Corto, muy corto, se ha quedado el presidente del Parlamento valenciano, al compararlo con la figura de Galileo Galilei, quemado en la hoguera por la Iglesia por empecinarse en la discutible teoría heliocéntrica. La persecución a la que ha sido sometido este hombre quizá sólo pueda compararse a la que sufrieron los cristianos en sus inicios, o a la padecida por el Real Madrid de Mourinho la pasada liga.

Quien mejor lo conoce, quien está más próxima a él, Rita Barrabás, achaca sus males a lo que todos en el partido, empezando por otro hombre tan íntegro como él, Eduardo Zaplana, conocemos sobradamente: su extrema bondad. Dice Rita, que todo esto le ha sobrevenido al bueno de Paco porque "se fía demasiado de demasiada gente". Que, como de todos es sabido, es una de las cualidades más apreciadas en un buen gestor de recursos públicos.

Bastaba que uno le dijera a Paco que necesitaba dinero, para que ese trozo de pan saliera corriendo a la caja


Quizá sea esta peculiaridad de Paco la que ha provocado que la Comunidad valenciana haya sido, entre todas las de España, la que ha visto aumentar más su deuda pública en los últimos años. Bastaba que uno le dijera a Paco que necesitaba dinero, para que ese trozo de pan andante saliera corriendo a la caja y te lo diera a manos llenas, siempre con una sonrisa, y una frase de aliento: “Y no tengas prisa, ya se lo devolverás a los contribuyentes cuando te vaya bien”.

Por eso no es de extrañar que Paco viera normal que nadie le pidiera nunca que pagara los trajes, en su creencia de que todos son igual de buenos que él. Quizá para ustedes, toscos lectores de este panfleto materialista, sea la de Camps una actitud incomprensible, no les puedo culpar por ello, pero sí por intentar juzgar lo que no son capaces de entender.

Llega su bondad a tales extremos, que estaba dispuesto a declararse culpable de un delito que no había cometido, sólo por ser solidario con sus subordinados: Campos y Betoret, que sí aceptaron prebendas de la trama Gürtel, tal y como consta en su declaración firmada ante el juez.

Estarán ustedes preguntándose si a estas alturas y con todo lo dicho, no sería hora de pedir al Vaticano la santidad de este hombre, y están en lo cierto. Siguiendo el trámite que exige la Iglesia para estos casos, sólo nos faltaba poder demostrar un milagro del candidato a santo, y éste se produjo el pasado viernes. Ante el asombro de todos, Mariano Rajoy se despertó del letargo en el que estaba sumido desde hacía meses, se levantó y habló. ¿Hace falta algo más?

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