Magnífico documental de Frederick Wiseman sobre el famoso museo en busca de conectar el pasado pictórico con el presente con un acercamiento desde múltiples perspectivas.
Frederick Wiseman es posiblemente uno de los mejores documentalistas de la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI aunque su nombre, en general, no ha conseguido del todo salir de los circuitos más cinéfilos. Películas como High School (1968), Ley y orden (1969), Juvenile Court (1973), Welfare (1975), The Store (1983), The Games of Love (1996), Public Housing (1997), o las más recientes, y que sí han tenido una distribución más normal, La danza (2009), Boxing Gym (2010), Crazy Horse (2011) o At Berkeley (2013), son algunos de los ejemplos que demuestran esa condición aventajada de Wiseman como director gracias a un trabajo minucioso, coherente en su conjunto y excelente en cada película.
Wiseman siempre ha buscado a través de sus documentales relacionar al individuo (y a través de él a la sociedad) con las instituciones (sea cual sea su naturaleza). Para ello, Wiseman, a lo largo de casi cuarenta años, se ha introducido con su cámara en diferentes ubicaciones para llevar a cabo una mirada detallista e incisiva tan descriptiva como reflexiva, rehuyendo en todo momento la simpleza, si bien el estilo por el que siempre ha abogado no puede ser más directo y sencillo; ahora bien, bajo esa mirada cristalina, siempre aparecen capas y capas. Da igual, recurriendo a títulos recientes, que Wiseman se introduzca en una universidad, un entretenimiento pugilístico, la Ópera de París, un local de burlesque o, en National Gallery, la película que nos ocupa, en el famoso museo londinense. Wiseman se acerca a todos esos espacios en busca de una cierta esencialidad y, sobre todo, en mostrar la frialdad de las instituciones o en los locales su vida interna y cómo se relaciona con aquellos individuos que los habitan o transitan de manera puntual.
En National Gallery, documental de tres horas de duración que sin embargo transcurren con gran rapidez, Wiseman se propone establecer un doble diálogo. Por un lado, mostrando cómo los profesionales del museo trabajan (quienes lo dirigen, los restauradores, los guías, los técnicos de iluminación y colocación de obras…) para conseguir que las obras expuestas lleguen al público visitante; es decir, cómo buscan que un legado pretérito tenga validez en el presente. Wiseman se detiene en conversaciones de despacho sobre temas económicos de la misma manera en la que rueda a los guías hablar de diferentes obras abordan temas como temática, Historia, estilos, discurso implícito, y, sobre todo, como todo eso puede aportar conocimiento para la vida actual. Así, el museo, como anteriormente otras instituciones, es mostrado por Wiseman casi como un organismo con vida propia, no como un simple continente de cuadros antiguos. Los problemas de financiación o cómo deben o no aceptar albergar en la fachada del museo publicidad de una marca sin perder personalidad, son temas que tratan los encargados del museo mientras en sus pasillos visitantes de todas las nacionalidades se enfrentan a un sinfín de obras y de estilos. Pasado y presente dialogan de esta manera y Wiseman, con detenimiento, con una capacidad de observación única y con una propensión a excitar a la reflexión, logra que la National Gallery se presente como un órgano de gran complejidad a base de introducirse en su interior.
El otro diálogo es puramente cinematográfico pero en relación con todo lo anterior. Wiseman plantea mediante su aproximación documental cómo el cine puede dar habida cuenta de lo anterior y expone cómo el espectador cinematográfico puede llegar mediante el recorrido visual que propone a las mismas conclusiones que el visitante del museo. Por ejemplo, cuando recorre con la cámara los cuadros, en ocasiones acompañando las explicaciones de los guiones, rompe con los soportes de los lienzos y los introduce en el cuadro cinematográfico, creando un nexo de unión que, en cierta manera, viene a ser un lazo de unión entre esos cuadros y el espectador. Un trabajo formal impecable que interconecta expresiones artísticas con el fin último de reivindicar no solo ese museo, sino cualquiera, como fuente actual de conocimiento que enriquece el presente. No se trata, no obstante, de un mero documental sobre arte y funciones museísticas, sino que mediante un elaborado y muy diferente concepto de elaboración didáctica, apelando a la reflexión tanto como al entretenimiento, Wiseman busca crear un relato con sentido narrativo del documental. Una forma diferente, muy diferente, de entender el género.