Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959), uno de los fotoperiodistas españoles más reconocidos, Premio Nacional de Fotografía y Premio Ortega y Gasset, pertenece a esa corriente de fotógrafos de prensa, en la que también militan Steve McCurry, Sebastiao Salgado o James Natchweiy, que utiliza la imagen periodística como potencial transformador, de denuncia de injusticias. Así, en la era en la que muchos se (mal) informan a base de tweets, Sánchez, partiendo de sus colaboraciones en cabeceras como Heraldo de Aragón  o La Vanguardia, que en los 80 lo llevaron a América Latina y en los 90 a la Guerra de los Balcanes y a África, ha construido unos proyectos de fondo: Vidas Minadas y Desaparecidos, en los que retrata la evolución (o involución) que experimentan, a lo largo de años, víctimas de guerra y catástrofes, para que su imagen perdure en nuestra memoria.

Las fotos de Gervasio Sánchez protagonizan ahora dos exposiciones: una es la Antología de su trabajo que gira por España desde que le concedieron el Premio Nacional de Fotografía en 2009, y que hasta el 22 de febrero recala en IAACC Pablo Serrano de Zaragoza. Y otra es Mujeres. Afganistán, que se puede ver hasta el 15 de febrero en el Paulau Robert, está comisariada por Mónica Bernabé y documenta la vida de niñas y adultas en Afganistán.

¿Cómo ha cambiado el fotoperiodismo desde que empezó, en los años 80? Ha ido a peor, como todas las ramas del periodismo: el periodismo literario, el radiofónico, el televisivo… Las nuevas tecnologías mejoran la presentación de los productos, pero éstos son peores que hace 30 años. Una de las causas del problema es la inmediatez, que ha matado a la información elaborada, de calidad; esa necesidad de los medios de publicar las cosas cuanto antes, de dar la noticia los primeros, es perjudicial, priorizan las prisas sobre la documentación. Y la otra causa de la degeneración del periodismo son las relaciones obscenas que hay entre poderes mediáticos, políticos y económicos. La independencia se ha vuelto inexistente. Los periodistas hemos dejado de vigilar al poder, para convertirnos en su mejor amigo. Y que conste que yo tengo un gran respeto por el 95% de los periodistas que trabajan en las redacciones, pero hay un 5%, acomodado en la estructura directiva, que son los que provocan que el periodismo se pisotee a diario.

Eso en cuanto al periodismo. Pero, personalmente, ¿cómo ha cambiado usted? He pasado de hacer periodismo de actualidad, puro y duro, con imágenes, textos literarios y crónicas radiofónicas, a hacer imágenes que me llevan años, las que forman parte de mis proyectos Vidas minadas y Desparecidos, y creo que son las constarán en mi biografía definitiva. Documentan grandes catástrofes del mundo y sus consecuencias. Con mi trayectoria profesional, he podido entender mejor el mundo, me he vuelto más crítico, más pesimista. Sigo creyendo en el periodismo, pero en aquel que vigila al poder.

Con los nuevos medios digitales, parece que, como en la política, se ha roto el tradicional bipartidismo, o la hegemonía de unas pocas cabeceras, y han florecido online muchas nuevas. Ante este nuevo panorama, ¿estamos mejor informados o sufrimos sobreinformación? Creo que en el periodismo, por así llamarlo, “clásico”, se puede ofrecer información de calidad. Eso sí, siempre que encuentres a personas que confíen en tu trabajo y te den espacio suficiente para ello. Yo siempre he trabajado con medios tradicionales, y cuando he tenido algún problema con alguno, me he ido a otro. Por eso, desde hace más de veinte años trabajo con Heraldo de Aragón, y desde hace 15, colaboro en La Vanguardia. Eso sí, siempre me he dedicado a información nacional e internacional, que compromete menos que la de ámbito local, que es donde, realmente, es donde se juega uno la cabeza, y por eso yo respeto tanto a los periodistas locales. Dicho esto, creo que la prensa digital ha crecido de forma descontrolada. Hay demasiados medios, y, sobre todo, hay personas que se presentan como líderes de un medio digital declarándose independientes, cuando, sin embargo, su pasado profesional dice lo contrario, pues años atrás han estado vinculados con el poder mediático o político. Uno tiene que ser independiente desde el principio. Lo suyo, para luchar contra la prensa tradicional, sería buscar alianzas para crear un medio o coalición de medios potente, que evite relacionarse y depender de las grandes esferas, y en el que los ciudadanos confíen. Pero, aunque no me parece mal, ni mucho menos, que existan, hay una atomización de medios, porque cada uno quiere su parcela de poder. Hay demasiada vanidad.

