Ariana Grande volvió a colocar su altavoz en el centro del huracán político estadounidense. La cantante y actriz compartió en su cuenta de Instagram un post del creador Matt Bernstein en el que se dirige “a los votantes de Trump” con una batería de preguntas tan simples como punzantes: “¿Ha mejorado tu vida? ¿Tus compras son más baratas? ¿Ha bajado tu seguro médico? ¿Eres más feliz?”. El texto, difundido como historia en la noche del domingo 28 de septiembre (hora de EE. UU.), enmarca esas preguntas en un contexto de redadas de ICE, retórica transfóbica y un clima de libertad de expresión “en riesgo” bajo la actual administración.
El mensaje de Bernstein -que Ariana compartió sin añadir comentario propio- arranca con un “quiero hablar con los votantes de trump; tengo una pregunta muy sincera: han pasado 250 días”. A partir de ahí, enumera el sufrimiento de colectivos vulnerables y contrapone ese dolor a las promesas de alivio económico con las que el republicano regresó al Despacho Oval. En la prensa cultural y de entretenimiento, la historia fue leída como una toma de postura explícita de Ariana Grande frente al trumpismo en su segundo mandato.
we love u @arianagrande
— 🧁 (@doedgrl) September 29, 2025
thank u for always speaking up for what’s right ♡ pic.twitter.com/z0mDymtDNc
La reacción oficial no tardó. Kush Desai, portavoz adjunto de la Casa Blanca, contestó con un comunicado que reciclaba títulos y letras del repertorio de la artista (“Save your tears”) para insinuar que la estrella del pop exagera y que, en realidad, “las acciones del presidente han acabado con la inflación de la era Biden y están trayendo billones en nuevas inversiones”. En el mismo texto, el portavoz presumió de una orden ejecutiva que, según el Gobierno, “abrió la puerta” a que la Comisión Federal de Comercio actuara contra prácticas abusivas de Live Nation/Ticketmaster, un dardo envenenado dirigido al fandom que llena los conciertos de Ariana. La réplica oficial, tan política como pop, convirtió un story de Instagram en un rifirrafe nacional.
No se trata de un gesto aislado en la trayectoria pública de la artista. En la campaña de 2024, mostró de forma abierta su apoyo a Kamala Harris y compartió en redes que ya había emitido su voto anticipado. Tras confirmarse la victoria de Donald Trump en noviembre de 2024, la cantante publicó un mensaje de apoyo a quienes “sintiesen el peso inconmensurable” del resultado. Ese activismo cívico ya había asomado en 2016, cuando, tras la derrota de Hillary Clinton, llamó a “mantenerse activos cada día para que cada persona se sienta aceptada y querida por sus diferencias”. La coherencia del hilo -defensa de derechos, preocupación por minorías y apelaciones a la empatía- ayuda a leer su story no como una salida de tono, sino como una estación más de una conversación que mantiene desde hace años con su audiencia.
El post de Bernstein, además, no se limita a la crítica cultural; interpela el bolsillo. Pregunta por la cesta de la compra, las primas del seguro médico, el equilibrio entre trabajo y vida y la posibilidad -tan prosaica- de poder tomarse unas vacaciones. Esa lista es, en realidad, un examen de realidad: si el proyecto trumpista prometió devolver prosperidad y “orden”, ¿en qué se traduce hoy en el día a día de la gente? Y, si no hay mejoras palpables, ¿merece la pena el “coste moral” de tolerar sufrimiento ajeno -inmigrantes separados de sus familias, personas trans viviendo con miedo- a cambio de una supuesta estabilidad?.
Quienes sigan su carrera saben que la artista ha articulado una ética de la empatía, a veces imperfecta pero siempre visible, que ahora vuelve con fuerza, no para sermonear, sino para preguntar. Y pocas cosas inquietan más al poder que una pregunta cuyo eco resuena fuera del timeline.
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