No es cierto que Pedro Sánchez haya sido investido presidente del Gobierno de España mediante un golpe de Estado, un golpe de mano o una artimaña no democrática, como sostienen una y otra vez algunos políticos de la derecha más montaraz y algunos de sus terminales mediáticos. La moción de censura era la única salida posible que nuestro Estado democrático y social de derecho ofrecía ante la grave crisis institucional y política abierta con él, por ahora, último episodio judicial que ha evidenciado hasta qué límites de putrefacción sistémica ha llegado el PP -la primera sentencia del caso Gürtel- y hasta qué punto el permanente e imperturbable dontranquedismo de Mariano Rajoy ha emponzoñado la política española, no solo en Cataluña sino también en casi todas nuestras periferias.

Pedro Sánchez supo aprovechar la oportunidad política que se le presentó cuando Rajoy y su partido se negaron a tomar las mínimas medidas exigibles después que una sentencia judicial considerase en sus hechos probados tanto la existencia de una ilícita doble contabilidad del PP como la existencia, en el propio partido, de “un auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional”. Cualquier otro gobierno democrático europeo, ante una situación similar, hubiera dimitido de inmediato o, cuanto menos, se hubiese sometido a una moción de confianza, para acabar, con toda probabilidad, con la disolución de las Cortes y la consiguiente convocatoria de elecciones generales anticipadas. Pero ni Rajoy ni nadie del PP tuvo el coraje político necesario para hacerlo, mientras Albert Rivera y C’s daban ya por finiquitada esta legislatura, tal vez confiando en exceso en unas predicciones demoscópicas muy favorables…  Pero Pedro Sánchez supo ser políticamente oportuno. Y digo oportuno, que no oportunista, que es algo muy distinto.

Pedro Sánchez, un político al que se ha dado repetidamente por muerto pero que una y otra vez ha sabido superar sus derrotas hasta llegar a convertirlas en triunfos, supo detectar que el sindicato de agraviados por Rajoy y el PP era muy numeroso y que, a pesar de sus inevitables divergencias internas, tenía el objetivo político muy claro de sustituir al inquilino de la Moncloa por alguien al menos dialogante, capaz de tender puentes y de no dinamitarlos por sistema, alguien capaz de abrir ventanas y puertas y no de empeñarse en cerrarlas a cal y canto. Es probable que ni el mismo Sánchez y su más reducido equipo de colaboradores tenía prevista la victoria de su moción de censura, pero la sucesiva concatenación de errores, y no solo de Rajoy y el PP sino también de Rivera y C’s, permitió que en muy pocos días se llegase a la formación de una mayoría parlamentaria de 180 escaños, apenas sin negociaciones previas y sin transacción ninguna.

Sánchez supo ser oportuno ante el momento irrepetible que se le presentó. Ya lo fue en anteriores ocasiones en varias batallas internas del PSOE. Ahora tiene el gran reto de seguir aprovechando la oportunidad que se le ofrece, y que en puridad se nos ofrece a todos, la oportunidad de pasar página, de recuperar el tiempo perdido en casi todos los campos de nuestra vida colectiva en estos seis últimos años, de avanzar en la plena recuperación del Estado democrático y social de derecho que tenemos desde 1978, de restablecer los siempre necesarios puentes de diálogo y negociación, de saber profundizar en las transacciones políticas que permitan llegar al consenso y al acuerdo.

Se equivocará gravemente el PP si se empecina en realizar una oposición frontal y desleal, aunque sea ésta la opción ahora preferida por algunos de sus dirigentes. C’s se ha equivocado ya y volverá a hacerlo si se empeña en competir con el PP en este tipo de oposición, lo que le llevará a convertirse en la oposición de la oposición. Si ambas derechas combaten al nuevo Gobierno socialista presidido por Pedro Sánchez sin darle tregua y recurriendo a todo tipo de tretas obstruccionistas, solo conseguirán abrirle el terreno del centro al PSOE, además de fortalecer la unidad interna del amplio, diverso y sin duda contradictorio sindicato de agraviados que dieron su apoyo a la moción de censura.

Saber perder es muy importante. Casi tanto como saber ganar.

En cuanto a la compleja, complicada y variopinta alianza parlamentaria que dio sus votos a Pedro Sánchez, cometería un grave error político si tuviese unas urgencias históricas inaplazables ante una oportunidad como la actual. En España no se da una nítida mayoría de izquierdas como la que existe ahora en Portugal. Tampoco se pueden abordar grandes reformas constitucionales, ni mucho menos todavía plantear retos secesionistas. Ni todo es posible ni todo está por hacer, pero sí son posibles muchas cosas y otras muchas existen ya o son recuperables. Y todo ello es realmente posible ahora desde la ley, nunca contra la ley, pero no solo con la ley sino sobre todo desde la política y con la política.

Me permito una sugerencia o una recomendación a unos y a otros, tanto a los ganadores como a los perdedores: aprovechemos todos esta oportunidad y hagámoslo sin oportunismos.