A los desmadres de destacados dirigentes del Partido Popular, atacando de forma personal a los magistrados del Tribunal Constitucional a cuenta de la sentencia de Bildu, se unió el fin de semana el azote de Aznar. Como es habitual en él no se cortó un pelo. En su arenga a los enardecidos militantes les prometió que cuando los suyos vuelvan a Moncloa echaran a los terroristas de las instituciones.

La frase es tan grandilocuente como vacía. Primero tendrá que demostrar con la ley en la mano que son terroristas, luego que están incumpliendo la Ley de Partidos, y por último será un juez, y no ellos, quien valoré los hechos.

Por lo demás,  el resto de candidatos hace como si se les hubiera olvidado los preocupantes datos del CIS;  lo que dicen sobre la consideración  que los españoles tienen de su clase política: uno de los principales problemas del país. Gallardón redescubre la bicicleta y se dedica a dar paseos seguido de sus concejales, pensando,  tal vez, que los madrileños ya no se acuerdan de los días negros de este invierno en que la capital era un hongo de contaminación donde no se podía respirar.

Tomas Gómez mira al horizonte desde las banderolas de los postes de alumbrado  como buscando sus votos en las nubes. Esperanza Aguirre nos mira también desde las farolas en una fotografía tan trucada por el “photoshop” que parece una prima suya diez años más joven.

Rajoy, viaja de aquí para allá seguido de un grupo de esforzados periodistas a los que se niega a contestar ningún tipo de preguntas. No ya las incómodas sobre Gürtel o Aznar y sus salidas de tono, si no incluso las más anodinas. No tiene previsto ofrecer ninguna rueda de prensa en esta campaña electoral.

La clave, según avanzan los días, siguen siendo para ambos partidos,  PSOE y PP,  el triunfo en Castilla la Mancha, tan reñido en las encuestas que pende de un insignificante numero de votos en Guadalajara.

Por eso todos los dirigentes de Génova acuden como en peregrinación a Toledo para apoyar a su secretaria general. Cospedal se multiplica, recorre capitales de provincia y pueblos varios sin despeinarse. Su contrincante,  José María Barreda,  hace campaña por libre. Va solo a todas partes y ni siquiera acompaña a la ministra Chacón, de la que es muy amigo, cuando se desplaza a Tomelloso para ayudarle.

Los carteles con los rostros de todos los candidatos autonómicos y municipales, pegados en unos paneles para no manchar, languidecen ante la mirada indiferente de los ciudadanos que no se acercan ni por curiosidad. Y es que el hartazgo de  bronca política lo empaña y desvirtúa todo.

Victoria Lafora es periodista y analista política