Frankenstein está de regreso. La película de Guillermo del Toro ha originado nuevas ediciones del clásico de Mary Shelley; una de ellas es la versión ilustrada que publica el sello español Carola Mía Ediciones, con ilustraciones de la artista Alejandra Arévalo y traducción de Ana Collado. El Plural ofrece en exclusiva el prólogo que para esta obra realizó nuestro colaborador, el escritor Edgar Borges
Prólogo de 'Frankenstein'
Frankenstein o El moderno Prometeo, la inmortal novela de Mary Shelley, es una de las grandes tragedias de la literatura universal. Más allá de la ciencia ficción, de lo gótico o del terror que los amantes de estos géneros puedan encontrar, esta historia es un drama sobre la contradicción del ser humano con su poder creador. Entre las normas y la costumbre, el individuo siempre ha sentido temor de hasta dónde podría llegar su capacidad creadora. La ética no es el único factor en discusión, también lo es el molde cultural que se nos enseña. El sujeto es educado para actuar, no para inventar. La creación siempre viene de fuera, la haga un Dios o un determinado poder terrenal. La falta de atrevimiento es garantía de obediencia. Pero, ¿qué ocurre cuando nos atrevemos? ¿Puede más nuestra vocación destructiva o hay margen para cambiar lo existente?
Víctor Frankenstein, obsesionado con descubrir el secreto de la vida, se lanza a la odisea de crear un ser. Impulsado por la curiosidad y la arrogancia, el estudiante universitario de ciencias naturales combina distintas partes de cadáveres humanos para dotar de sensaciones y movimientos a un cuerpo inanimado. Pero, muy a su pesar, la criatura termina siendo lo opuesto a lo que idealizaba. Ante el resultado de su experimento, Víctor huye horrorizado. Después regresa al laboratorio y no ve al monstruo; se tranquiliza creyendo que todo volverá a la normalidad. Sin embargo, apenas comienza la travesía del monstruo en busca de la aprobación de una humanidad que se le resiste.

Frankenstein contiene muchas interrogantes. ¿El límite de la creación es la ética o la subordinación? ¿La creación del individuo debería estar sujeta a su conciencia o al molde social? ¿La soledad del monstruo es la soledad del ser humano? ¿El mundo, en su auge y caída, tiene siempre un componente de nuestra particularidad? ¿El juicio colectivo produce monstruos? Mary Shelley llegó a decir que “los monstruos no nacen, son creados. No surgen del vacío ni de la oscuridad por sí mismos, sino que son moldeados por las circunstancias, por las heridas del mundo que los rodea". En esta declaración de la autora se percibe la crítica social presente en su obra. El monstruo, en su fuga, lleva características comunes a los seres humanos que lo rechazan. El desprecio generalizado por su apariencia grotesca lo lleva a la amargura y a la venganza. El sujeto se sabe solo y necesita amor, pero en su búsqueda estallará con violencia ante todas las negativas que recibió.
Frankenstein es una obra de múltiples descubrimientos e interpretaciones; quizá por ello vuelve con fuerza en distintos momentos. La tercera década del siglo XXI nos trae de regreso al monstruo y, una vez más, nos sentimos vinculados con su tragedia. Aspectos como la soledad, el rechazo al diferente, la culpa, el dilema entre ética y progreso o la naturaleza como refugio, hablan del ser humano de este tiempo a través de una nueva lectura de la novela. Otro tema no menor es la dicotomía entre creación y ética. Hoy, cuando la Inteligencia Artificial produce grandes dudas sobre la permanencia de lo humano, Frankenstein se convierte, de nuevo, en una historia actual. Tal vez los humanos llevamos siglos empeñados en fabricar inventos que nos hablen de nosotros mismos, como si no fuéramos capaces de establecer una comunicación directa con nuestro interior.

La nueva edición ilustrada que nos presenta la artista Alejandra Arévalo, con traducción de Ana Collado, para Carola Mía Ediciones, es un tributo a la edición original de 1818, que integra 23 capítulos en tres volúmenes, más el inicio y el final que contiene las cartas del explorador Robert Walton. Esta nueva edición celebra la original no solo en su estructura, también lo hace en su esencia. Alejandra Arévalo logra interpretar el sentido humano de Frankenstein o El moderno Prometeo a través de unos dibujos que atraviesan nuestra sensibilidad. Las páginas de este libro están llenas de detalles, la estética en sí misma nos cuenta una historia de soledad. Arévalo logra crear símbolos como pistas que trazan la ruta de los personajes. Hay en sus imágenes la sensación de un viaje sin retorno, acaso sea esta otra de las interpretaciones de la obra. El viaje de un ser (sin nombre) en busca de la aceptación. Quizá haya en la mirada de la criatura un llamado urgente de humanidad.