Benito Olmo (Cádiz, 1980) ama los libros y ha convertido esta pasión en protagonista de su nueva novela, 'Tinta y papel' (Planeta), en la que trata de desentrañar qué pasó con las bibliotecas robadas por los nazis a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial, un expolio poco conocido orquestado por Alfred Rosenberg, integrante del núcleo duro de Hitler. "No fue un acto irracional, los nazis eran perfectamente conscientes del poder de los libros y de la palabra escrita para comprender el mundo, de ahí que hicieran tanto hincapié en perseguir los autores contrarios al régimen", nos explica en una entrevista. Fue un plan sistemático diseñado, al mismo tiempo, para arrebatar a los judíos su legado cultural y su identidad.

En esta novela Benito Olmo se sale de su registro habitual, la novela negra clásica, y se adentra en un relato que mezcla asesinatos, investigación y aventura. "Me debo al género negro, que me apasiona desde que tengo uso de razón. El desafío era combinar ambos mundos y consolidarlos en una novela con rigor histórico en la que se mezclan personajes reales y ficticios, pero en la que además hay persecuciones, crímenes y un buen número de giros que mantienen la tensión hasta la última página", asegura. 

¿De qué va 'Tinta y fuego'?

La protagonista de 'Tinta y fuego' es Greta, una reputada buscadora de libros raros y valiosos, que pasa por horas bajas debido a la desaparición de una valiosa primera edición de Borges mientras estaba en sus manos. Recibe el encargo de encontrar la biblioteca de la familia Fritz-Briones, perdida durante la Segunda Guerra Mundial y en su búsqueda, recorrerá, partiendo desde Madrid, Berlín (Alemania), Roma (Italia), Breslavia (Polonia), y su Cádiz natal, "donde tiene lugar, digamos, la traca final".

Benito Olmo nos cuenta que ha visitado todas estas ciudades para poder escribir sobre ellas y que era un sueño cumplido hacer una novela de este tipo, emulando las aventuras de Tintín que leía de pequeño o personajes como Indiana Jones, cuyas hazañas le llevaban a moverse contrarreloj de un punto a otro del mapa.

El punto de partida para esta historia fue el descubrimiento de que en Alemania se había creado un departamento especial para devolver a sus auténticos propietarios los libros robados por los nazis. "Gran parte de los fondos de la Biblioteca Central de Berlín proceden del saqueo nazi", aclara. El expolio afectó a la Biblioteca de la Comunidad Judía de Roma, todavía desaparecida, que albergaba incunables, ediciones príncipe y otros valiosos ejemplares. El autor ha realizado una exhaustiva labor de documentación al respecto que nos descubre una cara bastante desconocida del nazismo. Es también un homenaje a aquellas personas, bibliotecarios en su mayoría, que se jugaron la vida para evitar que esos libros cayeran en manos del Tercer Reich

Entrevista con Benito Olmo

Benito Olmo posa ante la fachada de la Biblioteca Central de Berlín, donde acabaron muchos de los ejemplares robados por los nazis. (Foto: Javier Ocaña)Benito Olmo posa ante la fachada de la Biblioteca Central de Berlín, donde acabaron muchos de los ejemplares robados por los nazis. (Foto: Javier Ocaña)

PREGUNTA.- ¿Qué dirías tú de 'Tinta y fuego'?

RESPUESTA.- Estoy muy contento con la novela, aunque me ha dejado exhausto, vencido. Hasta ahora, lo que he escrito ha sido novela negra, a la manera clásica, canónica, y lo hacía con cierta facilidad, entre otras cosas, porque leo mucha novela negra. Esto es diferente, requería otro tipo de novela, más thriller, más de aventuras, necesitaba otro ritmo. Tuve que reinventarme de alguna manera y echar mano de mucha documentación, fui a Berlín y a Polonia para seguir el rastro de la biblioteca robada, también a Roma, a la sinagoga, de donde fue robada la biblioteca. Es otro ambiente diferente del que estaba acostumbrado y como digo, quedé exhausto pero muy satisfecho con el resultado y a la espera de ver el feedback de los lectores.

