El cerco y el infinito complementa y amplía Fantasmas y reflejos del siglo XXI. El planteamiento y enfoque de El cerco y el infinito: reflexionar sobre cómo se representan y analizan los diversos trayectos y escenarios de la manifestación y relación sentimental en el cine del siglo XXI.

El trayecto narrativo de este libro comienza con La duquesa de Langeais (2007), de Jacques Rivette, y culmina con Sólo los amantes sobreviven (2013), de Jim Jarmusch. De la contienda a la complicidad. Sus respectivas imágenes, en portada y al final del libro, evidencian el contraste extremo de los posibles escenarios del territorio afectivo. Entre la distancia y la proximidad, entre la vestimenta o el decorado de la representación y el abrazo de la desnudez de los cuerpos y de las emociones como armónica materialización de la unión cómplice. Entre la representación y el cuerpo se dirime el conflicto, un forcejeo, un pulso. Ese que puede tornar la maraña en logro.

El infinito: La sublimación. Ese singular fenómeno de las proyecciones románticas. Ese En el principio: Esa necesidad de relato que contrarresta el vacío, como la vida frente a la incógnita de la muerte, o frente a la oscuridad. El proyector genera luz. El acontecimiento narrativo y escénico empapa de distinción y singularidad. La circulación de las rutinas se ve alterada, interrumpida, y el tiempo parece respirar de otro modo, como si se hiciera presente. Salimos a escena, y nos sentimos más presentes, paradoja de flujos y transcendencia: representación y cuerpo rebosan, como la duración. Somos duración. La eternidad y el instante se conjugan por lo que no son oposición o extremos, sino ilusión de conjunción, como si coincidieran en un fulgor que siembra la ilusión de ilimitada dilatación. La ilusión del infinito que transgrede el confinamiento del cerco. El relato, la proyección sublimadora, establece, en la duración, pulso con las limitaciones. La ilusión respira anhelo de infinito por lo que desafía a los límites, a los cercos con los que nos obstruimos.

Establecemos cercos, confinamos la relación, cuando la atracción y relación sentimental se convierte en un escenario y prima la manipulación, las estrategias, la simulación, el control y el daño, cuando la relación (o su posibilidad, aún en los pasajes previos de tanteo o cortejo) se conforma como un escenario bélico, de asedios, asaltos, tácticas, maniobras. Cuando el otro se convierte en una figura escurridiza, borrosa, que necesitamos controlar, y los celos se convierten en desesperados aspirantes a opresivas cámaras de vigilancia de la vida no sólo presente, sino también pretérita, e incluso de la imaginación, de la persona amada.

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