Decía Clarice Linspector que todo comienza con un sí. La vida, incluso, a partir del sí mutuo de un par de moléculas. El sí es, además de afirmación, aceptación, aunque a veces a la aceptación le basta la ausencia de un no. Tal cosa ocurre con uno de los mayores controles que hoy nos someten sin que apenas nos quejemos: el control digital que ejerce sobre nosotros una suerte de gobierno compuesto por empresas de base tecnológica, principalmente Facebook y Google, con el apoyo y el intercambio de favores de corporaciones económicas y estatales. Un control ejercido gracias al Big Data, que recolecta los valiosos e íntimos datos que vertemos muy despreocupadamente por Internet.

 

 

 

 

La serie Black Mirror ya nos alertaba sobre estos desmanes de la Sociedad de la Información. Y también clama contra ellos el filósofo, coreógrafo y bailarín español Jaime del Val, director del colectivo Reverso y líder del proyecto Metabody, un programa performático e interdisciplinar (incluye actividades humanísticas, artísticas, jurídicas, etc.) en el que participan 38 entidades de 16 países, y que se prolongará durante los próximos cinco años con la ayuda presupuestaria de la Unión Europea. ¿Su objetivo? En palabras de Del Val, “Metabody quiere reaccionar contra ese control difuso del Big Data, ante el que permanecemos tan impasibles. Un control extremadamente intrusivo, un gran hermano que rastrea online nuestros movimientos, conoce nuestros pasos y cambia nuestra manera de percibir y relacionarnos con la realidad. Un control del que se benefician las empresas y los gobierno, tanto los democráticos como los autoritarios. Incluso el autoproclamado Estado Islámico lo utiliza. Una gobierno tiránico en sí mismo”.

 

 

Lo más grave, para Del Val, no es que no hayamos articulado un discurso suficientemente crítico con este control, “sino que las herramientas digitales con las que actúa el gobierno del Big Data (redes sociales, aplicaciones de smartphones, etc.) nos parece que tienen una naturaleza contraria, de movilización y libre expresión. No veo que los partidos políticos contemplen en sus programas este problema, ni que algún movimiento social actúe contra esta cuestión cuyo fundamento, en definitiva, no es nuevo. Es tecnocrático. Históricamente, la tecnología siempre avanza ajena a consideraciones éticas”. Aunque, sabido es, lo que sí está en la picota son los retos que plantean Facebook y Google para nuestra privacidad. A juicio de Del Val, las redes sociales han subvertido por completo nuestro concepto de lo público y lo privado, hasta tal punto que “la diferencia entre ambos espacios ya ni existe en la era digital. Es una cuestión ontológica, la tecnología tiene hoy capacidad de creación de la realidad, y ha mezclado ambas áreas. Facebook define cómo nos relacionamos. El ‘Me gusta' es nuestra nueva firma”.

 

 

 

 

 

Metabody apuesta, por tanto, por un arte combativo, de protesta, que se bifurca en dos metas: “Intentamos combatir los dos efectos perniciosos del Big Data, la homogeneización y el control. Queremos desafiar el control y evitar esa tendencia homogeneizante, y recuperar, en toda su complejidad, nuestra identidad y la riqueza de nuestras acciones”. Para ello, “observamos las resistencias al cambio de paradigma del Big Data, y las combatimos. Así, pedimos más contacto entre los seres humanos, contraponemos la libre expresión y de movimiento del cuerpo al clic uniforme y mecánico del ratón, contradecimos las smart cities con arquitecturas dinámicas y portátiles que son paradigma de la autoconstrucción, y apostamos por una sostenibilidad social, no solo ecológica”. El envoltorio artístico para este contenido es también transgresor, pone en solfa la comunicación tradicional del arte. “La mayor parte del arte combativo se queda anclado en una cuestión de contenido, y no atiende a la forma”, sostiene Del Val. “Nosotros queremos trabajarla también, crear nuevos tipos de percepción del público y una nueva relación entre éste y el artista. Proponemos desmontar el teatro clásico, renacentista. Hemos pasado muchos siglos manteniendo una misma relación arte – público. Nosotros queremos disolverla, que sea el cuerpo del espectador el que genere el espacio, que intervenga en la pieza y la cree en alguna medida. Como decía McLuhan, el medio es el mensaje”.

 

 

 

 

 

Una de las últimas actuaciones de Metabody ha sido Metatopia, una ópera multimedia que se desplegó en varios puntos de Madrid, como Medialab Prado, Azca y La Casa Encendida, a lo largo de varias noches, entre el 20 y el 25 del pasado julio. Un espectáculo nada al uso en el que unas tres decenas de bailarines se movían en estructuras portátiles, con sensores de movimiento y softwares que procesaban sus voces y exploraban el libre movimiento de sus cuerpos. “Fue una gran experiencia en la medida en que se creó un entorno insólito. No era un proceso artístico convencional, con un solo autor. Metabody es una creación colectiva en la que colaboran varios tipos de entidades, como músicos y bailarines. Trascendiendo el espacio escénico tradicional y lanzándonos a la calle, quisimos fusionar realidad y ficción en una suerte de metagaming en el que, frente a la coreografía del selfie y la predicción del comportamiento que conlleva el gobierno Facebook, propusimos romper con los patrones de comportamiento, apostar por la ambigüedad del gesto. Y resultó muy destacable el nivel de participación espontánea del público”.

 

 

Por delante, Metabody tiene tres años más de actividad. “El apoyo económico de la Unión Europea fue un hito insólito, porque era una importante cantidad económica destinada a una entidad pequeña”, asegura Del Val. En 2018, su proyecto culminará su crecimiento con una arquitectura de 20 metros de alto que se moverá por Europa, y en la que todo el público podrá entrar e interactuar. Con movimientos libres, espontáneos, que no dejen huella digital.


www.metabody.eu