A pesar de las apariencias de intelectual arquetípico equipado con la duda  metódica, ligero escepticismo  y sentido del humor que enfriaba entusiasmos dogmáticos fue también un hombre de acción, pragmático pero comprometido con una causa fronteriza entre el mejor liberalismo y la socialdemocracia.

Su actitud equilibrada y llena de matices le merecieron entre sus alumnos y discípulos  la expresión de una dualidad que nunca fue en exceso contradictoria: “Rojo en la Universidad y Duque en el Banco de España”, jugando con sus dos apellidos.

Como hombre de acción – monetaria por supuesto – participó en el diseño del Plan de Estabilización elaborado por Alberto Ullastres en 1959 que abrió la economía española al mundo liquidando décadas de autarquía.

Todo ello sin renunciar a expresar posiciones progresistas en el desempeño de su cátedra. De ahí lo de “Rojo en la Universidad” que se decía con notable exageración.

Como director del Servicio de Estudios del Banco y después como gobernador de la entidad contribuyó decisivamente al objetivo de la estabilidad financiera y la modernización del sistema bancario.

Miguel Ángel Fernandez Ordóñez que le dedicó ayer un sentido homenaje en El País cita un párrafo de su discurso de aceptación del Premio de Economía Juan Carlos I que revela dos sentidos del profesor fallecido ayer: el sentido común y el del humor.

“La tarea de los economistas – dijo el premiado - es convencer a los agentes sociales y a los gobernantes de que los reyes magos no existen”.

Rojo, que sucedió a Mariano Rubio en la gobernación de nuestro banco central, tuvo que tomar decisiones de envergadura como la intervención del Banco de España a la sazón en las aventureras y pecadoras manos de Mario Conde.

Luis Ángel Rojo fue una viva referencia intelectual para un número amplísimo de discípulos y padrino de algunas camadas, especialmente de las dos beuatifull people socialistas: la de González y la de Zapatero.

Se conoce a la “gente guapa” de éste como los minnesotos, un grupo de élite cuyos integrantes cursaron estudios de doctorado, posgrado o de simple máster, en Minnesota y en otras universidades americanas, becados por el Banco de España bajo la advocación del entonces director de su servicio de estudios.

El primer minnesoto español fue José Borrell, que nunca fue beautiful, ni con González ni con Zapatero, pues ambos le vieron mal, aunque sí era keynensiano y tiene poco que ver con los minnesotos que le siguieron: Miguel Sebastián; Javier Vallés, actual director de la Oficina Económica del Presidente; su esposa, Soledad Núñez, directora general del Tesoro y Política Financiera; Inmaculada Rodríguez-Piñero, secretaria general de Infraestructuras en el ministerio de José Blanco y miembro de la Ejecutiva del PSOE, entre otros.

Ha muerto un intelectual de primera, una de las mentes más lúcidas y generosas de la que hemos podido disfrutar.

José García Abad es periodista y analista político