Bajo la apariencia de una simple película de acción, "American Ultra" esconde en realidad una mirada agria y sombría, llena de nihilismo, hacia la realidad. Aunque, eso sí, para llegar a ella se debe atravesar un camino de romance y de violencia que no consigue estar del todo equilibrado como para conseguir una película más redonda.
Dos jóvenes, Mike (Jesse Eisenberg) y Phoebe (Kristen Stewart) viven en una pequeña localidad, tranquila, anodina, el típico lugar en el que parece que nunca sucede nada. Como en sus vidas, organizadas alrededor de trabajos sin ninguna aspiración, fumando maría y estando juntos, sin más. Intentan marcharse de vacaciones, pero Mike sufre ataques de pánico cada vez que quiere marcharse. En definitiva, son dos marginados en un lugar maginado. Hasta que un día sucede algo. Y no algo cualquiera: dos hombres intentan matar a Mike después de haber recibido una extraña visita. En el enfrentamiento, Mike, por lo demás tan pusilánime como sólo Eisenberg es capaz de ser, descubre que es una auténtica arma de matar. A partir de ahí, sus se sumergen en una espiral de violencia y locura.
American Ultra, en un principio, parece una película indie de inadaptados que, poco a poco, va derivando en una suerte de combinación de narración romántica y thriller de espionaje. Todo ello aderezado de humor (muy negro) y de violencia (muy cruda). El conjunto está totalmente desequilibrado, como si American Ultra fueran diferentes películas en una y no logran casar convenientemente. Y sin embargo, acaba funcionando. No se debe a que la dirección de Nima Nourzadeh destaque, pues lleva acabo una puesta en escena convencional cuya funcionalidad acaba dando como resultado una película, en este sentido, tan sólo correcta. Tampoco al guión que adapta una novela gráfica de culto, pues no es capaz de organizar todos los elementos con los juega o, al menos, no en todo momento. Sí lo es porque Eisenberg y Stewart poseen química y se toman sus papeles con una mezcla de seriedad y comicidad que acaba transmitiendo frescura, cierto sentido de desinhibición muy de agradecer.
Pero sobre todo funciona en cuanto a aquello que subyace bajo sus imágenes y su tono casi paródico, hiperbólico, y que no es otra cosa que una mirada bastante nihilista y sombría sobre la realidad. No se debe tanto a que muestre un complot gubernamental, ni por la violencia que genera los experimentos secretos que acaban saliéndose de madre. Se debe sobre todo a una atmósfera de acritud general, una mirada triste y descreída a la realidad. Es posible que esta sensación se encuentre demasiado oculta bajo los fuegos artificiosos de una acción, magníficamente realizada, que va desarrollándose de menos a más y sin ningún tipo de tapujo, con momentos en los que la violencia física, antes que la simple pirotecnia, acaban por resultar verdaderamente fuertes. Y se debe a una extensión, en realidad, de ese contexto de insatisfacción de unos jóvenes que, aunque en circunstancias extremas, se encuentran en tierra de nadie, indefensos, sin presente y sin futuro.
Vista de esta manera, American Ultra resulta una película muy interesante incluso a pesar de sus defectos y de esa falta de equilibrio entre sus partes. Una obra llamada, seguramente, a convertirse en película de culto con el paso del tiempo.