Escritor: Entre 2010 y 2014, S. Craig Zahler publicó cuatro novelas. Las dos primeras, A Congregation of Jackls (2010) y Wraiths of the Broken Land (2013), dentro del género del western, si bien la primera incluía elementos cercanos al noir. La tercera, Corpus Chrome, Inc. (2014), en los parámetros de la ciencia ficción robótica, y, por último, Mean Business on North Ganson Street, un thriller de investigación policiaca también con elementos del noir. Una producción literaria que evidencia el gusto de Zahler no solo por el género, sino también por la hibridación de varios. Músico: Con el nombre de ‘Czar’, Zahler ha sido miembro, entre 2005 y 2013, de dos bandas, ‘Charnel Valley’-heavy metal- y ‘Realmbuilder’ –black metal-, en este caso junto a Jeff Herriott, con quien ha compuesto la banda sonora de Bone Tomahawk. Guionista: Antes de debutar en la dirección, Zahler coescribió junto a Jerôme Fansten, el guion de The Incident (Asylum Blackout), de Alexandre Courtès, película alineada en los marcos del terror francés contemporáneo.

Lo anterior puede dar una idea, aunque tan solo aproximativa, de donde viene Zahler y, sobre todo, de algunos elementos constitutivos de su primera y magnífica película, Bone Tomahawk. La ‘mezcla’ de elementos del western y del terror, con un humor negro recorriendo la película de principio a fin, hacen de la película de Zahler un producto perfecto para entrar en disputas de género para ubicarla en uno o en otro; y aunque puede tener su interés hacerlo, al final, puede resultar un asunto más farragoso que operativo, dado que poco importa si es un western con elementos de terror o una historia de terror contextualizada en el viejo oeste. Porque uno de las características más interesantes, de Bone Tomahawk reside en que demuestra que el género, sea cual sea, ya no debe ser un territorio acotado en sus códigos, esos que tanto gustan porque nos permiten explayarnos cómodamente en los comentarios basandonos en ellos y en su ‘pureza’, sino un espacio de transgresión, precisamente, de esos códigos, mediante una combinación que, al final, den como resultando algo diferente. Decir que Bone Tomahawk comienza como si fuera Centauros del desierto o La venganza de Ulzana y termina como Las colinas tienen ojos, por ejemplo, es interesante e, incluso, procedente desde cierto punto de vista, pero conllevaría situar la película de Zahler en un territorio que no le haría ninguna justicia, en el del simple pastiche. Tampoco vamos a negar, que esas referencias y otras tantas que se puedan rastrear están presentes en la película, pero acaban en un segundo plano gracias a la personalidad que Zahler acaba imprimiendo a las imágenes.

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El comienzo de Bone Tomahawk ya nos sitúa en un terreno fronterizo: dos ladrones –interpretados por David Arquette y Sid Haig (su breve presencia es quizá una especie de declaración de intenciones)- masacran a un grupo de viajeros con violencia y cierto salvajismo. Eso sí, ya hay un cierto humor en todo momento. Después, ellos acabarán siendo los cazados por unos indios que, como luego sabremos, son poco menos que el eslabón perdido de la evolución. Después de ese arranque la acción se traslada a un pequeño pueblo en el que todo parece transcurrir con cierta normalidad, incluso tranquilidad hasta que unos sucesos desencadena que cuatro hombre, el sheriff (Kurt Russell), su ayudante (Richard Jenkins), una suerte de dandy sureño (Matthew Fox) y un vaquero (Patrick Wilson), deban salir en busca de la mujer de éste, interpretada por Lili Simmons. A partir de ahí, Zahler compone una película cuyo ritmo lo marca a la perfección el movimiento de los personajes y los acontecimientos. Un elemento a remarcar es la capacidad de Zahler para crear una película que, a pesar de su duración, más de dos horas, modula a la perfección los tiempos y se toma su tiempo para ir desarrollando a los personajes, para que sus actos durante el trayecto vayan anticipando su lugar dentro de la historia. De hecho, sin poder desvelar demasiado de la trama, al final se produce una interesante inversión de roles por la cual los aparentemente más débiles acaban siendo los más fuertes.

Rodada en un magnífico scope con fotografía a cargo de Benji Bakshi, Zahler hace gala de una medida construcción de los encuadres que, incluso en espacios abiertos, crea una sensación claustrofóbica alrededor de los personajes, atrapados en una aventura que les conduce a un territorio casi inexplorado. Zhaler nos conduce, como decíamos anteriormente, mediante un perfecto control climático que desembocará en unas secuencias finales brutales en todos los sentidos, que quizá sean las que, al final queden en la retina del espectador por su contenido, a pesar que todo lo anterior, todo el recorrido hasta llegar ahí, supone una magnífica experiencia cinematográfica.