Se ha subido, cosechando éxito y premios, a más de dos decenas de escenarios de todo el mundo (Malasia, Japón, Colombia, China…), y sin embargo, costó estrenarla en Madrid, por lo original de la pieza. André y Dorine es una obra diferente, sí, pero perfecta. Teatro de máscaras, heredero de la compañía alemana Familie Floz, renovadora del género en Europa con tragicomedias en las que se utilizan unas peculiares caretas que cubren toda la cabeza del intérprete. Un emotivo, intenso y conseguido espectáculo de la compañía vasca Kulunka, que debuta con este montaje y no necesita una súper producción escénica para hacer aflorar tanto la risa como el llanto del público. Solo necesita el sencillo decorado de un salón y sus gags, su mímica y su manejo del silencio, pura poesía corporal y escénica, casi coreográfica a partir de la excelente música de Yayo Cáceres (de la compañía Ron Lalá). El argumento se ubica en dos épocas, la juventud y la vejez de un matrimonio, narrados de forma rítmica e inteligente en paralelo. Está inspirado en la vejez del sociólogo francés André Gorz, uno de los padres del altermundialismo, y en su lucha contra la enfermedad degenerativa que sufría su mujer, además de contra sus propios remordimientos por no haber reconocido jamás lo sugerente que había resultado ella en su obra intelectual. Algo de lo que también hay reminiscencias en la película Amour, de Haneke, y que el autor manifestó en el libro póstumo que le dedica a ella, Cartas a D. Historia de un amor.

André y Dorine. Toledo, Castellón, Murcia y Alicante. Noviembre y diciembre de 2014. www.kulunkateatro.com