En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre sí quiere acordarse, nació Ana Iris Simón. Entre Campo de Criptana (Ciudad Real) y Ontígola (Toledo) se forjó una periodista con una mirada siempre puesta en "el afuera" pero con la mente asentada en su infancia, recorriendo los puestos de las ferias donde trabajaban sus abuelos en la pura vida rural de los años 90.

Graduada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, ha pasado por la revista VICETelva como redactora. Gracias a la repercusión que tuvo su artículo Crecí en una familia de feriantes en la España de los 80, se aventuró a sumergirse en la escritura, dando a luz a 'Feria' (Círculo de Tiza).

No es una novela, Ana Iris no viene a contar una historia de principio a fin, sino a dar vida a relatos de a pie que devuelven el recuerdo de la familia y la tierra propia a la realidad presente.

Feria, Ana Iris Simón
                                       'Feria', de Ana Iris Simón. (Círculo de Tiza)

PREGUNTA: La pequeña Ana Iris se veía en un futuro como política o periodista. Imagino que si se viese ahora estaría orgullosa de ‘Feria’.

RESPUESTA: Sí, siempre quise escribir. Recuerdo una vez que me enfadé mucho porque mi padre me pilló con siete u ocho años con una dedicatoria de un libro que yo no había escrito pero que iba dirigida a mi familia.

Al escribir el libro me he dado cuenta de que los niños son muy intuitivos, pero en ese momento me di cuenta de que estaba mal perseguir la gloria, la palmadita en la espalda, antes de hacer el trabajo. Creo que la pequeña Ana Iris estaría orgullosa. Diría: “Misión cumplida”.

P: Has hecho alusión en repetidas ocasiones a “la caída del caballo” como el golpe de realidad que te llevó a escribir el libro. Decidiste poner el foco en la vida rural y todo lo que conllevan las raíces y la familia en el desarrollo de uno mismo.  ¿Crees que estamos hechos de la memoria e ideales que nos inculcan?

R: Cada vez nos vamos desapegando más de estos ideales, ya no solo de la familia, sino del círculo primario, de lo que también nos enseñan en preescolar. El otro día veía un debate sobre los youtubers de Andorra y pensaba “joder, si todos tuviésemos los valores que nos enseñan en preescolar, estos debates ni siquiera se harían”.

El problema precisamente es que cada vez nos desapegamos más de todo lo que tiene que ver con la familia y la tierra propia, creemos que podemos alejarnos de ello fácilmente. Justo nos hemos dado cuenta este año pasado, que casi se va a cumplir un año ya de la declaración del estado de alarma, de todo lo que importaba en esos círculos y de que igual no era tan buena idea irse a vivir lejos.

Pensamos que vivimos más lejos de ellos de lo que realmente estamos, es inevitable que estén en nosotros.

P: En el libro recuerdas cómo te escabullías a espaldas de tu padre a misa, pero el relato está en todo momento marcado por la tendencia a la izquierda. Las dos Españas contrapuestas que presentas conviven en ‘Feria’ y te han moldeado tal y como eres. ¿Qué clase de reproches o aplausos has recibido?

R: Creo que mediáticamente y en Twitter, que son burbujas de opinión, sí que ha sido un libro muy aplaudido por la derecha conservadora. Hay ciertos reproches, no a la izquierda, sino al progresismo que sí que quizá ha hecho que el libro no sea cómodo o de interés para ciertos sectores de izquierda. Pero también es curioso porque yo critico el liberalismo, que está arrasando en la izquierda de una manera más cultural o antropológica, pero que tiene a la derecha completamente determinada desde hace años desde un punto de vista más económico.

La realidad es que los mensajes que me llegan a Instagram o a Twitter de gente que lo ha leído es que hay una lectura política del libro, obviamente, que a mí no me molesta que se haga, pero la gente se queda con cosas distintas. Algunas personas se ven representadas en la historia y me mandan fotos de sus abuelos y, en general, los lectores que no están mediatizados son capaces de quedarse con la parte que no es política, sino la más cotidiana.

P: De hecho me resultaba curioso que en otra entrevista mencionabas que te había seguido Santiago Abascal en redes.

R: Sí, me siguió Santiago Abascal en Twitter, y poco después Pablo Iglesias, como a la semana siguiente. Está muy bien que estén al loro de lo que escriben los jóvenes de su país.

