lion volatil (2003) y Les 3 boutons (2015), pieza de poco más de diez minutos de duración que hizo por encargo para la serie de diecisiete cortometrajes que componen hasta la fecha la serie Women’s Tales auspiciada por la marca de moda Miu Miu. A todo ello se suman las diversas instalaciones audiovisuales que la cineasta expuso en numerosos museos y centros de arte, instalaciones que la cineasta también desgrana en Varda por Agnès. En España se pudieron ver Las dos orillas de Agnès Varda en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla entre octubre de 2012 y abril de 2013 o las nueve instalaciones que se exhibieron en el Pazo da Cultura de Pontevedra entre junio y agosto de 2018 bajo el título Variacións ao redor do mar.

"Varda por Agnès", de Angès Varda

En su excelente Varda por Agnès la cineasta habla sobre sus rasgos de estilo y que ella define con el término cinécriture (cine-escritura), es decir, una combinación entre el ensayo, la autobiografía y la ficción. De hecho, sus largometrajes de ficción –el último sería Las cien y una noches (Les cent et une nuits de Simon Cinéma, 1995), un particular homenaje al centenario del cine protagonizado por Michel Piccoli y en el que participan intérpretes de la talla de Robert de Niro, Marcello Mastroianni, Anouk Aimée, Fanny Ardant, Catherine Deneuve, Harrison Ford, Gérard Depardieu, Jane Birkin, Alain Delon, Jean-Paul Belmondo o Harry Dean Stanton–, están concebidos con la mirada y las estrategias del cine documental. Pero en sus documentales, Agnès no solo se acerca a todos aquellos que forman parte de su círculo de amigos y conocidos sino a esos seres corrientes que, de una manera u otra, están relacionados con la temática que ella trata en un momento dado. «Nada es banal si hay empatía y amor por las gentes que filmo», dice en Varda por Agnès. Un acercamiento a la realidad que, según sus palabras, le facilitó la aparición de las pequeñas cámaras digitales que le proporcionaron una gran libertad de movimientos, incluso para filmar charlas o actos de homenaje que le dedican desde su propio punto de vista como deja constancia en la citada miniserie Agnés de ci de là Varda. Y cuestiones que expone en Varda por Agnes, un film construido a partir de diversas conferencias y charlas que impartió sobre sus películas, sus métodos de trabajo o sus estrategias narrativas y de puesta en escena. Al comienzo del film, Varda establece sus claves creativas a partir de tres palabras. La inspiración, que según explica es la razón por la cual un cineasta concibe un film, es decir, «las motivaciones, las ideas, las circunstancias y la casualidad que despiertan un deseo y se ponen a trabajar para hacer una película». La creación, que «es cómo hacemos la película. Qué medios usas, cómo se estructura». Y por último compartir, porque «no hacemos films para verlos solos, sino para mostrarlos».

A partir de ahí, Varda repasa su filmografía, en la que desgrana las claves de cada una de sus películas. Una de ellas es el azar, porque, según cuenta, cuando asiste al Festival de San Francisco, hay alguien que le comenta que muy cerca, en Sausalito, hay un pintor que vive en un barco cuyo apellido es Varda. Ella decide visitarle y descubre que se trata de su tío Jean Varda, encuentro que le sirve para concebir su cortometraje Oncle Yanco (1967). De su segundo film, Cleo de 5 a 7 (Cléo de 5 à 7, 1962), afirma que su concepción partió de dos ideas. Por un lado del miedo que había en los años 60 al cáncer y por otro las condiciones que le impuso el productor, porque no había mucho dinero, lo que hizo que se replantease una historia que durase el tiempo de la propia película a partir de dos conceptos temporales: el tiempo subjetivo, que es «el tiempo que experimentamos», y el tiempo objetivo, que es el que «se cuenta en horas, minutos y segundos».

"Varda por Agnès", de Angès Varda

Desde su primera película, La pointe courte (1955), para muchos el título que realmente establece las premisas conceptuales y estilísticas de la Nouvelle Vague, Varda filma con la mirada del documentalista mientras sigue a sus protagonistas, sean reales o personajes de ficción, a la vez que capta lo que sucede a su alrededor. Espíritu con el que mira a la comunidad afroamericana de Auckland, muy cerca de San Francisco, en Black Panthers(1968), durante sus protestas por la liberación de varios de sus líderes detenidos por la policía, como Huey Newton, y lucha que se convierte en una reivindicación de su identidad; o con el que concibe su largometraje documental Daguerréotypes (1976), un retrato coral de los comerciantes de la calle Daguerre de Paris, donde siempre vivió la cineasta. En Varda por Agnés, la directora también pone de manifiesto su interés por los movimientos sociales, desde las revueltas feministas que reivindican la libertad de la mujer, su derecho al aborto y al uso de anticonceptivos y que dentro del terreno de la ficción plasma en Una canta y la otra no (L’une chante l’autre pas, 1977); hasta el descarnado retrato de la joven vagabunda que rechaza vivir dentro del sistema a quien encarna Sandrine Bonnaire en Sin techo ni ley (Sans toit ni loi, 1985), film que le valió el León de Oro en el Festival de Venecia; o la infidelidad en el matrimonio en La Felicidad, (Le bonheur, 1965) y de la que la cineasta habla sobre el manejo del color.

En Varda por Agnés está presente su marido, el cineasta Jacques Demy, a través de la trilogía que le dedicó y que inaugura Jacquot de Nantes (1991), cuyo guión parte de los recuerdos que escribe aquel durante la enfermedad que le llevaría a la muerte en 1990. Varda explica que utilizó tres líneas estéticas: el blanco y negro para narrar su infancia, el color para las secuencias de los propios films de Demy en las que el cineasta reprodujo escenas y escenarios de su niñez en Nantes y los primerísimos planos del propio Demy quien no llegaría a ver el film acabado. A continuación rueda el documental Les demoiselles ont eu 25 ans (1992) con motivo del homenaje a Demy que organiza la ciudad al cumplirse el 25 aniversario del rodaje de Les demoiselles de Rochefort (1967) y al que asisten Catherine Deneuve, Michel Piccoli o el compositor de la banda sonora, Michel Legrand. Y por último, el también documental L’univers de Jacques Demy (1995), un retrato en profundidad de su figura.

Producida por su hija Rosalie Varda y con el actor Dany Boom en tareas productor asociado, Varda par Agnès es un magnífico documental que además ha adquirido la cualidad de convertirse en un valioso testamento cinematográfico que cierra una filmografía con casi cincuenta títulos y que abarca algo más de sesenta años de vida.

"Varda por Agnès", de Angès Varda