A lo que parece la política española solo avanza a golpe de escándalos. La Corona ha mejorado sus protocolos de transparencia y rendición de cuentas tras la peripecia fiscal del emérito. La obsoleta ley de secretos oficiales, cuya revisión ha sido reiteradamente solicitada por distintas fuerzas políticas, será sustituida por un nuevo texto legal como consecuencia del enfangado caso de las escuchas a través del programa Pegasus.

Se podía haber ido más allá en el caso de la jefatura del Estado, pero se ha preferido el parche al arreglo definitivo de una ley específica de la Corona como tienen otras monarquías parlamentarias de Europa o una reforma del texto constitucional, pero se ha optado por la vía española del ir tirando y aparcando los problemas.

Con la invasión de Ucrania los militares y los fabricantes de armas han visto de repente como sus reivindicaciones de mayor gasto e inversiones se van a ver satisfechas casi sin discusiones en los parlamentos. Además, las decisiones concretas sobre el aumento del gasto militar se verán amparadas por el velo del secreto que cubre la mayoría de los temas de Defensa.

El gobierno celebra estos días los cuarenta años de nuestro ingreso en la OTAN, un aniversario que tendrá su broche final en la cumbre de Madrid del 29 y 30 de junio, en la que Pedro Sánchez confirmará el compromiso estatal con el rearme o con la autonomía estratégica europea, como se le denomina eufemísticamente en Bruselas.

Aunque el realismo y las terribles circunstancias bélicas impuestas por Putin obligan, no por eso hemos de renunciar a pedir transparencia al gobierno de España sobre todo lo referente a los ejércitos. Para empezar, y anticipándonos a preguntas que se formularán pronto en las sesiones semanales de control en el Parlamento: cuánto ha costado el desfile del Día de las Fuerzas Armadas celebrado en Huesca el sábado último y por cuánto va a salir la cumbre de la OTAN. Los desfiles son todos superfluos y las cumbres pueden ser telemáticas, como se ha demostrado en la pandemia.

Cuando al conjunto de la ciudadanía se le exigen sacrificios para afrontar las consecuencias de las sanciones a Rusia porque lo que está en juego son los valores democráticos comunes de Occidente, no es muy coherente, por ejemplo, derrochar combustible en desfiles y demostraciones para vestir el poder ante el pueblo. La seriedad y el rigor nunca están de más.