Ya era un buen día simplemente porque era viernes. Pero entonces, como si el universo hubiese decidido regalarnos una alineación de astros, el día amanece convulsionado: Romeo Santos y Prince Royce han lanzado un álbum conjunto sin previo aviso. De repente, el día ha mejorado en un 5000%. Sí, 5000%. Porque la bachata -esa que vibra entre dulzura y herida, entre bolero y calle, entre Bronx y Santo Domingo- ha recibido el acontecimiento más improbable y maravilloso que podía imaginar.
Para quienes creían que este encuentro no llegaría nunca, el título del disco es un guiño directo: Better Late Than Never. Mejor tarde que nunca, como quien dice lo que tardó en llegar hoy se celebra doble. Y vaya que se celebra.
Durante años, Royce y Santos fueron señalados como rivales naturales. Desde aquel 2010 en que el joven Prince emergió con su bachata pop romántica, las comparaciones fueron inevitables: ¿heredero o competidor? ¿Continuador del linaje de Aventura o amenaza para el trono de Romeo? Entre fandoms enfrentados y debates interminables, pocos imaginaron que, detrás de escena, lo que se cocinaba no era guerra sino una amistad férrea. Hoy esa complicidad se hace música y no en un single tímido, no en un experimento neutral, sino en un álbum completo donde ambos se reflejan, se desafían y se engrandecen.
La historia de Better Late Than Never es ya leyenda. Tres intentos de grabación fallidos desde 2017. Calendarios imposibles, expectativas desbordadas, la presión de ser los dos nombres más influyentes de la bachata contemporánea. Y, de pronto, un viaje en 2023 lo cambió todo: surgió Mi Plan y con esa chispa nació el proyecto entero. De ahí, trece canciones concebidas como obra cerrada, sin filtraciones, sin adelantos, sin marketing previo. Silencio absoluto. Cuidado quirúrgico. Sorpresa como estrategia. Y así explotó.
El miércoles, el Madison Square Garden se convirtió en templo. Miles de personas asistieron a la escucha oficial del disco y presenciaron la imagen que el género aguardó más de una década: Santos y Royce juntos, cantando, riendo, celebrando con el público cada nota. Entre los momentos más comentados brilló Menor, con la participación del emergente Dalvin La Melodía. Romeo fue claro al explicar el gesto: tras ser acusado por años de no apoyar nuevos talentos, decidió que esta era la ocasión perfecta para abrir la puerta a los relevos. Si este es el primero, que vengan muchos más.
Musicalmente, el álbum es una declaración de principios: bachata, sí, pero no solo bachata. Arreglos que viajan por el R&B, percusiones afrolatinas, huellas de afrobeat, destellos urbanos, sutilezas contemporáneas. Es Romeo Santos en su versión más expansiva como productor, pero con un Prince Royce que no se queda atrás y firma parte de las composiciones, aportando esa suavidad melódica que lo convirtió en referente internacional. Juntos, construyen un mapa emocional donde cada canción es un territorio nuevo.
En Dardos, quizá el corte más íntimo, los violines y las guitarras dialogan con una base que bebe del afrobeat, mientras la letra profundiza en reproches, heridas y toxicidad emocional. Una pieza dolorosa y hermosa, de esas que se cantan con el pecho abierto. Jezabel, por su parte, es puro fuego nocturno: sensualidad R&B fusionada con pulsos urbanos, creando un ambiente sombrío y magnético. Ay, San Miguel! llega como homenaje al Caribe rítmico; en su arranque suenan palos, bombo, herencia folclórica. Es identidad sin filtro.
El cierre con La última bachata es un viaje al pasado. Bolero, nostalgia, reverencia. Como si dijeran aquí venimos, pero no solos: venimos con quienes hicieron posible que existiéramos.
Better Late Than Never es más que un álbum. Es un acontecimiento cultural. Una reparación histórica para la bachata. Un recordatorio de que los milagros musicales existen. Y que -aunque tarden- cuando llegan, transforman el mundo entero en viernes.
El día ya era bueno, pero ahora es histórico.
Que suenen las guitarras.
Que tiemble la bachata.
Que comience la era Santos-Royce.