Doménico Chiappe, nació en 1970 en Perú, se crió en Venezuela a partir de 1974, trabajó en Isla Margarita y, finalmente, en 2002, llegó a Madrid para, por el momento, permanecer. Estudió oceanografía, después comunicación social, llegó a cultivar camarones y a trabajar en el sector financiaro para, finalmente, dedicarse al periodismo, a la escritura literaria, a la edición, a la docencia (es doctor en Humanidades) y a otras actividades que dan habida cuenta de sus inquietudes. Es autor de Tierra de extracciónHotel Minotauro, obras pioneras de narrativa multimedia, así como de las novelas Tiempo de encierro (2013) y Entrevista a Mailer Demon (2007). 

Como puede leerse entrelíneas, Chiappe ha llevado a cabo todo un viaje móvil tanto físico como profesional, en definitiva, vital. Ahora publica en Círculo de Tiza, Largo viaje inmóvil, un libro que reúne un grupode artículos que fue publicando en diversos medios, los cuales ha reescrito y ordenado para ofrecer un libro que es crónica periodística, narrativa, literatura de viajes, textos hagiográficos... con el fin de entregar una mirada amplia sobre los últimos años de Venezuela (1995-2015). Un ensayo que tiene un cierto hilo conductor en su interior y que, en sus idas y venidas en el tiempo, acaba creando una polifonía que no intenta ser total, pero sí al menos plural. No evita en momento alguno el posicionamiento político con respecto al chavismo, haciéndolo, además, desde una postura que incomodará a muchos, pues no entra en el ataque visceral y no abraza el elogio. Pero, sobre todo, busca las historias que anidan bajo los grandes titulares de prensa, sobre aquello que mueve los intereses periodísticos -tanto de un lado como de otro- en lo referente a Venezuela. Habla de los barrios, de su gente, de cómo una realidad política y social afectó a los venezolanos. A partir de ahí, por supuesto, surgen muchas cuestiones a las que Chiappe a veces contesta; en otras, en cambio, simplemente expone dejando al texto respirar para que llegue al lector y sea éste quien saque sus conclusiones. Y, al final, el autor, se desnuda y se explica ante los lectores; o quizá ante él.

Hemos hablado con Chiappe, quien presenta su libro en Madrid el jueves 12 en el Espacio A2 en la calle Hermosilla 29 a las 20.00 horas.

Los textos del libro son una reescritura de artículos que has ido desarrollando a lo largo de los años, ¿cómo llegas a la idea de reunirlos y, además, en ese orden?

Comencé a colaborar en periódicos a principios de los noventa, pero entré al periodismo de investigación, en temas políticos, económicos y sociales, a mediados de esa década. En el ejercicio del diarismo priva la actualidad. Y el trabajo de campo y la redacción se orientan hacia la noticia. Hacia revelar algo desconocido para el público. Mejor todavía si esas revelaciones contenían denuncias. Pero sucede que con el paso del tiempo aquello pierde novedad. Esos artículos periodísticos, junto a las fotografías que suelo hacer cuando hago trabajo de calle y los recortes de hemeroteca e informes que recopilo, fueron la materia prima de este libro. Como lo son los recuerdos.

El impulso final para concebir el libro fueron las crónicas que hice para la agencia Colpisa durante el funeral de Chávez que fue, al mismo tiempo, la campaña electoral de Maduro. Pero quería que el lector conociera no sólo esa instantánea simbólica del régimen. Quería, como en mis otros libros, combatir el discurso oficial. Tanto de unos como de otros, tanto el de Venezuela como el de España. Quería romper la superficialidad del debate, y mostrar la complejidad del país. Para lograrlo necesitaba contar también cómo era el país antes de Chávez. Un país que recorrí de punta a punta en el ejercicio del reporterismo. Y quería hacerlo jugando con el contraste. Así que las organizo de dos formas. En la primera alterno la crónica de un hecho con la semblanza de alguna persona. En la segunda hago que el lector avance y retroceda en la cronología.

Sí, en la construcción del libro vas alternando textos, diríamos, más generales, con otros dedicados a perfiles concretos, se crea una dialéctica muy interesante entre una mirada global con otra más enfocada a lo íntimo.

En esa dinámica que hablábamos antes, a veces de un largo reportaje sólo elegí para el libro la complejidad de una persona. Sus circunstancias y su destino. Elegí mostrar a trece personas distintas, mencionadas por su oficio, para enhebrar un retrato colectivo del país, lo que me permitía ir de un desfile de Miss Venezuela al despacho de un ministro, de Caracas a Maracaibo. De un banquero a un boxeador. Esa humanidad, convertida de alguna forma en símbolo del país, dialoga con los sucesos algunos cotidianos, como un homicidio (suceden casi 30.000 al año: Venezuela es el país con mayor tasa de asesinatos del mundo), y otros puntuales, como la represión estudiantil por parte de fuerzas estatales y milicias paramilitares. Es parte de esa estrategia de contrastes, como el país mismo, que tiene, en conjunto, la narrativa del libro. Viajar a través de los últimos veinte años de un paisaje tanto geográfico como humano.

