La reacción del pueblo americano ha sido, cuando menos, peculiar, llenando las calles de las principales ciudades con barras y estrellas al viento y quemando  fotografías del enemigo público número uno. La alegría desbordada por el asesinato de un terrorista. Un cobarde que utilizaba el dolor y el caos para propagar desde una cueva su doctrina medieval. La muerte de aquél que conmocionó al mundo un 11 de Septiembre de 2001, ha traído la euforia gracias al ojo por ojo.  Exactamente igual que ocurre en Palestina y otros puntos calientes del mundo árabe, cuando un suicida siempre demasiado joven se inmola para llevarse por delante la vida de inocentes. Vítores por la muerte de judíos o infieles. Otra exhaltación de la muerte. Viva la muerte.

La oportunidad de Barack Obama para poner de manifiesto que otro mundo es posible ha pasado de largo. Todo acabó al dar luz verde. Sentar a Osama Bin Laden ante un jurado de sus semajantes para que tuviese el juicio que merecía, hubiese dado una lección a todos aquellos que piensan en las armas como el camino más directo hacia sus particulares utopías. El mundo no es hoy más seguro. Frases hechas como ésta pueblan artículos, columnas de opinión y tertulias en radio y televisión. La Red tampoco es ajena, aunque sí más plural en el análisis. El mundo sólo es hoy diferente. Igual de peligroso. La unidad de la que habla Obama no puede asentarse sobre unos cimientos regados con sangre, aunque sea de un asesino, igual que no pudo hacerse con la invasión de un país soberano como Irak.

No somos tan distintos. Nos inflingimos dolor en la exaltación de una diferencia de culturas que no existe. Invocando a Dios nuestro señor como cohartada para la yihad o la cruzada.  Luego, tras la descarga de adrenalina, después de ese primer tirón vengativo que empuja a las personas a recibir con alegría la noticia de la muerte, una inmensa mayoría dormirán con sensación de tristeza. Sólo hay que preocuparse por aquellos cuyo sueño sea tan profundo como tranquilo. Por los que se vayan a la cama con la sensación del trabajo bien hecho, porque se ha dado un paso adelante para la causa que defienden. De esos tenemos que cuidarnos. Da igual su color de piel, la lengua que hablen o su credo. Tienen un objetivo...

Ion Antolín Llorente es periodista y blogger. En Twitter @ionantolin