Las guerras siempre vuelven. Siempre hay alguna potencia o líder energúmeno dispuesto a encender una mecha, una industria armamentística que se niega a perder privilegios y masas de personas contagiadas de furor belicista. Estamos a pocas semanas de que se cumpla un año del estallido de la guerra de Ucrania, y en esta antesala, el Teatro del Barrio recupera Siete Segundos los viernes y sábados 10, 11, 17 y 18 de febrero.

Un montaje que el año pasado se estrenó en Sala Mirador y parte de un texto del dramaturgo alemán Falk Richter que centra el foco en la relación que existe entre el belicismo de la cultura estadounidense, el capitalismo y el consumismo. Rubén Romero dirige esta comedia satírica, esta adaptación postmoderna producida por La Madrugada Teatro y que protagonizan Inma Almagro, Sato Díaz, Belén Landaluce y Pedro Rubio. La obra pretende sacarnos los colores por mirar hacia otro lado cuando las batallas no se libran en nuestros territorios. "Porque cuando la guerra es una realidad, se hace imprescindible reflexionar sobre ella para generar una cultura de paz", expresa la compañía.

Así, Siete Segundos nos muestra a una ciudadanía aislada en su cotidianidad, que mira a la guerra como un espectáculo televisivo, donde normaliza el dolor ajeno y es incapaz de actuar. Bañada de humor ácido, nos trae a la memoria un paisaje árido, un desértico campo de batalla de las potencias mundiales, que hoy es el centro de Europa. Se sirve de la risa, el exabrupto y la incorrección política para contarnos la historia de una guerra cualquiera entre países de renta alta, exportada, como siempre, a otros de menor renta.

A veinte años del 11S, el terror y el miedo sembrado en los conflictos de Iraq y Afganistán se presentan en un escenario poco común y esperado para los europeos. Mientras Brad, un patriota, un fighter, pelea por su país, su mujer y sus hijos comen donuts y no intuyen nada, pero nada, absolutamente nada de lo que ocurre fuera de su pequeño mundo, allá en países lejanos. Saben que papá va de caza, caza hombres malos, pero del resto poco saben.

¿Por qué se producen las guerras?

Para responder a esta pregunta se suele acudir a citas de estadistas, militares o pensadores, desde Maquiavelo a Von Clausewitz. Al margen de razones filosóficas o políticas, la guerra es el fracaso de todo lo demás, es el último resorte que salta cuando no funcionan otros mecanismos que la eviten. Lo desalentador es que siempre existen grupos de interés y elementos de poder que presionan para que esos otros cauces no tengan éxito, lobbys que desean la guerra porque esta les favorece. Creemos que Falk Richter supo reflejar esta reflexión con mucha ironía en Siete Segundos.

Esas mismas personas que jamás pisarán el frente fabrican argumentos y empujan a otros a empuñar las armas y a morir envueltos en un solemne despliegue de banderas coloridas y ritos marciales que intentan camuflar la cruda realidad. Erich Maria Remarque, veterano de la Primera Guerra Mundial, puso en boca de su antihéroe literario Paul Bäumer estas palabras: “Vivimos en las trincheras. Luchamos. Intentamos seguir vivos. Y a veces nos matan. Es todo”. 

¿Por qué habéis recuperado esta obra de Falk Richter?

Siete Segundos fue una reacción a la ‘Guerra contra el Terror’ de principios de este siglo. La invasión de Afganistán se inicia tan solo veintiséis días después de los atentados del 11S y dieciocho meses más tarde se produce la de Irak. En ese momento, mientras los engranajes del mundo giran rápidamente, es cuando Richter escribe un alegato contra el espectáculo de la guerra, la manipulación de la opinión pública y el imperialismo.

Creemos que ese análisis que hizo Richter hace veinte años fue especialmente clarividente y contracultural. Su crítica alcanza a cualquier conflicto en cualquier tiempo. Esa es la razón por la que la invasión de Ucrania nos hizo pensar que Siete Segundos volvía a ser pertinente ahora que los mismos engranajes vuelven a girar, ya no en desiertos lejanos, sino en nuestro propio patio de atrás.

¿Por qué somos tan poco empáticos con las guerras que ocurren a cientos de miles de kilómetros?

Por una parte, y por terrible que sea, parece que la falta de empatía por lo que ocurre lejos es un simple mecanismo de defensa que nos permite continuar con nuestras vidas. Convivimos con conflictos armados en países lejanos que llevan décadas abiertos, enquistados y provocando víctimas. Si están lejos y no nos involucran, los olvidamos fácilmente. Podemos asumirlo como normal. El texto de Richter hace hincapié en el papel de los medios de comunicación como pregoneros y a la vez sepultureros de estas guerras lejanas. 

Por otra parte, lo dramático, donde Siete Sergundos también pone el acento, es que a medida que el conflicto nos involucra más y se nos hace más cercano, ese mismo efecto narcótico no desaparece. Puede que la sorpresa y el interés duren un poco más, pero poco a poco se desvanece, los medios apuntan en otra dirección y pasamos página. Por eso creemos que reeditar este montaje un año después del inicio de la guerra en Ucrania es necesario.

¿Se puede hablar de una guerra con humor?

Creemos que no solo se puede sino que se debe hablar de una guerra con humor. Y no solo hacerlo pasado un cierto tiempo, sino hacerlo en el momento en el que esta ocurre. Es cierto que la extensión y el tono de ese humor siempre provocará controversia y quizás incluso hiera sensibilidades. Sin embargo, el humor permite abordar cuestiones que se nos hacen insoportables desde otros puntos de vista. Por eso películas como El Gran Dictador (Chaplin, 1940) o To be or not to be (Lubitsch, 1942) tienen tanto valor y vigencia actual.

Siete Segundos, tanto por su texto original como por este montaje de Rubén Romero, aborda la cuestión desde la ironía y el humor más corrosivo, con lo que no solo no resta gravedad a la cuestión que trata, sino que trata de analizarla y darle una explicación rebajándose al absurdo, a su mismo lenguaje estúpido.