Durante el pasado lunes 28 de abril, España vivió un apagón generalizado que afectó a miles de personas: calles sin luz, redes caídas, transportes bloqueados y servicios suspendidos. Entre los afectados estuvo el artista navarro Ben Yart, que viajaba en tren cuando todo se detuvo. Su relato no solo resume el caos, sino que lo transforma en una distopía punk ibérica de humor, liderazgo espontáneo y crítica social. “El fin del mundo es mi hábitat natural”, declara Ben Yart a El Plural con sorna. “Me subí al tren a las nueve de la noche y me dormí. Sobre las dos y media me desperté y vi que el tren estaba parado. Entonces entendí lo que pasaba”.

Mientras muchos pasajeros seguían desorientados, el músico actuó. Fue directo a la cafetería del tren, donde, al ver que vendían botellas de agua durante la emergencia, decidió tomar la justicia por su mano. “Me daba coraje que hicieran dinero vendiendo agua, así que robé un montón y la empecé a repartir. Para que entendieran que no íbamos a pagar por el agua”.

La situación escaló rápidamente. Ben empezó a organizar lo que definió como una red de "secuaces", que le ayudaban a sabotear el sistema de ventas del tren. “Le decía a la gente que pidiera cinco cervezas como si fuera a pagar. Cuando estaban sobre la mesa, aparecía yo y las repartía. Decían: ‘¿otra vez tú?’. Así fui ganando adeptos”. El tren, parado durante horas, se convirtió en su terreno de juego. Cuando por fin pudieron salir, lideró a un grupo de pasajeros hasta Tarragona, la estación más cercana andando. Pero no terminó ahí.

“Me aseguré de que el agua llegase a los viejos que se habían quedado tirados. Luego, me fui a Barcelona. Fue increíble. Creo que es el momento en el que voy a ser dictador”. Ben Yart, conocido por su estilo provocador, no desaprovechó la oportunidad para convertir un episodio de crisis en una fábula moderna de desobediencia civil y organización popular espontánea. Lejos de colapsar, respondió con acción directa, humor y mucha cerveza.

El apagón, que dejó a oscuras a decenas de barrios en Madrid, Barcelona, Valencia y otras grandes ciudades, ha abierto una conversación nacional sobre la fragilidad de las infraestructuras básicas. Mientras tanto, algunos, como Ben Yart, lo vivieron como una oportunidad para poner en práctica, aunque sea por unas horas, un nuevo orden basado en lo común.

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