Durante el proceso de reescritura y ordenación, ¿cómo te ha afectado personalmente? ¿Cómo te has visto con perspectiva?

Me envolvió. Trabajo en este libro desde 2013, cuando volví de aquella cobertura en Venezuela. Aquella experiencia me reafirmó la esencia de la calle y la responsabilidad que entraña contarla. Y la necesidad personal de ejercer el periodismo. También puso a prueba la madurez de mi escritura y el entusiasmo de los primeros años. Mucho de aquél tiempo sobrevino mientras surcaba en moto la ciudad donde me crié, en la estela de los motoristas que querían ir, como un enjambre, tras el coche fúnebre que llevaba a Chávez al Cuartel de la Montaña, donde le habían improvisado un mausoleo, que, como tantas otras improvisaciones del régimen, ha quedado como definitivo.

El libro es una polifonía de voces y de rostros, que contraviene acercamientos a una realidad, en este caso la venezolana de los últimos años, constreñida por intereses.

El caso de Venezuela ha sido instrumentalizado, desde luego, en España, que mira hacia allá con el surgimiento de Podemos, y sobre todo cuando obtienen los resultados impredecibles de las elecciones europeas. Pero el régimen chavista tiene ya 15 años y la gran debacle venezolana (económica pero también moral) comenzó con la instauración de la asamblea constituyente, la que redactó una nueva constitución que otorgó casi todo el poder al presidente y dio paso a lo que llamaron “transitoriedad” cuando, sin ley ni orden, desmantelaron todas las instituciones que podían servir de contrapeso. A partir de ahí, ha sucedido un ajuste de tuercas para permanecer en el poder, aun a costa de la propia nación y, por supuesto, de sus habitantes. De ahí la importancia de contextualizar y recordar cómo ha sido el proceso venezolano, que, más allá de la retórica de izquierda, falsa, impuso un totalitarismo. También era importante dar voz a los que están dentro. 

De hecho, en algunos textos, surgen múltiples voces para narrar un suceso, en ocasiones mostrando la imposibilidad de una mirada única.

He querido huir de esa mirada única, de la aproximación ensayística, de la moralización o de la sentencia. Mejor mostrar. Así, he querido mostrar el heroísmo, la ingenuidad, la maledicencia, la resistencia, la nobleza, la resignación que transpira la calle, frente al cinismo que hay en algunas aproximaciones al país, sobre todo de parte de quienes han aplaudido con idolatría la figura de un caudillo con los bolsillos llenos de dinero, del que no rendía cuentas y, así, les daba a manos llenas a sus propagandistas. Esos que ahora se niegan a condenar el régimen y siguen la hoja de ruta retórica de Chávez que es la de cualquier populista.

Cuando escribías los artículos, tanto en el momento como luego a la hora de reorganizar todo el material, ¿hasta qué punto tenías presente la necesidad de alejarte de los relatos oficiales? Me refiero a los diferentes relatos oficiales sobre Venezuela.

Esos relatos oficiales son argumentarios básicos y primarios, que apelan a la emoción, que contravienen en la personalización de quien muestra una actitud crítica y en la distracción de los asuntos que se denuncian. Sabiendo esta estrategia del poder, y puesto que no es posible la objetividad, el periodista necesita recurrir a mostrarse con honestidad. Esta es la razón por la que comienzo este libro descubriendo de dónde vengo, y no oculto que, al escribirlo no desisto de mi posición socialdemócrata, de hombre de izquierdas.

El caso Venezuela muestra la ineficiencia de los totalitarismos y del populismo. Incluso en un país que dispuso de tanta riqueza durante estos años. Sólo en ingresos petroleros se calcula que el gobierno percibió más de 800.000 millones de dólares. ¿A dónde fueron a parar? Hay que recordar que el rescate bancario español, que facturaba 40 años de corrupción, fue de 100.000 millones aproximadamente. Venezuela dispuso de ocho veces esa cantidad, y se evaporó. Ha sido un experimento nefasto, del que en muy poco tiempo se observa que nada es salvable y sus consecuencias no son sólo económicas. Hay un pueblo entero que, ante la destrucción del aparato productivo, no tiene cómo ganarse la vida.

Y hay un par de generaciones que tampoco están capacitadas para hacerlo. Tal es la factura educativa y moral. La realidad de la calle y el contraste de las cifras demuestran que los pobres de Venezuela son más pobres ahora que en 1998 y mucho más que en los ochenta y los setenta, algo que refrendan organismos independientes que incluso reivindicaron los primeros años de chavismo. Y que si se habla, con ese cinismo estalinista, de lucha contra la desigualdad es porque todos los ciudadanos de Venezuela, excepto los cabecillas del régimen, padecen hambre, insalubridad, represión, inseguridad… por igual.