Tenemos a los adultos más infantilizados de la historia y a los niños más adultizados de la historia

P: En una entrevista a ABC hablabas de lo revolucionario que es ahora que los jóvenes tengan hijos, a lo Irene Montero, y cómo el estigma, a diferencia de tus padres, ha cambiado en tan solo unas décadas. Entonces, ¿los jóvenes estamos condenados a vivir un retraso existencial paralelo a la realidad actual?

R: Sí, obviamente hemos ido alargando la juventud y que de ello tiene la culpa las cuestiones materiales, que hemos hecho muy bien en señalarlas durante un montón de tiempo y la izquierda ha hecho muy buen trabajo en ese sentido, ha hecho muy bien en señalar cómo las conexiones materiales nos condenan a una precariedad de ser jóvenes eternamente: no poder tener hijos, no poder tener casa propia y sobre todo no tener un horizonte.

Nos arriesgamos a tener todo eso pero sabe Dios si mañana nos echarán del trabajo. Yo con 28 años había vivido tres ERE (Expedientes de Regulación de Empleo), y eso es significativo.

Pero, por otro lado, las cosas que apunto en el libro es que también existe una parte antropológica de este mismo fenómeno: el liberalismo económico, que nos hace “abrazar” eso. Es más, se suele decir que “si tengo un sueldo medio digno voy a creer que viajar, ir a festivales y hacer muchas cosas antes de asentarme, es lo que tengo que hacer”.

Nuestra generación, paradójicamente, ha abrazado su cárcel, ¿no? Nos han impuesto una cárcel que tiene que ver con las conexiones materiales y que nosotros hemos abrazado acríticamente en lo antropológico y lo existencial. Esa me parece nuestra tragedia: una sociedad que no nos deja tener hijos es una sociedad terrible, parece que no merece la pena seguir en pie.

Sin embargo, no lo vemos como un yugo, sino como un seno de libertad. Mis padres me tuvieron de muy jóvenes, y yo pensaba que tener hijos siendo jóvenes era de pobres, claro yo veía que las familias de clase media tenían hijos un poco más tarde.

Es un quiero y no puedo. Nosotros mismos hemos abrazado esa jaula, hemos dicho “bueno, no puedo tener un coche en casa pero me voy a coger una colección de funkos, una Play 3 con 30 años y seguir siendo un eterno adolescente”. Es paradójico, tenemos a los adultos más infantilizados de la historia y a los niños más adultizados de la historia, ya que desde los ocho años empiezan a usar Tik Tok y estéticamente quieren ser ya mayores.

P: Utilizar expresiones como “quedarse de patata”, “comerse unos castillos”, “atácate bien que hace mucho frío” o “ser cuevero” es aventurarse con un lenguaje totalmente extraño para los lectores no manchegos. Me parece muy atrevido.

R: Tenemos interiorizado que nuestro acento es de paletos, entonces lo cambiamos. La gente de otras regiones, con otros acentos, no lo cambia para hablar en un registro formal, como los andaluces. Me da mucha pena que tengamos interiorizado que nuestro acento es de camperos y de que no nos sabemos manejar fuera de nuestros pueblos.

De hecho, con la correctora del libro, María Campos, de la editorial ‘Círculo de Tiza’, tuvimos un debate porque yo había puesto en cursiva todos los mancheguismos destacando que esas palabras no iban a ser reconocidas por el resto de españoles. Pero María me dijo: “No, estás palabras son correctas y están bien, lo que pasa es que pertenecen a un ámbito local distinto al castellano normativo”.

Al final si estaba escribiendo sobre el corral de mis abuelos o sobre mis primos pequeños no podía no escribir con esos términos, me salía solo. Forma parte de la verosimilitud del relato que estoy contando, si hablo sobre gente de mi pueblo que trabaja en el campo no puedo hablar de otra forma.

Un amigo mío me dijo que pusiese pies de página para explicarlo, porque si no es como si hubiese cultismos o latinismos, pero al revés. Pero no puse ninguno y creo que todo el mundo se entera, el manchego es un habla con la que está familiarizada mucha gente por el humor, como con Joaquín Reyes.

P: ¿Crees que ‘Feria’ puede ayudar a cambiar el topicazo manchego?

R: Creo que los manchegos hacemos muy bien en reírnos de ello. El otro día pensaba que el humor manchego, desde José Luis Cuerda a Joaquín Reyes, se basa en poner en este acento “de paletos” expresiones o reflexiones de filosofía.