Hay fotógrafos que se sienten amenazados por el Periodismo Ciudadano, porque hoy todos tenemos en nuestras manos, continuamente, smartphones con los que podemos hacer fotos testimoniales que se publican en Internet y en los medios. La mayor amenaza para el fotógrafo es el vergonzoso trato que le dan los medios, que le pagan una miseria. Y esto no es algo que ocurre desde que estalló la crisis, sino desde siempre, yo lo recuerdo a lo largo de las tres décadas que llevo trabajando. Si yo no hubiera hecho radio y periodismo escrito, no habría podido sobrevivir con la fotografía. Ese es el mayor problema de los fotógrafos, no otro.

Hablemos de las exposiciones de su trabajo que pueden visitarse en estos momentos. De todas las fotos que éstas incluyen, ¿se quedaría con alguna? En los últimos años suelo decir que las más importantes son las que no he publicado. Imagínate la cantidad de fotos que se quedan por el camino en la elección de las que se publican. Es duro para un fotógrafo descartar imágenes. Yo he conseguido trabajos icónicos, pero siempre han surgido por una búsqueda y a base de descartes, porque el fotógrafo busca imágenes que sinteticen lo que está ocurriendo en un lugar concreto.
La mayoría de sus fotos son en blanco y negro… Los trabajos de largo recorrido sí me gusta hacerlos en blanco y negro, aunque he hecho otros en color como este sobre las mujeres en Afganistán.

Hablemos de Vidas minadas. ¿Cómo perciben las víctimas el seguimiento que les hace a lo largo de los años? Un problema que tienen los periodistas es la prepotencia, se creen que su historia es lo fundamental, y en realidad después de publicarla se olvidan de ella enseguida. Yo nunca he trabajado así. Siempre he intentado ser cuidadoso y responsable, tratar a la gente con la dignidad que se merece. Cuando voy a un sitio, convivo días con la gente, entablo buena sintonía con las víctimas. Así es como lo perciben.

En el discurso que ofreció al recibir el Premio Ortega y Gasset, protestó por la venta de armamento del gobierno de Rodríguez Zapatero. Mis discursos de agradecimiento de premios siempre han sido reivindicativos, desde el primero que me dieron en 1993, cuando mis palabras tuvieron como consecuencia que se marcharan del acto varios políticos, y no del Partido Popular sino de Izquierda Unida, a quienes critiqué por su comportamiento en relación con la Guerra de Bosnia. Zapatero, considerado el apóstol pacifista, hizo sin embargo un uso lamentable de la palabra “paz”, y duplicó la cantidad de armas vendidas por España en relación con el gobierno de Aznar. Eso significó que se vendieron 400 millones de armas con Aznar y 900 con Zapatero. Por esto, en 2011, yo escribí un artículo titulado El mejor traficante de armas abandona la Moncloa, indicando que el ex presidente socialista terminó su gobierno habiendo casi sextuplicado la venta de armas, alcanzando una cifra de unos 2.400 millones de armas vendidas. Y ahora mismo, con el gobierno del señor Rajoy, estamos vendiendo más de 3.000 millones de armas. Es horroroso.

En la exposición Mujeres. Afganistán, recopila fotografías de mujeres afganas, y en el conjunto se constata la situación en la que viven. Es una exposición comisariada por Mónica Bernabé, la única periodista española que ha trabajado durante siete años en Afganistán, como corresponsal de El Mundo. Sin ella, el trabajo habría sido imposible, porque fue quien realizó las gestiones sobre el terreno, mantuvo los contactos y agilizó los trámites en lugares donde había que entrar con permisos. Lo que pretendemos es denunciar la situación de la mujer afgana, de la adulta y de las menores. Estos últimos años han sido tiempo perdido para las afganas. La comunidad internacional no ha hecho nada por evitar que la legislación de su país autorice que se violen los derechos de ellas. Nosotros hemos seguido la ruta más dura, durante seis años, documentando historias personalizadas de niñas y mujeres con nombre y apellidos, que nos han contado sus historias. Hemos huido de las fotos de los burkas, porque el burka es el menor de los problemas de las mujeres de Afganistán. El problema es que, allí, ellas no tienen valor alguno, las compran y venden los hombres, pisotean sus derechos y las frustran.

¿Cómo valora la amenaza del Estado Islámico? Va a ser difícil que sea todavía peor que los talibanes, que son sus hermanos mayores. Insisto, la situación de la mujer no tiene que ver con el Estado Islámico ni con los talibanes, que gobiernan solo algunas zonas.

Antología. Gervasio Sánchez. IACC Pablo Serrano (Zaragoza). Hasta el 22 de febrero. www.iaacc.es
Mujeres. Afganistán. Palau Robert (Barcelona). Hasta el 15 de febrero. www.gencat.cat/palaurobert/