El viernes 2 de enero se proyecta en el Teatro de la Zarzuela con música en directo las películas "El inmigrante" y "El niño", dos de las obras maestras de Chaplin. El domingo 4, se podrá ver otra gran película, "El maquinista de la general", con Buster Keaton. 


En 1908, cuando el cine cuenta con poco más de diez años de existencia, el compositor Camile Saint-Saëns compone la partitura de la película de quince minutos El asesinato del duque de Guisa, (L’assassinat du duc de Guise, André Calmettes y Charles Le Bargy, 1908). Ese mismo año, Mikhail Ippolitov-Ivanov hace lo propio para Stenka Razin (Vladimir Romashkov), la primera película de ficción rodad a en Rusia. Ambas son consideradas las primeras músicas para el cine, que no banda sonoras, concepto diferente.


A partir de la década de 1910 en Estados Unidos es común que en los cines, durante la proyección, un pianista acompañara a la acción con música, siendo más tarde sustituidos por órganos y, poco después, ampliado con pequeñas orquestas. En otros países, como Francia, Japón o Inglaterra, por ejemplo, también se practicaba, de diferente manera, el uso de la música en las salas con una idea muy clara: ampliar el impacto de las imágenes y explicar con la música a los personajes y a la acción. En ocasiones, algunos directores rodaban las películas con orquesta en los platós, la misma que luego se utilizaba en los cines y cuyas partituras, en la mayoría de los casos, se fueron perdiendo con el tiempo. A veces, no se trataba de música sino de crear mediante la percusión, por ejemplo, efectos de sonido. También se tendía a reescribir composiciones de música culta o bien, dependiendo del género de la película, del jazz, del swing o del ragtime, géneros que eran muy reconocibles y populares por el público.


A partir de 1915 aproximadamente, las grandes producciones de Hollywood creaban músicas expresamente para ser interpretadas en los cines, siendo la partitura de Joseph Carl Breil para El nacimiento de una nación (The Birth of a Nation, D. W. Griffith, 1915), la considerada pionera a este respecto, como lo fuera la película en múltiples aspectos.


El recuperar parte de ese legado musical perdido ha supuesto un reto para muchos profesionales; otros optaron directamente por crear nuevas músicas para películas mudas. Pero en estos casos, introduciendo la música como banda sonora, es decir, dentro de la película, perdía un gran componente: el escuchar en la sala la música, lo cual tenía en su momento un carácter más lúdico, más impactante y espectacular.


El Teatro de la Zarzuela ha recuperado ese elemento. El viernes 2 de enero proyectarán dos obras maestras de Charles Chaplin: El inmigrante (The Inmigrant, 1917) y El chico (The Kid, 1921), dos películas pertenecientes a dos momentos muy cercanos pero diferentes en la carrera de Chaplin y que han quedado como dos auténticos clásicos de la historia del cine. Chaplin escribió gran parte de la música para sus películas, y Timothy Brock se ha ocupado durante años de restaurar sus partituras para proyecciones como las del Teatro de la Zarzuela. En los años treinta, todas las películas de Chaplin para la Mutual fueron compradas y, como El inmigrante, algunas sufrieron sonorizaciones tras la llegada del cine sonoro. Así, la RKO llegó a estrenar una versión de la película con música compuesta específicamente para la ocasión, que nada tiene que ver con la que se ofrecerá en directo, la original concebida por Chaplin para su película.


El domingo 4 podrá verse y escucharse otra obra maestra del cine cómico y del cine en general, El maquinista de la general (The General, Clyde Bruckman y Buster Keaton, 1926), a partir de la partitura también recuperada por Brock y que nada tiene que ver con las diferentes composiciones que durante años fueron creando compositores como Robert A. Israel, Carl Davis o el gran Joe Hisaishi, para acompañar otras proyecciones de la película.