Ante todo hay que manifestar un respeto escrupuloso ante la decisión que adopte cada cual en uso de su libertad. Faltaría más. Sin embargo, sí nos atrevemos analizar el alcance de algunos de los argumentos que pueden estar manejándose de cara a aquella decisión.

La primera tentación es la del “cambio”. Si con estos la cosa ha ido mal, ¿por qué no probar con los otros? Quizás la simple alternancia tranquilice a los mercados y hace volver la confianza para la inversión y el empleo. Tiene sentido. Pero no funciona. No ha funcionado así en ningún sitio. Británicos y portugueses cambiaron gobiernos socialistas por gobiernos de derechas, y hoy siguen teniendo crisis y paro, más incluso, con el agravante de los recortes sociales drásticos. Ni tan siquiera los nuevos gobiernos “técnicos” de Italia y Grecia han evitado la escalada del coste de la deuda en estos países. No, el simple cambio no arregla nada, y si el cambio es a peor, los problemas se agravan.

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