Los manchegos hacemos muy bien en autoparodiarnos, no nos molesta el cliché que tienen sobre nosotros. La cuenta de @cahotic_serijo siempre dice que los andaluces son “los manchegos pesaos”, pero en verdad son los manchegos porque se mimetizan y hacen humor de ello y hacen películas a raíz de ello como Almodóvar.

Mi libro solo contribuye a hablar de lo que ya existía, de que somos un pueblo con mucha ironía y humor sobre nuestra propia identidad. A mí me gusta mucho: en lugar de optar por la vía de la víctima, se opta por la parodia, que viene desde el Quijote, La Mancha no es un territorio muy caballeresco de ver, es una llanura infinita.

Los manchegos hacemos muy bien en autoparodiarnos, no nos molesta el cliché que tienen sobre nosotros

P: El recuerdo de la vida rural y las referencias que haces al presente, tanto en política como al reggueton de Bad Bunny, por ejemplo, hace que me pregunte, ¿cómo crees que va a envejecer ‘Feria’? Dentro de cinco o diez años.

R: Desde niña me importó mucho siempre “el afuera”, lo que pasaba, las noticias. Sin embargo, el libro no es una novela, es una especie de crónica de momentos determinados, de reflexiones o temas que me obsesionan y en ellos se mezcla el presente en cada momento.

Supongo que habrá mucha gente que si lo lee dentro de diez años no tendrá ni pajolera idea de a qué me estoy refiriendo con algunas cosas pero ahí está la magia: interrelacionar la historia, lo que ocurre al margen de las vidas cotidianas de la gente, con cómo afectan.

P: ¿Qué le debe tu personalidad a haber vivido el verdadero espíritu manchego entre molinos de viento y relatos quijotescos?

En mi libro La Mancha es un personaje más, hablo de una familia extensa, tan extensa que abarca casi todo el territorio en el que crecemos. Probablemente me ha condicionado en ser humilde, y esto lo hago extensivo a todos los manchegos. Cuando uno viene de una tierra que es un secarral, como el imaginario común, te ríes y optas por ser un hobbit, una persona humilde que dice “tú di lo que quieras que yo aquí estoy tan a gusto”.

P: ¿Cuál crees que es el punto fuerte de ‘Feria’ que lo ha llevado al éxito? Que ya va por la 4º edición, y lo que le quede.

R: Vamos a ir a la 5º la semana que viene. Yo no creía que fuese a tener tanta repercusión y mi familia tampoco. No es una novela, no me he inventado nada, lo que cuento ocurrió realmente. No es una historia con principio y final.

Muchas veces, mientras lo estaba escribiendo, me preguntaba “¿a quién le va a interesar esto?”, pero es una pregunta que partía del ego, de considerar que uno es especial. Cuando te das cuenta de que tus anécdotas son las de mucha gente salen cosas que esconden mucha verdad, a la gente le gusta porque se ve reconocida en ellas.

P: “España huele a ajo”, llegó a decir Victoria Beckham al visitarnos. A ti, en cambio, te huele a la cocinilla de tu abuela.

R: Es que, evidentemente, en la cocinilla de mi abuela olía a ajo. Yo al final identifico lo que es la patria por lo que más he vivido yo de ella, indiscutiblemente para mí La Mancha es lo primero.

Tendríamos que hacer menos caso de lo que escriben desde los despachos y hacer más caso a nuestros abuelos.

P: ¿A qué se refería tu abuelo Gregorio cuando le preguntaban por la televisión local sobre su opinión acerca del cambio de las ferias de pueblo? Decía: “La feria no es la de antes porque la vida se iba convirtiendo poco a poco en una”.

R: Lo que percibimos cotidianamente, siendo niños, luego forma parte de un proceso mucho mayor como era la globalización, porque a través de la profesión de mis abuelos y cuando les empezó a ir mal, él solía decir que la feria ya no era la de antes, el resto ya lo añado yo.

En los primeros años del 2000 llegó el euro, los centros comerciales y las grandes cadenas americanas, entonces la vida misma se empezó a convertir en un ferial. A partir de esa frase, y por eso el nombre del título, está reflejado en forma de crónicas cómo en la vida de personas normales se representan los procesos de globales y políticos.

Al final, la interpretación que hago del oficio de mis abuelos no es antiglobalización, pero también me refiero a la sabiduría de la gente, cómo el pueblo llano es capaz de hacer reflexiones profundas de una manera muy simple a través de sus vivencias. Tendríamos que hacer menos caso de lo que escriben desde los despachos y hacer más caso a nuestros abuelos.