P.- Aunque no hayas bajado el inframundo, aquí también retratas un inframundo muy peculiar con es el de los bibliófilos

R.- Sí, es un mundo que levanta pasiones y que muchas veces no está a la altura del valor económico de la obra. El mercado literario, el mercado bibliófilo, mueve cifras estratosféricas en muy contadas ocasiones. Para mí, era una cuenta pendiente, los libros siempre me han apasionado, las librerías de viejo... sin ser un coleccionista, sin ser un bibliófilo. Cuando yo era estudiante, que no tenía un duro, yo iba a las librerías de viejo a comprar, ediciones de bolsillo, y libros de segunda mano porque era lo que podía permitirme. Me gustaba descubrir esa esas joyas escondidas, encontrar de pronto un libro dedicado. Por ejemplo, uno con una dedicatoria de Juan Cruz, a quien escribí para decírselo y me respondió muy amablemente. Me hizo gracia encontrarme ese libro allí, ese libro huérfano de alguna forma, ¿qué llevó a ese libro ahí? ¿no le gustaba a esa persona? ¿falleció y sus familiares no sabían qué hacer? Siempre me han emocionado novelas como 'La sombra del viento'de Carlos Ruiz Zafón, tan digamos literarias, o 'Las cuatro plumas' de Arturo Pérez Reverte. Son obras que remueven en el lector ese poso de aventura. Tenía muchas ganas de de hacer algo parecido. 

P.- ¿Cuál fue el punto de partida para esta historia?

R.- Cuando llegó a mi llegó a mi conocimiento que hay un departamento en Berlín encargado de rastrear esos libros, quise contar esa historia tan bonita y tan poco contada.

P.- ¿Es lo mismo amar los libros que el amor por la lectura?

R.- La lectura está muy por encima. Hay, libros que no valen ni el papel en el que se imprimen, como decía Alberto Olmos, 'los árboles que dieron su vida para crear este libro, dieron su vida en vano'.  Los libros que marcaron en mi niñez lo sigo teniendo, mientras que he tenido ya de adulto los he ido regalando, vendiendo o abandonando simplemente. Pero los de niño quedan ahí. Me acuerdo del libro que me convirtió en el lector por derecho, aunque había leído cosas antes, fue 'Todos los detectives se llaman Flanagan', de Andreu Martín y Jaume Ribera. Lo mantengo con el lomo totalmente desgajado y resquebrajado. Hace poco coincidí con Andreu Martín, a quien admiro profundamente, en el festival Alicante Noir y le llevé el libro, con su foto de joven, amarilleado... Me lo dedicó con un 'te acabo de conocer y ya eres de la familia'. Fue muy, muy emotivo.

Cada uno de nosotros tenemos una historia, la del libro de nuestra infancia o el que en un momento de nuestras vidas nos salvó del naufragio

Cuando llegué a Frankfurt, donde estuve viviendo tres años, lo primero que hice fue curiosear en una de esas bibliotecas callejeras tan típicas de Alemania, con enormes armarios en los que puedes coger y dejar libros. Encontré la versión en alemán de 'Todos los detectives se llaman Flanagan' y lo tomé como una señal, aunque no entendía nada, dejando otro en su lugar.  Para mí tiene mucho más valor del cuantitativo. Cada uno de nosotros tenemos una historia, la del libro de nuestra infancia o el que en un momento de nuestras vidas nos salvó del naufragio. Eso forma parte de nosotros, de quiénes somos. 

P.- ¿Has regresado ya a España?

R.- Ahora vivo a caballo entre Madrid y Cádiz. 

Yo imaginaba mi novela saltando de un lugar a otro como en 'Las aventuras de Tintín' o en una de estas películas de acción tipo Indiana Jones

P.- ¿Qué papel tienen las ciudades en tu literatura?

