
Estos últimos días, cuando el Consejo Nacional de la Competencia (CNMC) ha dado a conocer un informe demoledor sobre las prácticas tramposas de las más afamadas marcas de productos lácteos, proveedores de las diversas mercadonas y tantos más, de nuevo, reaparece en su más ponzoñosa versión aquella definición de un tipo de leche: leche negra. Porque gran parte de los pajaritos que llenan los lineales de nuestras tiendas (la lista es larga) vienen pactando al menos desde 2004 los precios de la leche, se han puesto de acuerdo en cómo gestionar los excedentes y presionado a los ganaderos de las más diversas formas para obtener siempre mayor beneficio. Por tales prácticas, la CNMC les ha cascado una multa de 88 millones de euros en su conjunto, que se eleva a 23,2 para Danone, la más alta, y es de poco más de cincuenta y tres mil para Central Lechera de Galicia, la más baja.
Así que todo ese baile de años: “Toñi que esta leche parece suero”, “¿Has visto que el litro de leche está más barato que una lata de coca cola?”, etc. tenía una causa bien concreta llamada cártel (“Convenio entre varias empresas similares para evitar la mutua competencia”, según el Julio Casares). Ahora los ganaderos se felicitan y vocean “¡El dinero de las multas es para nosotros, que nos robaron!”, la gran distribución se asombra de que haya ocurrido, aunque sólo sea una vez, que no se le culpe de nada (aunque algunos lo intentan) y la ministra Tejerina hace pucheros preocupada por los efectos que la multa puede tener para la viabilidad de esta industria y su impacto sobre los ganaderos.
¿Apiadarnos de Danone, Nestlé, Puleva, Pascual, Senoble… por la multa?. Definitivamente en este país, a pesar de tanto como llueve, no cala eso de quien la hace la paga de acuerdo con la ley, de que el mal empresario, quiebra y de que la tienda que cerró por sus malas prácticas otro emprendedor la abrirá con mayor brío y acaso corazón y cabeza. Nada puede amparar al fraude porque de lo contrario el cártel se reproducirá de inmediato con mayores cautelas y más virulento, porque la búsqueda (o mantenimiento de mercados), la conquista del margen y el crecimiento indefinido, que está en el adn del empresario hay que vigilarlos para que nunca lleguen a desbocarse.
Termino a las ocho de la mañana esta nota. Ahora que se le ha dado un buen tantarantán a las malas prácticas de un sector que debió ser más noble, voy como más conforme hasta el frigorífico. Aunque la leche que tomo también está tocada por el engaño, es de la asturiana, me da como más confianza hoy. Porque aunque nunca más volveré a tomar la leche a vasos llenos que bebí de niño, sí recuerdo como el pastor llamado Azahares ordeñaba aquellas cabras medianitas y quinéticas a la caída de la tarde y cómo sobre mi manchado bigotito de nata mi madre hacia dibujitos que yo miraba en el espejo del armario. Eso ya no ocurrirá jamás, pero soñar es gratis, como no tiene coste alguno suponer que estas multas millonarias a tantas empresas lecheras es una noticia tan fabulosa que también parece un sueño.