Primera parte del final de la saga a partir de la novela de Suzanne Collins, Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte I va más allá de sus anteriores entregas aunque su condición de mitad de un conjunto es patente en el resultado final.

 

 Aunque no sea una novedad, lo cierto es que la apuesta por las sagas juveniles, en la mayoría de los casos adaptaciones de best-sellers, se ha convertido en una apuesta por parte de los estudios en los últimos años en busca de esa franquicia que aporte dividendos tanto de golpe como a medio plazo, aunque no siempre consiguen que funcionen (hay más casos de fracasos o relativos fracasos que de éxitos). Evidentemente, este condicionante comercial (que está, por otro lado, detrás de toda producción de manera más o menos enfatizada y que condiciona de una manera u otra el resultado artístico de la propuesta) supone un lastre a la hora de que estas películas sean tomadas medianamente en serio. Sin embargo, desprovisto de este hándicap, uno debe acercarse a la película de la misma manera que a cualquier otra. Y, a este respecto, las tres producciones de Los juegos del hambre son de las propuestas más sólidas, aunque con defectos y condiciones que lastran la calidad de las película, y más conseguidas de los últimos años, al menos como entretenimientos en el más puro sentido de la palabra.

 

 

 

 

 

Los juegos del hambre (2012) y  Los juegos del hambre: En llamas (2013) a pesar de contar con diferentes directores, Gary Ross y Francis Lawrence, respectivamente, siendo Lawrence en el encargado de las dos siguientes entregas, presentaban un esquema casi igual que, en cambio, se rompe en la tercera entrega, Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte I. También poseían un tono y un estilo de producción muy parecido, siendo la primera más dinámica y desenfada y la segunda más oscura y sombría, también mejor dirigida, algo que Lawrence vuelve a mostrar en la tercera entrega. La uniformidad de las tres películas es clara aunque la realización de esta última en formato digital aporta a la imagen unas texturas diferentes que, en caso de verse en pantallas no preparadas, se perderán

 

 

En Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte I desaparecen los juegos que dan título a la saga (tras el fin de la segunda era algo lógico) y la historia se introduce por otros derroteros narrativos. Hay bastante menos acción en esta tercera parte (presentimos que la traca final está reservada para la cuarta y, presumiblemente, última) y sí un intento de desarrollo dramático de los personajes en continuación con lo expuesto en las dos anteriores entregas, aunque, sea dicho de paso, tampoco se espere más allá de un desarrollo mínimo y bien construido pero liviano y sin demasiada consistencia. Emocionalmente queda claro a quiénes va dirigida la película, no nos llevemos sorpresas a este respecto. Sin embargo, es posible que ese público encuentre Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte I bastante más morosa que las anteriores. Y, por el contrario, otro tipo de espectador, puede que tan solo vea en ella la simpleza de su propuesta. A este respecto, a diferencia de las anteriores, Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte I se encuentra en un punto intermedio que compensa con las puntuales secuencias de acción que sin tener el peso tan específico que las entregas previas, ayudan a crear ritmo a la película.

 

 

 

 

 

El mayor problema de Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte I reside en que es demasiado evidente que se trata de la mitad de un todo que tendrá un sentido completo con el estreno de la cuarta y última entrega. Esto conlleva que nos encontremos ante una película que se abre en varias direcciones sin cerrar algunas de ellas, que transmite una sensación fragmentada y desequilibrada (a parte de los problemas de guion que tiene en muchos sentidos). Podría decirse que carece de una cierta lógica narrativa como película independiente pero que sí funciona más en relación con las anteriores y, presumiblemente, con la siguiente. De ahí que lo más interesante sea el desarrollo del personaje de Katniss (Jennifer Lawrence) quien poco a poco va convirtiéndose en el definitivo  símbolo o imagen de la revolución. Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte I plantea una interesante visión de la utilización de los medios (sobre todo los videos) como lucha y, sobre todo, alrededor de Katniss, el manejo de su imagen como vehículo para ensalzar a las masas para unirse y luchar contra la opresión. Todo orquestado por un personaje al que Philip Seymour Hoffman da entendida, como también lo hace Julianne Moore al suyo. Entre ellos dos, Lawrence y Woody Harrelson, aportan a la película de un peso actoral en el que se cimienta gran parte del relato.

 

 

 

 

 

Dictadura contra democracia, el bien contra el mal, resulta tan simple con efectivo, dado que permite, ante todo, un posicionamiento muy fácil por parte del espectador apelando antes a las emociones que a la reflexión. A este respecto, Divergente, otra de las sagas incipientes, posee también ese trasfondo distópico de un futuro fragmentado en dos, basado en segregaciones sociales y diferencias sociales como Los juegos del hambre. Resulta curioso que estos planteamientos, aunque con cierto trazo grueso, se estén produciendo en la actualidad en el terreno de las sagas juveniles y no en otros contextos cinematográficos.

 

 

 

 

 

A partir de un diseño de producción espectacular que combina la sobriedad y la suciedad de unos decorados con un pretendido look hortera en los otros, Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte I apuesta por una narración en la que el planteamiento de ciencia ficción se da la mano con un realismo escénico que la saga ha ido desarrollando desde sus inicios y que sigue muy de cerca la línea de gran parte de las producciones de la actualidad en las que loaparentemente imposible viene visualizado de una manera pretendidamente realista, como si hubiera una necesidad de mostrar esos mundos y esas posibilidades de la manera más fehaciente y cercana posible. Esto produce una película muy física, muy material. Al alejarse de la estructura de las dos partes anteriores, Los juegos del hambre: Sinsajo. Parte I se introduce en otros parámetros argumentales que veremos qué resolución tienen. Por ahora, esta primera parte, entretenida y en algunas cosas sorprendente, plana y sin demasiada gracia en otros, consigue ser, como decíamos, una de las propuestas más sólidas dentro de este maremágnum de sagas juveniles.

 

 

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