R.- Yo intento siempre documentarme. No puedo escribir sobre Berlín sin conocerlo, igual que Polonia o Roma. Es cómodo trabajar con Google, pero te pierdes cosas, necesitas ir a los lugares, saber cómo huelen y qué se escucha por las calles. En esta novela las ciudades son muy importantes. Yo imaginaba mi novela saltando de un lugar a otro como en 'Las aventuras de Tintín' o en una de estas películas de acción tipo Indiana Jones. He querido acompañar a los protagonistas en su investigación yendo de una ciudad a otra. Empieza en Madrid, luego Berlín, Roma, Breslavia y terminamos en Cádiz, que es mi tierra, donde tiene lugar la la traca final, digamos.

Cada ciudad es una parte de la novela y va encabezado por una maldición bibliófila

P.- ¿Tienes un mapa en casa donde vas poniendo chinchetas en los lugares que recorren tus personajes o tú mismo?

R.- Con esto novela precisamente necesitaba tanta información, tenía muchas cosas, mapas, pósters, cosas que me imprimía, incluso cuando, bueno, la verdad está dividida. Cada ciudad es una parte de de la novela y va encabezado por una maldición bibliófila. Eso me llevó a la Biblioteca Nacional para documentarme de por qué existían estas maldiciones librescas, que antiguamente tenían mucho más valor que ahora, y buscar cuáles eran reales, cómo colocarlas y algo que las relacionara con la ciudad. 

Cuando viajo nunca llevo cuaderno, pero en cada ciudad por la que paso compro uno y al final tengo un montón

P.- ¿Cómo es tu despacho, el lugar en el que escribes? ¿Es como el mural del típico detective de las películas lleno de nombres, fotos y recorridos de unas pistas a otras?

R.- Depende de donde viva. Cambio de casa muy a menudo, cada dos años aproximadamente, el otro día, hice cuentas con mi chica y he vivido en 19 casas. He vivido en Cádiz, en Granada, en el Puerto de Santa María, en Madrid, en Frankfurt, en Sevilla, en Madrid, otra vez. Cuando escribí esta novela sí tenía un despacho en Madrid y, además, una terraza. Tenía mucho post-it, mucha cronología debajo, una cronología alternativa... Le di muchas vueltas para tratar de que funcionara. También muchos cuadernos. Cuando viajo nunca llevo cuaderno, pero en cada ciudad por la que paso compro uno y al final tengo un montón, todos empezados, pero ninguno terminado. Pongo muchas notas. Mi despacho es un auténtico caos, pero es el mío. Yo sé dónde están las cosas y sé cómo funciona. Si un post-it se cae y desaparece, sé que falta algo entre los 80 que hay. También es muy liberador ese momento, cuando acabas la novela y retiras las cosas. Una vez me di un porrazo con la moto y tuve que andar con muletas un tiempo, cuando me las quité tuve que aprender a andar otra vez. Es la misma sensación que tengo al desmontar la documentación. ¿Y si me he dejado algo? ¿Y ahora qué hago? ¿Dónde voy?

Me saqué una oposición de policía portuario y estuve durante 9 años en Cádiz, pero no tengo vocación de agente de autoridad

P.- ¿El proceso creativo es una de las partes de escribir una novela lo que más disfrutas?

R.- Yo me dedico a escribir porque me apasiona. Desde que tengo uso de razón mis esfuerzos han estado encaminados a dedicarme a escribir. Me saqué una oposición de policía portuario y estuve durante 9 años en Cádiz, pero no tengo vocación de agente de autoridad. Yo no quería ser policía, pero sí un trabajo que me dejara tiempo libre para escribir y allí tenía horarios muy flexibles. Pero llegó un momento en que necesitaba más y lo dejé hace 5 años. 

La materia prima con la que funcionamos los escritores es la realidad, cuanto más te fijas, cuanto más mires y más viajes, pues más material tienes para poner luego en tus novelas

P.- Ese paso por la policía portuaria te habrá dado cierto bagaje a la hora de escribir novela negra ¿no?

R.- Cuando estuve en la policía portuaria conocí mucho de esa población de los muelles y los bajos fondos. Al final la materia prima con la que funcionamos los escritores es la realidad, cuanto más te fijas, cuanto más mires y más viajes, pues más material tienes para poner luego en tus novelas.

P.- ¿Cádiz, tu ciudad, es siempre un referente?

