El 18 de noviembre de 1993, Nirvana entró en los Sony Music Studios de Nueva York para grabar un episodio de MTV Unplugged que no iba a parecerse a casi nada de lo que MTV había emitido hasta entonces. Se grabó allí, en una sola toma, con un escenario lleno de lirios stargazer, velas negras y una lámpara de araña. Cuando el productor Alex Coletti le preguntó a Kurt Cobain si buscaba algo “como un funeral”, la respuesta fue seca: “Exactamente. Como un funeral”. 

Aquel especial se emitió el 16 de diciembre de 1993. Meses después, tras la muerte de Cobain en abril de 1994, la grabación se publicó como MTV Unplugged in New York el 1 de noviembre de 1994: primer lanzamiento del grupo después de su fallecimiento y, de inmediato, un objeto cultural que excedía el formato “concierto acústico”. 

El gran equívoco con este Unplugged es creer que su importancia reside solo en “ver a una banda ruidosa tocar suave”. En realidad, lo decisivo fue el cambio de reglas: Nirvana no aceptó convertir el programa en un repaso domesticado de hits con guitarra de palo. En lugar de una pasarela de Smells Like Teen Spirit, el repertorio se armó como una autobiografía indirecta: material menos obvio del grupo y versiones que funcionaban como mapa de lecturas íntimas. Sonaron About a Girl, Come as You Are, Polly o All Apologies, pero el centro de gravedad estaba en otro lado: Jesus Doesn’t Want Me for a Sunbeam (The Vaselines), The Man Who Sold the World (David Bowie), tres canciones de Meat Puppets con los hermanos Kirkwood invitados en escena (Plateau, Oh, Me, Lake of Fire) y el cierre con Where Did You Sleep Last Night siguiendo el arreglo de Lead Belly.

Otro gesto clave: el Unplugged no fue cien por cien “acústico” en el sentido purista. Cobain insistió en pasar su guitarra por amplificación y efectos; Coletti llegó a ocultar el amplificador con un artilugio para que pareciera un monitor. 

La puesta en escena como narrativa

El decorado —lirios, velas, luz cálida, cortinajes— no era atrezzo. Convertía el plató en una habitación mental. Si la televisión tiende a “explicar” a los artistas con formatos, aquí el formato quedó colonizado por la banda. Esa inversión fue histórica ya que MTV no estaba mostrando a Nirvana; Nirvana estaba usando MTV como un instrumento más. Y esa atmósfera condiciona la escucha. Incluso antes de que el relato biográfico posterior lo tiñera todo, el programa ya tenía una cualidad crepuscular: pausas largas, miradas hacia abajo, un humor raro, cortes secos entre canciones, el público casi como invitado a una ceremonia privada.

El final con Where Did You Sleep Last Night es el punto de no retorno. La interpretación se sostiene en un filo: no “embellece” la tradición, la deja áspera. La última subida vocal de Cobain —esa tensión donde parece que la garganta se parte— funciona como clímax dramático sin necesidad de discurso. Después de esa canción, Cobain se negó a hacer bis porque sentía que no podía superarla.

El álbum: del evento televisivo al canon

Cuando MTV Unplugged in New York se publica el 1 de noviembre de 1994, el fenómeno se vuelve global. Debuta en el número 1 del Billboard 200 y vende 310.500 copias en su primera semana en Estados Unidos, el mejor arranque comercial de la carrera de Nirvana.  A partir de ahí, el Unplugged deja de ser “un gran directo” para convertirse en una plantilla cultural: cómo sonar íntimo sin ser inofensivo, cómo hacer televisión sin sonar televisivo.

La iconografía del concierto se volvió casi tan influyente como la música. El cárdigan de mohair que Cobain llevó aquella noche se vendió en 2019 por 334.000 dólares (con prima del comprador) en una subasta de Julien’s en el Hard Rock Cafe de Nueva York, una cifra que Guinness registró como récord para un suéter/cárdigan en subasta.  Y la guitarra Martin D-18E de 1959 asociada a esa actuación alcanzó estatus de reliquia, con su propia vida mediática y museística.