Dos grandes actores, Robert Downey Jr. y Robert Duvall se valen para que El juez parezca mucho mejor película de lo que es. Solo por ver su duelo interpretativo vale la pena ver este drama familiar, judicial y de intriga.

David Dobkin, acostumbrado al género de la comedia ligera, y sin pretensiones, gira en El juez hacia el drama en un triple sentido: familiar, judicial y criminal, aunque no exento de cierta comicidad gracias a Robert Downey Jr., quien junto a Robert Duvall, dan forma a un dúo interpretativo que se vale para dotar a la película de personalidad.

El principal problema de El juez reside en que las tres facetas alrededor de las cuales gira la historia no logran coexistir de manera convincente, y eso que la película dura más de dos horas. Posee un trabajo visual correcto y con gusto, con la suerte de contar como director de fotografía con el gran Janusz Kaminski, quien logra trabajar la luz, sobre todo en los interiores –la casa familiar; los juzgados- de manera excelente, creando unos claroscuros que otorgan a la película de una necesaria mezcla de oscuridad y luz muy acorde con la historia, quizá el mejor elemento de su construcción visual. Porque el resto tiene un claro objetivo: ser invisible (y no en el buen sentido del término) para que en cada encuadre, en cada plano y en cada secuencia sean los actores, sobre todo Downey Jr. y Duvall, pero también Billy Bob Thorton, y de manera ocasional algunos secundarios, quienes luzcan en pantalla. Son ellos la esencia de la película, su personalidad y, sin embargo, deben luchar contra un guion que acumula tópicos sin ser capaz de reescribirlos, de llevarlos por caminos diferentes (el tema de un posible incesto queda en la nada cuando podría ser un momento de inflexión muy interesante). La intriga y la trama judicial no tienen demasiado interés salvo en lo que afecta a la maltrecha relación entre padre e hijo y su pasado, porque al final el drama que se impone es el familiar, el personal, para lo bueno y para lo malo.



El juez evidencia que ciertos modelos narrativos y estructurales del cine comercial están en muchos sentidos agotados si no hay detrás alguien capaz de jugar con ellos y crear algo diferente. Resultan más que eficientes y válidos desde cierto punto vista, porque no se puede decir que El juez sea una mala película, aunque tampoco todo lo contrario. Más bien una obra intermedia que intenta en todo momento ser algo más pero que se queda siempre a medio camino de todo, temerosa de arriesgarse, de ir más allá, de ser algo más. Se contenta con dejar a sus actores hacer todo el trabajo, y lo hacen, a lo grande. El duelo interpretativo, que huele a premios a distancia, es suficiente para mantener la atención, aunque entre medias nos encontramos con un relato que va conduciéndonos hacia el conocido terreno del arrepentimiento, del cambio personal hacia cierta rectitud, que por manido acaba resultando algo pesado y obvio. La presencia de una trama judicial y el trabajo tanto de padre como de hijo en dicho terreno otorga una clara carga al mensaje que sin embargo apenas tiene alcance, a no ser la decisión final del juez.