Hace unos días empezaba su andadura una iniciativa que llevaba tiempo demandándose. El teléfono contra el suicidio. Y, en tan poco tiempo, ya alcanzaba la escalofriante cifra de más de mil llamadas solo el primer día.

Mil llamadas significan que al menos un millar de personas estaban pensando en la posibilidad de quitarse la vida en menos de 24 horas. Personas que tal vez están a nuestro lado, y que no vemos ni escuchamos porque tenemos tapados ojos y oídos a todo lo que nos aleje de nuestra zona de confort.

Todo el mundo hemos tenido alguna experiencia más o menos cercana con el suicidio. Si no en nuestra propia carne, sí en la de un familiar, un amigo o amiga, un ser querido. En muchos de los casos, sin tener ni idea de que algo así rondaba por su cabeza. En todos, con una estela de dolor e impotencia difícilmente asumible.

Todavía nos queda mucho camino para reconocer esa realidad dolorosa. Y mientras no seamos capaces de hablar en voz alta del suicidio, no podremos dar con las soluciones. O paliar al menos el sufrimiento, que no es poca cosa,

Del suicidio todavía se habla en voz baja, en susurros, como si fuera una ignominia. Aún se esconden quienes piensan en él, quienes lo han intentado y también quienes han perdido de ese modo a un ser querido. La muerte en extrañas circunstancias, el accidente o la enfermedad son eufemismos que enmascaran dos realidades: la terrible tragedia del suicidio y la de la injustificada vergüenza.

Otro de los lugares comunes consiste en buscar culpables. Desde el mito romántico del suicidio por amor, hasta la ruina absoluta, son razones comúnmente aducidas para justificar el suicidio, para encontrar culpables en lugar de encontrar soluciones. Y el peor suicidio, el más inexplicable, es aquel que hunde sus raíces en el interior de la mente de la persona, no en nada que le haya ocurrido. Porque al vacío se suma la incomprensión propia y ajena,

Ojalá este teléfono sirva para arrojar algo de luz en esos mundos donde todo es oscuridad. Ojalá esas teclas transfundan esperanza donde solo había desasosiego. Ojalá marquen la fina línea que separa la vida de la muerte.

Pero la verdadera solución no empezará a dibujarse hasta que no nos impliquemos como sociedad, hasta que no hablemos de él en voz alta y nos atrevamos a mirar a la muerte cara a cara. Esperemos que estas teclas sean el disparo de salida de esta carrera hacia la vida.

Teléfonos de ayuda contra el suicidio

Si necesita ayuda, estos teléfonos le pueden ayudar:

  • Teléfono de la Esperanza: 717 003 717
  • Teléfono contra el Suicidio (Asociación La Barandilla): 911 385 385
  • Teléfono Fundación ANAR para Niños y Adolescentes: 900 20 20 10
  • Asociación Papageno: papageno.es