Este domingo el diario ABC nos obsequiaba con un minitratado (11 páginas) de ética y política en el que declaraba, de forma unilateral y solemne, el fin de la superioridad moral de la izquierda. Sin entrar a valorar a priori la credibilidad o el rigor científico de esta afirmación, el rotativo de Vocento vinculaba la preeminencia del pensamiento conservador a una serie de valores superiores entre los que destacaba que “la derecha es más tolerante y menos dogmática e intrusiva en la relación con los ciudadanos” y “respeta más las libertades personales”. Con esta entrega especial nos ha abierto los ojos a las ovejas descarriadas del progresismo para conducirnos por el camino de la redención.

Hete aquí que los hechos son contumaces y ponen a cada cual y cada cosa en su sitio. Por ejemplo, el Ayuntamiento de Fuengirola, gobernado por la popular Esperanza Oña, ha decretado la prohibición de toda la música que no sea en español en la Feria del Rosario, que se celebra esta semana en este municipio de la Costa del Sol. El argumento con el que se justifica el consistorio esta medida resulta peregrino y trasnochado: “Preservar la cultura y las tradiciones andaluzas”. Para ello, cierra la veda a los ritmos latinos, el rap, el reggae y todo lo que no sea típicamente español. Puro casticismo. Quien desobedezca la orden y ponga una lambada o inunde el recinto ferial con sonido electrónico puede ser multado. Monumental despropósito que ha provocado una reacción crítica de medios de comunicación de todas las orientaciones ideológicas.

Este tipo de episodios nos saca de la ‘depresión’ que nos había provocado ABC a los que somos de izquierda, nos rescata de las tinieblas o del limbo ético al que nos habían conducido el periódico con su reparto de etiquetas de buenos y malos. Ironías aparte, la izquierda no juega a dar lecciones, lo que no soporta la derecha es que la inmensa mayoría social se siente reflejada con el ideario progresista. Sin forzar mucho (ni poco) la realidad, el dogmatismo y la intrusión en las vidas particulares y las libertades públicas siempre ha sido el santo y seña de la derecha… Y no cambia: nos quieren meter en pleno siglo XXI la religión hasta en la sopa como en los tiempos de María Castaña. No se cejan en su empeño de imponernos su moral. Luego se ponen la medalla de la tolerancia. Ver para creer.