Dicen, quienes saben de estas cosas, que el mundo de la banca sólo lo pueden entender aquellos a quienes les viene de familia o, los menos, quienes han dedicado la mayor parte de su vida a este negocio. No tengo la mínima duda de que es así, de que son asuntos que escapan al juicio de la mayoría de los mortales. Porque, y por poner un ejemplo, ¿en qué otro negocio que ustedes conozcan, la materia prima de la que se nutre la empresa la aportan los clientes?

Esto ha sido así desde el principio de los tiempos, pero en los últimos años, y de una manera exponencial, el negocio de la banca ha perfeccionado su eficacia, quiero decir su manera de ganar dinero, dándole una vuelta de tuerca sencillamente genial. No sólo han conseguido que los clientes les proveamos gratuitamente del material que nos venden, sino que en determinados periodos, nos cobran porque se lo regalemos.

Cualquier otro tipo de empresario se daría con un canto en los dientes con una situación tan escandalosamente ventajosa. Pero, y para que vean que tenía yo razón cuando les decía que este mundo escapa a nuestra razón, los banqueros han ido aún más allá y han logrado que también nos encarguemos del trabajo de gestión. Es decir, somos al mismo tiempo sus financieros, proveedores, trabajadores y clientes. Y no gratis como antaño, no, ahora pagando.

Pensarán algunos de ustedes, probablemente los que tengan mejor corazón, que ser banquero tiene sus riesgos y que no todo el mundo está preparado para asumirlos. Estimados bien pensantes lectores, pueden dormir ustedes muy tranquilos. Si el negocio les sale mal, papá estado (o sea, otra vez los clientes con sus impuestos) los salva de la bancarrota, sanea sus cuentas y en cuanto el banco vuelve a ganar dinero, se lo devuelve limpio como una patena. No digo yo que ser banquero, no confundir con empleado de banca, no tenga sus riesgos. Son muy comunes el codo de tenista y las luxaciones de hombro por golpear mal con el madera 1, por no hablar del mal rato que se pasa cuando se ingieren ostras en mal estado. Pero, en todo caso, nada que no se pueda solucionar en una buena clínica privada sin listas de espera.

Bien, y para ir concluyendo la columna, les contaba yo todo esto, que ya debían estar ustedes despistados, para que valoráramos en su justa medida el rechazo de la banca española a que se les imponga un impuesto que les obligaría a pagar 3.000 millones de euros de sus ganancias, en dos años. O sea, 1.500 millones de euros por año. Como detalle, el año pasado los cinco principales bancos de España (Santander, BBVA, CaixaBank, Sabadell y Bankinter), tuvieron unos beneficios de casi 20.000 millones de euros. Unos dividendos obtenidos gracias al tesón, el esfuerzo, el sudor y las lágrimas de sus inversores y trabajadores, es decir, de nosotros, los pobres ciudadanos de este país que les da cobijo.