Es una de nuestras compañías teatrales más internacionalizadas, vanguardistas y con mayor visión crítica de la sociedad. Agrupación Señor Serrano , León de Plata 2015 en la Bienal de Venecia, vuelve a Madrid, al Corral de Comedias de Alcalá de Henares, los días 20 y 21 de diciembre, con uno de sus montajes más emblemáticos: Birdie, en el que mantienen los denominadores comunes de su 'cine en vivo' o teatro performático: las proyecciones audiovisuales en directo, la composición de una gran maqueta y la performance de actores. Todo, para hablar del drama de la inmigración. Hablamos con Pau Palacios, codirector artístico de la compañía.

Fue una foto de José Palazón, con un grupo de inmigrantes subidos a una valla de Melilla junto a un campo de golf, la que dio pie a este espectáculo

Efectivamente, el detonante fue la foto y fue un flechazo. La imagen en sí es potentísima, icónica. Es una imagen que lo dice todo, pero de repente mirándola pensamos que valía la pena ir a fondo, no quedarnos en la primera impresión que la imagen nos ofrece sino ir más allá. Vivimos en tiempos de sobreexposición a las imágenes y no dedicamos más de dos segundos de media a cada una de ella, entonces nosotros nos planteamos, ¿qué pasa si miramos esta imagen por más de dos segundos, si la miramos diez segundos, un minuto, quince minutos, una hora? ¿A dónde nos va a llevar? Y eso fue lo que hicimos, mirar la imagen durante dos años y construir un espectáculo a su alrededor. Y quisimos que el espectador pudiese tener esta experiencia, tener la sensación de entrar en esta imagen, en las contradicciones que esta imagen sugiere, en su fuerza evocativa, documental y metafórica, como nosotros habíamos entrado.

¿De dónde viene la relación con Los pájaros, de Hitchcock?

Viendo la foto, enseguida pensamos que los chicos subidos a la valla parecían pajarillos sobre un cable eléctrico, pensamos que la golfista estaba a punto de golpear la bola para un birdie y pensamos que Hitchcock ya había dicho todo lo que hay que decir sobre los pájaros y nuestros miedos en su famosa película. Vino todo a la vez, de golpe. Y nos aferramos a estas tres visiones y a partir de ellas desarrollamos toda la dramaturgia.

Hay cine, teatro y arte que se recrea en la exhibición de las tragedias. Pero vuestro arte tiene otra intención.

Es uno de los principios básicos de nuestro enfoque artístico: la metáfora. Nuestra mente está forjada por el lenguaje y el lenguaje funciona intrínsecamente a base de metáforas. La palabra vaso no deja de ser una metáfora de todos los objetos vaso. Creemos que se llega mucho más lejos y de manera mucho más profunda a través de la metáfora que a través de la pornografía del drama o de la imagen. La metáfora apela a lo más profundo de nuestro intelecto, que luego genera emociones indelebles, mientras que la pornografía del drama y de la imagen apelan a nuestros instintos, que generan una reacción emotiva muy fuerte, pero menos profunda. Además, la metáfora activa el cerebro del espectador porque lo lleva a conectar cosas, a imaginar, a recordar, proyectar e intuir. Creemos que los espectadores son tan o más inteligentes que nosotros y que no necesitan que el teatro les lleve lo que ya les lleva la televisión y la mayoría de la información por internet. Creemos que los espectadores van al teatro para volar.

Presentáis la dualidad del mundo, por un lado sobrepoblado y que despilfarra recursos, y por otro sumido en la pobreza. ¿Cómo hemos podido acabar así?

Si fuésemos capaces de responder a esta pregunta en diez líneas, no estaríamos haciendo teatro… En este sentido siempre nos gusta citar al periodista norteamericano H.L. Mencken, quien una vez dijo: “Para todo problema complejo siempre hay una respuesta clara, simple y equivocada”.

El montaje es de 2016, pero desde entonces la crisis de los refugiados no ha hecho sino empeorar. ¿Seguirá teniendo Birdie vigencia dentro de diez años?

Así es, por desgracia Birdie aborda una temática que no cesa de estar de actualidad y como no lo hace a través de un discurso simplista y directo, sino que propone una reflexión que va desde las galaxias a las células pasando por todas las migraciones animales sin rehuir las implicaciones políticas y económicas de las migraciones humanas, su discurso no caduca. Y tal y como van las cosas, no va a caducar en mucho tiempo.

¿Sirven el arte y el teatro para crear conciencia social?

El teatro es muy pequeño. Mirado a escala global, el impacto social de un espectáculo es casi nulo. Ni siquiera los campeones del impacto teatral consiguen trascender a esferas no teatrales. Y sin embargo, el teatro tiene la capacidad de ahondar en un proceso que hoy en día es imprescindible, re-construir el demos. Hay ahí afuera demasiadas fuerzas que nos empujan a la desconfianza, la disgregación y el miedo. El teatro, con su aspecto comunitario, es una herramienta de todo lo contrario. Lo que hay que conseguir es que más gente vaya al teatro, pero no a un teatro cualquiera, sino a un teatro que regenere nuestra capacidad de ser comunidad. La fuerza del teatro es limitada, pero si dejamos de reunirnos y compartir historias de una determinada manera, entonces estaremos realmente perdidos y no nos sabremos reconocer en medio del caos y los gritos.