La figura de Chávez es omnipresente, lo cual es lógico dado el marco temporal, y presiento una necesidad a lo largo del libro de enmarcarlo en diferentes momentos, en diferentes contextos.

Es una entelequia que domina el país, aun ausente. De qué otra forma se explica que un presidente recién reelegido suba a un avión que lo lleva a otro país, y esté seis meses sin mostrarse, sin hacer una alocución (de las que era tan fanático, apasionado de oírse a sí mismo), mientras sus esbirros aseguran que ordenó una ley o firmó nuevos nombramientos. Y un buen día se anuncia que ha muerto y que desde ese otro país envían el féretro, pero nunca se hace oficial la causa de la muerte. Rigió de manera caprichosa la vida del país. Llevó a los venezolanos al enfrentamiento permanente. Sin embargo, no es el protagonista del libro. Es, de alguna manera, una parte del ambiente. Como una lluvia persistente, una garúa. Pero Venezuela es mucho más que ese personaje.

Tu visión sobre Venezuela es tan polifónica como las voces que incluyes en el libro. Hay incluso una sensación exploratorio, de búsqueda por tu parte, de buscar respuestas además de narrar los sucesos.

Las busco. Sobre todo la respuesta a la pregunta: cuál es el legado de Chávez. Cuál ha sido el legado de tantos dictadores tropicales, de la dicotomía, de la apetencia desesperada por el poder. Pero las respuestas no están en el texto del libro. Cada lector podrá concluir lo que desee. Yo expongo lo atestiguado, y todo puede ser contrastado por quien lo desee.

Desde la polarización general que existe en cuanto a Venezuela en España, con dos polos opuestos, tu libro puede ser un excelente ejemplo de un punto intermedio, en el que la crítica al chavismo viene matizada en todo momento y sin caer en grandes atacas. Y, además, desde la izquierda. Eso puede incomodar a ciertas personas…

No creo encontrarme en un punto intermedio. Desde mi posición socialdemócrata apelo a lo racional y ataco la ridiculización que Chávez hizo de las aspiraciones de la izquierda. La autocracia y el militarismo, tan propios de cualquier sátrapa, impidió el progreso de Venezuela en estos años en los que el país se habría podido levantar del gran bache económico de las dos décadas anteriores, e impulsar a la población. No quisiera que se confunda mi enorme respeto por las personas de a pie que apoyan o apoyaron al régimen, y que están en el libro, y por otras muchas que me abrieron sus vidas pero no fueron incluidas aquí. Pues ese respeto no merma mi desprecio hacia los líderes y cómplices de eso que sólo la propaganda chavista llama “revolución”, y que se han enriquecido amparados en la opacidad que reina en el país.

Hay, pienso en tres concretamente, textos en los que te presentas más emocionalmente que en el resto, en los que la emoción reside más en los personajes.

Imposible que no afloren los sentimientos en este libro, con el que completo un círculo vital. 

Porque, además, el libro podría decirse que es un libro sobre Venezuela, pero más bien sobre los venezolanos en su amplitud, porque te acercas a diferentes tipos sociales.

Exactamente, busco no sólo la polifonía, sino también la pluralidad. Que esas múltiples miradas hacia Venezuela tengan distintas posiciones.

El epílogo: te desnudas y te presentas como colofón y, de paso, das sentido en cierta manera a todo el libro. A su recorrido.

En el epílogo confronto la situación vivida en Venezuela con la que atraviesa hoy España. Lo hago como un caminante que avanza por Madrid y, de lo que ha vivido en un país y de lo que vive en otro, va sacando conclusiones. No personalizo porque la experiencia me ha convencido de que si no es uno, es otro. Es decir, que siempre estará por venir el dictadorzuelo. Que antes y después hay un déspota esperando la oportunidad. Son las circunstancias de un país lo que impulsa o no a aquél dispuesto a cualquier cosa con tal de alcanzar y conservar el poder. Son esas circunstancias las que fraguan el discurso populista, gracias al sentimiento que las crisis generan en los que se sienten despojados y que quieren que su victimización sea el pilar de un discurso.

¿Ha sido realmente un largo viaje inmóvil?

Quizás debamos hablar más de un largo viaje hacia el retroceso. Venezuela está hoy a un nivel similar al de finales de las guerras intestinas que sucedieron después de la independencia. Vamos a necesitar muchas décadas de gran esfuerzo para recuperar aquello que Chávez devastó en tres lustros. Y esto lo digo sin idealizar los años democráticos venezolanos, con lo que también actué de forma crítica en el ejercicio periodístico, como también se puede apreciar en este libro.