R.- Si, hay mucho Cádiz sin considerarme ni mucho menos un chovinista, pero es de donde vengo, donde fui niño y donde empecé a ser persona. Es muy importante para mí. He hecho dos novelas ambientadas en Cádiz y otras dos ambientadas en Frankfurt protagonizadas por un detective de Cádiz. Es como un salvavidas, una tabla de madera que me ofrece ese asidero.

P.- ¿Volverá ese detective de Cádiz?

R.- Probablemente, no ahora porque estoy con otro proyecto.

No hay una forma correcta o incorrecta de hacer las cosas ni un manual que diga así se escribe

P.- ¿Cuánto tiempo crees que necesita mínimo para escribir una novela?

R.- No hay una forma correcta o incorrecta de hacer las cosas ni un manual que diga así se escribe. Cada un tiene su manera y sus tiempos. En mi caso, el primer borrador de una novela siempre lo he terminado en 8 o 10 meses, un borrador muy basto y luego durante otro año, año y medio, se hace el pulido, quitar de aquí y de allá y convertir un manuscrito indecente en una novela. En total será aproximadamente dos años. Después se la doy a mi agente. 

Para mí, escribir a mano tiene algo de de terapéutico

P.- ¿Escribes siempre a mano ese primer manuscrito?

R.- Sí. La primera fase es escribir a mano la historia entera. Este primer borrador puede tener 10 o 20 páginas, pero muy burdas, con anotaciones, cosas que se corrigen, pero da igual porque para mí, escribir a mano tiene algo de de terapéutico. De hecho, cada vez que me quedo bloqueado en un pasaje o en algún diálogo, lo escribo a mano y, de alguna forma, las ideas fluyen. Nos hemos acostumbrado a pensar tanto las cosas que, cuando no piensas, es cuando llega la gente. Yo escribo a mano y me salen mejor las ideas, las conexiones.

P.- ¿Cómo utilizas la tecnología? ¿Te ayuda la tecnología en tu proceso?

R.- Es una herramienta más.  

P.- ¿Qué has descubierto en el proceso de documentación histórica de esta novela?

R.- El saqueo de libros llevado a cabo por los nazis es muy poco conocido. Su valor no se puede cuantificar como el de un cuadro o una escultura. Me asombró sobre todo la dimensión del robo de libros, un saqueo llevado a cabo por los nazis y que es muy poco conocido. La quema de libros, de la que sí se ha hablado más, no fue un acto irracional, los nazis eran perfectamente conscientes del poder de los libros y de la palabra escrita para comprender el mundo, de ahí que hicieran tanto hincapié en perseguir los autores contrarios al régimen. Llevaron a cabo un saqueo sistemático en cada biblioteca judía que caía en sus manos. Alfred Rosenberg, que estaba al frente del departamento que se creó para ello, confiaba en arrebatar a los judíos de esta manera su historia y su identidad. Cada vez que el Ejército invadía una ciudad, fuera donde fuera, este departamento se encargaba de valorar las colecciones públicas y privadas y llevarse los libros que le interesaban. En cada sitio había una historia y lo que más me sorprendió de todo fueron los héroes. En Holanda, el día antes de que fueran a sacar la biblioteca y llevársela en tren rumbo a Frankfurt, el director y un puñado de trabajadores, se metieron por la noche para salvarlos. Habían perdido su país, sus casas, tenían un ejército invasor y arriesgaron sus vidas para salvar libros. Me pareció fantástico. Yo no sé si sería capaz. 

P.- Años después encontramos en Alemania un departamento que devuelve esos libros robados a sus verdaderos dueños o sus herederos. ¿Cómo llegan hasta ellos?

R.- Realizan una labor detectivesca, miran la tinta, las anotaciones, encuentran de pronto una dirección, siguen esa dirección a  ver si hay alguna víctima nazi allí, que no la hay, se descarta por pista falsa... Los libros que están condenados  son los que están impolutos, en los que nadie escribió nada... 

P.- ¿Qué estás leyendo ahora?

R.- .Acabo de terminar el 'Eclipse', la última novela de Jo Esbo y voy a empezar ahora con la de Dennis Lehane, 'Golpe de gracia’.