Vosotros que viajáis tanto, ¿en qué se diferencia el teatro español de europeo?

El teatro en España tiene un problema fundamental, los políticos. Basta ver lo que ha sucedido en la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid en el último mes para darse cuenta. Es imposible hacer proyectos a largo plazo porque en cualquier momento, con el primer cambio de color político en una administración, cualquier proyecto va a ser cercenado de raíz. Y en España hay una tendencia muy conservadora en el mundo de las artes escénicas. En un contexto europeo, España es una anomalía porque las artes vivas (el teatro menos conservador, mainstream y de ocio) están fuertemente penalizadas a nivel institucional. Nosotros no hacemos el 85% de nuestras actuaciones fuera de España por placer o esnobismo, sino porque en España, si sacas de la ecuación a Madrid y Barcelona, no hay muchos espacios donde actuar. Y los pocos que hay son héroes porque luchan contra un contexto y una falta de apoyos institucionales que los ponen en situaciones muy difíciles a nivel de recursos para programar. El tipo de teatro que nosotros (y muchos otros en España) hacemos, en el resto de Europa está normalizado, lo encuentras en las programaciones de temporada de teatros no específicamente dedicados a lo contemporáneo y con una dotación económica e institucional que en España no podemos ni soñar.

Con la era del ocio en casa, ¿dónde va a quedar el teatro?

El teatro tiene la ventaja de que no lo puedes disfrutar en casa, de que no es solo un contenido, sino un acontecimiento y por tanto es imposible descargárselo de ninguna plataforma digital. Al teatro hay que ir, sino no tiene sentido. Por eso, el teatro no puede ser fagocitado por las pantallas. Ahora bien, la gente puede dejar de ir al teatro y ahí es donde hay que trabajar, hay que llevar a los jóvenes al teatro, a la danza, y se tiene que hacer a través de la escuela, y se tiene que hacer con espectáculos que apelen a los marcos mentales de alguien nacido en este siglo sin caer en la banalidad. Cuando vienen institutos a ver nuestros espectáculos y hablamos con los chavales al final de la función, muchas veces nos dicen: “no sabía que esto se podía hacer en un teatro y la verdad es que mola un montón”. Así que hay esperanza.

Como en otros espectáculos vuestros, en Birdie trabajáis a tres niveles: con maquetas, vídeo y performance.

Todos los que nos dedicamos a esto parecemos estar de acuerdo en la máxima de que el teatro tiene que ser un reflejo de la vida. Pues bien, en nuestra vida no sólo hay personas que hablan, sino que hay pantallas, muchas pantallas, y vídeo, mucho vídeo. Y hay múltiples fuentes de información, múltiples miradas. Y hay diferentes niveles de lectura, diferentes capas y estratos y perspectivas y escalas. Si eso está en nuestras vidas, ¿por qué no va a estar en el teatro? Además, los espectadores y nosotros estamos en el mismo espacio, compartiendo el mismo tiempo, no tiene ningún sentido pretender que todo lo que afecta a la escena suceda como por arte de magia, desde las luces hasta los efectos de vídeo o las acciones físicas. Entonces, ¿por qué esconderlo? Intentamos trabajar desde la transparencia total, mostrando todos los artificios para que el espectador sienta que estamos siendo honestos con él, para que comprenda con nosotros que cualquier relato es una construcción y que lo más honesto no es intentar colarle nuestros truquitos, sino que él vea cómo los forjamos y tenga el doble placer de ver los efectos y entender cómo se construyen.

¿Cómo os organizáis para trabajar de forma colectiva?

Hoy en día cualquier trabajador conoce las mil herramientas informáticas que permiten trabajar en red, estar todos igual de informados, compartir conocimientos y ocurrencias al instante, reunirse desde cualquier lugar. Trabajamos de manera muy abierta y todos los que participan en la creación pueden opinar de cualquiera de los ámbitos implicados en el proceso. Además, hacemos procesos muy largos de investigación y desarrollo dramatúrgico, tecnológico, de producción, musicales, etc. intercalados con momentos muy intensivos de ensayo en residencia donde todo el equipo se reúne en un centro de creación durante diez días para ponerlo todo junto y ver qué pasa. Normalmente un proceso estándar consiste en diez meses de reflexión e investigación, residencia de diez días, tres meses de reescritura, residencia de diez días, mes y medio de reescritura, residencia de diez días, mes y medio de reescritura, tres semanas de ensayos finales y estreno. En el proceso todo el mundo participa y se retroalimenta.