“Perdona, ¿podemos pasar con vosotros al concierto de Myke Towers? Es que necesitamos un tutor legal con el que entrar”. Así nos recibió este miércoles el Movistar Arena en la víspera del segundo concierto del puertorriqueño en la capital. Toda una declaración de intenciones de lo que nos iba a esperar dentro. Nos ubican en el primer anfiteatro. A nuestra izquierda, una excursión de niños. Atrás, un grupo de cuatro amigas que comparten el mismo crush: Myke Towers. Todos con el móvil para inmortalizar su primera toma de contacto con el mundo de los conciertos. Y salió la pantera.

Una generación que con el paso del tiempo podrá decir que su primer concierto fue interrumpido por exceso de decibelios. Y es que, según el comunicado emitido por la empresa gestora, la decisión se tomó “por el reiterado incumplimiento del equipo técnico del artista, que ya superó ampliamente el límite de 102 decibelios, hasta la banda de 100 Hz que comprenden los subgraves”. Eso sí, por enterarse no se enteró ni el propio Myke Towers del asunto.

Un incidente que, lejos de perjudicarlo, podría servir al puertorriqueño como nueva herramienta promocional. Porque si algo no se puede negar, es que Towers está en la absoluta cima: con casi 40 millones de oyentes mensuales en Spotify y el título del artista más escuchado en España, el rapero boricua ha reventado Madrid dos noches seguidas con un arsenal de éxitos. 

Pero más allá de los números, su show plantea interrogantes. El directo es un bombardeo incesante de canciones, sin apenas pausas, sin espacio para respirar. Un empacho sonoro que deja al espectador aturdido, como si la avalancha de temas le impidiera procesar lo que está viviendo. El poco respiro que ofrece este goteo incesante de canciones lo pone el propio Myke Towers hablando con el público. Porque uno no se convierte en el artista más escuchado en España de la noche a la mañana. Hay toda una carrera musical detrás y, por qué no decirlo, gran dosis de populismo. El mismo populismo que le hace preguntarse dónde están las mujeres que no tienen marido. El público estalla. Los niños apuntan. Towers eleva el tono: ¿dónde están las mujeres curiosas? El Movistar Arena se viene abajo. Los niños flipan, el fútbol ha dejado de ser lo más importante. Sí, la curiosidad mató al gato, pero hay caderas curiosas por las que vale la pena morir una y mil veces.

Towers demuestra ser un producto perfecto para el algoritmo: cada canción viralizada en TikTok provoca explosiones de euforia en el público, mientras que los temas menos populares se reciben con cierta frialdad. Esto una crítica y, al mismo tiempo, un halago. En este tipo de conciertos también se puede percibir la transformación del público y su comportamiento. Decenas de grupos de menores de edad y muchos padres dejando a sus hijos en la puerta del Movistar Arena para disfrutar de éxitos como Explícito, La Falda o La Curiosidad

Los conciertos de artistas con seguidores que arrasan entre adolescentes sirven para ver cómo ha ido mutando el consumo de los directos. La llegada de los móviles, no solo se ha instalado, sino que el artista ya no es el protagonista de su propio show. La cámara en modo selfie convierte al espectador en el centro de atención y reduce a todo lo que le rodea en algo superficial. Tik Tok, trends, redes sociales e individualismo extremo. 

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